Mariano Frutos, el actual Vicepresidente del club lo resume así: "La idea era robarle un poco de tiempo a los chicos que están sentados boludeando, tomando cerveza, a los que se hacían la chupina y estaban todos en la veredita de la calle 1110 (desde 2003, por iniciativa del ex Concejal Alberto Cortés, se llama Ángel Tacuarita Brandazza en homenaje al estudiante, trabajador y militante peronista secuestrado y asesinado en noviembre de 1972 por un grupo de tareas integrado por policías y miembros del ejército) o los que estaban metidos en la droga. Quitarles un poco de su tiempo metiéndolos acá en el playón. Los distraés, les das un poco de fútbol, los motivás y al otro día que vuelvan y traigan más amigos. Esa fue la idea. Robarle los pibes a la vagancia".
Un barrio-ciudad
Los primeros departamentos del barrio situado a metros de los bulevares 27 de Febrero y Oroño, se entregaron a principios del año 1981, el resto hasta completar las 800 viviendas que componen esta mini ciudad, en noviembre de 1982. Durante los primeros años el barrio tenía varios potreros donde jugaban los pibes. El más grande y preferido por todos para los desafíos, era el que estaba situado frente al monoblock 14. Por eso los vecinos vieron con buenos ojos cuando en los primeros años de este siglo el municipio construyó en ese sector un playón polideportivo, con arcos para el fútbol y aros para básquet. Hasta vóley se podía practicar.
La intención de los impulsores del Latinoamerica también era darle a los chicos del barrio que no pueden pagar la cuota social de un club, un espacio para practicar deporte. "Te invitamos a formar parte del nuevo club del barrio!!!", era el mensaje de los cartelitos que Mariano y Martín enganchaban en las columnas de alumbrado, en los semáforos o en los negocios del barrio a mediados de junio de 2015 para invitar a los pibes a sumarse: "Latinoamérica Fútbol Club. Vení!! Anotate en la categoría que pertenecés. De lunes a jueves a las 18 hs. Los esperamos!!!!!!!". Unos días después pusieron una mesita en el playón para esperar a los pibes. En esas jornadas iniciales se anotaron más de 80. La historia de Latinoamérica Fútbol Club estaba en marcha.
Mariano Frutos jugó un tiempo a la pelota en Villa del Parque y en Semillero, después hizo rugby hasta los 25. Todo lo que aprendió practicando deporte en esos años lo volcó en los pibes. Los ejercicios físicos y de técnica individual y sobre todo los valores, el compañerismo, la solidaridad y el esfuerzo colectivo. Mariano recuerda esa noche con una sonrisa. Las rejas prácticamente no existían y el centro de la cancha todavía lucía pintado un escudo gigante de Central. "Lo de ese día -dice Mariano- fue una locura, ni yo podía creer lo que estaba pasando. Veía que estaba haciendo algo que ojalá yo hubiese tenido en su momento. Por eso lo hice con tantas ganas. Y desde ese primer día le dije a mi mujer: "Yo acá no paro".
La presidenta de la Cooperadora de la Escuela Latinoamérica N° 1267 Rosa Ortíz, fue una de las que ayudó al club en sus primeros pasos. "Nos dio una mano bárbara, nos llevó y nos abrió varias puertas de la Municipalidad, como la Dirección de Clubes, para poder conocer gente y pedir ayuda. Por eso tuvimos la iluminación de noche en la canchita, pintura, pudimos comprar los arcos. Nos abrió muchas puertas", afirman quienes hoy conducen el club.
Cuando tuvieron que elegir un color, se decidieron por el naranja (antes combinado con blanco, ahora con negro). Era un color neutral del auriazul y rojinegro que había dividido a la pibada. Y además, era el que usaba la Muni en su logo: una forma de agradecerle a la Intendencia la ayuda prestada y reconocer que en este proyecto social y deportivo no estaban tan solos.
Defender la camiseta
Un mes después de comenzar los entrenamientos llegaron los primeros partidos amistosos. Martín Arias destaca que "la inclusión de los chicos de este barrio al deporte logró que se integren a una actividad que no sólo los entrene, desarrollando habilidades motoras y agilidad mental, sino, y fundamentalmente, los haga mejores personas gracias al trabajo en equipo".
Laura Martinez, pareja de Mariano, también se sumó a esa locura. A ella le tocó la difícil tarea de armar desde cero la estructura administrativa del club. El paso siguiente fue competir en una liga. Tenían muchos pibes anotados, una liga para inscribirse, pero les faltaban un montón de cosas. Iban a necesitar un escudo y remeras para competir en todas las categorías. Un vecino les dio una mano con el diseño: lo aprobaron y encargaron las camisetas.
Para bancar el costo de las remeras naranjas salieron a pedir publicidades. Vendieron empanadas, pollos, rifas. Hicieron de todo para juntar los mangos necesario para costear la indumentaria deportiva, la cuota de la liga y los árbitros oficiales para los partidos. También para reponer las pelotas, porque al jugar sobre una superficie de cemento se iban descascarando.
