Ni siquiera la despedida fue gratificante. Otra caída. Una más. Lo sucedido en la noche del Coloso fue una síntesis del año de Newell's, si bien la derrota con Racing por 1 a 0 resultó injustificada. La temporada culminó como se empezó y la despedida del público rojinegro del estadio fue con el sabor amargo de un 2025 repleto de penurias, que no terminó de la peor manera porque se evitó el descenso a duras penas.
La última fecha fue para Newell’s una cita en la que ya no jugaba por nada, salvado del descenso la fecha anterior. Quedaba hacerlo por el orgullo. Cuestión nada menor y que siempre exige la hinchada. Todo lo malo había quedado atrás, con cambios de entrenador, un plantel mal armado y falto de categoría, y una comisión directiva que erró en todo. El partido con Racing no fue más que el fin de una etapa. Eso sí, con un alivio inmenso de lo que pudo ser fatídico y no fue.
El semblante, los cantos y la efusividad de los hinchas antes del partido en los alrededores del estadio y en su interior reflejaron la tranquilidad y alegría con la que vivieron la previa de la última fecha. Sin la angustia del descenso. Sin la necesidad constante de mirar el fondo de la tabla de acumulada y el fixture de los otros conjuntos que se encontraban también comprometidos con la pérdida de la categoría. La victoria sobre Huracán en la penúltima fecha evitó toda preocupación.
La gente de Newell's lo vivió más relajada
Las sensaciones fueron otras a las de costumbre. Todo más relajado. Hasta hubo aplausos en el momento que los jugadores entraron a la cancha para los ejercicios precompetitivos. Porque esta vez sí el plantel cumplió la rutina en el campo de juego, a diferencia de ocasiones anteriores, cuando se optó por resguardarlo para que no lo afecte el malestar de los hinchas.
La realización de las tareas precompetitivas delante de su público expuso también la seguridad que no habría cuestionamientos hacia los jugadores, todos ellos aliviados por haber salido de una situación que puso a la Lepra al borde del descenso.
El desahogo se convirtió en grito de orgullo durante el ingreso de ambos equipos para comenzar a jugar. Fuegos artificiales, humo rojo y negro y cánticos. “El que no salta, se fue a la B”, atronó en el Coloso. Todo después del anuncio de las formaciones por la voz del estadio y con un destinatario principal de los mayores aplausos, Lucas Bernardi, el entrenador de la casa que se puso al frente en el instante de mayor incertidumbre sobre el futuro del equipo.
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El público valoró la garra
Durante el partido, el público alentó y se entusiasmo por la garra que puso el equipo, ante un adversario que no pudo exponer su mayor jerarquía. En el desempeño de Cocoliso González y Luciano Herrera, los de costumbre, se soñó con el triunfo.
Las barridas de Montero y Luciano, los quites de Regiardo, alguna que otra gambeta de Guch y Acuña. La gente se entusiasmaba. Lo necesitaba, después de tanto padecimiento y de incertidumbre, con el temor de que el descenso se convirtiese en realidad.
El hincha que siempre está, el que fue a la cancha para expresarse con efusividad, olvidó los malos ratos y gritó por Newell’s.
Un gol inesperado
El gol de Conechny, inesperado, en el tiempo adicional, lo devolvió a la realidad cruel que padeció durante el año. Los reproches para Banega en las pocas pelotas que tocó, dejando en evidencia que el capitán perdió todo el crédito. Y nada más esperar el final y retirarse con resignación.
Como si la historia de Newell’s estuviese repleta de sinsabores. Es a lo que lo llevaron los responsables de conducir al club, que se irán en un mes. Pero alcanza con repasar la historia para saber que lo sucedido no es la normalidad. Lo puede ser si no se cambia. Otro año así como el que se fue, resulta intolerable.