Recién surgido y aún sin personería jurídica, los chicos del Fonavi estaban compitiendo con todas sus categorías en AROFUSA. En 2015 arrancaron en la liga. A los cuatro meses, justo cuando se consolidó el grupo, salieron campeones con el equipo de primera y ascendieron a la B. Mejor arranque no podían soñar. Desde entonces el escudo del equipo del Fonavi tiene una estrella.
En 2017, el club pasó a la Rosarina, la liga de futsal más importante de la ciudad, donde empezaron a competir con Central, Newell's, Jockey, Bancario, Regatas, Tiro Suizo. Clubes que llevan años jugando futsal y saliendo campeones. Y como sucede en otras barriadas populares de la ciudad, en la víspera de cada clásico de la ciudad en el playón también hay un mini clásico Newell's vs Central. Esos sábados por la tarde son una fiesta, se cuelgan banderas de una y otra parcialidad, se grita, se canta y se disfruta. Los vecinos del 14 y el 6, los monoblocks que están pegados a la canchita, siguen cada jugada desde los balcones, como si estuvieran en los palcos del estadio. "Igual, de esos tiempos -dice Mariano Frutos- lo más importante fue que se logró juntar a los de Central con los de Newell's. ahora están defendiendo la camiseta de un mismo club".
Las Latinas
Al futsal también se sumó el vóley femenino, porque las chicas también son parte de esta construcción y desde los primeros meses empezaron a preguntar por algún deporte para ellas. Lo primero que surgió fue el vóley. Gachi, una de las integrantes de la comisión directiva, había hecho toda su vida ese deporte y se puso al frente del equipo de unas quince chicas.
Empezaron a entrenar martes y jueves por la noche y a competir en la liga Rosarina con todas las categorías, desde pre infantil a primera. Poco tiempo después, también por justo pedido de ellas, el club sumó futsal femenino, aunque en este caso es un profe el que estuvo a cargo del equipo. Laura admite que los espacios de las chicas son los que más cuestan sostener. Sobre todo porque algunas, al ser madres o estar embarazadas, deben resignar la práctica del deporte.
Experiencia colectiva
Otros nombres también se suman a la experiencia, personas que de entrada dijeron que sí para dar una mano en el entrenamiento de los chicos y las chicas: Cristian, Leonel o Virginia. También los de Víctor y Paola, porque en su corta vida el club supo tener distintos presidentes. Desde febrero de 2018, y por asamblea, ese puesto lo ocupa Naum Sosa, uno de los jugadores de la primera de Latino.
En septiembre de 2017 obtuvieron la personería jurídica y desde entonces legalmente ya son el Club Deportivo, Social y Cultural Latinoamérica, aunque para sus socios sigue siendo "Latino" o "Fonavi". Y siguen soñando porque en el futuro desean algún día tener un espacio propio, un lugar donde poder construir un vestuario para jugadores y árbitros. Un poco más de comodidad. "Para los chicos el playón es su club, pero aspiramos a tener nuestro espacio, nuestra propia sede, algo para poder sentirlo propio. Poder poner vestuarios, recibir al visitante y que se sienta cómodo", dicen. Hoy improvisan con una salita que les prestan en la capillita que está detrás de unos de los arcos.
Difícil Presente
Lamentablemente, los equipos de inferiores de futsal del Latino, tanto masculino como femenino, no pudieron completar el calendario de partidos de la temporada 2018. La difícil realidad económica que atraviesa el país golpea fuerte en los clubes de barrio. "Se nos hizo muy complicado llegar a reunir el dinero necesario todos los meses para pagar la afiliación y los arbitrajes. Además en un barrio de laburantes como el nuestro, no podíamos pedirles un esfuerzo mayor a los padres de los chicos que apenas llegan a fin de mes. Hasta les cuesta mucho pagar la cuota societaria, que es de 150 pesos", cuenta Mariano Frutos sobre la situación que vive el club y que lo llevó a dejar de participar del torneo de la Asociación Rosarina de Fútbol a falta de 3 fechas para finalizar la temporada. "La primera y la reserva juegan el último partido de la temporada el miércoles 28 de noviembre contra Provincial, después de eso veremos cómo seguimos", dice Mariano y cuenta que a pesar de no competir los chicos y chicas de futsal siguen entrenando. "La verdad es que no sabemos si podremos continuar, estamos tratando de acceder a algún subsidio que nos ayude a reunir los alrededor de diez mil pesos semanales que necesitamos para participar con todas las categorías de la liga, porque se trata de eso" agrega Mariano. "Los jugadores y jugadoras para completar los planteles están, tenemos un playón nuevo gracias a la Municipalidad con rejas, iluminación y de las medidas reglamentarias para competir. Los profes trabajamos ad honorem y lo vamos a seguir haciendo, pero hay cuestiones que sólo podemos resolver con dinero, como los seguros de los deportistas, la cuota de afiliación, el pago de los árbitros o los materiales necesarios para jugar y entrenar", explica.
Sin embargo, los miembros del club no bajan los brazos y siguen pensando en volver a competir el año que viene, brindando a chicos y chicas la posibilidad de practicar deportes y estar contenidos siendo parte del club de su barrio.
El
proyecto transmedia da forma a un recorrido multiplataforma por las historias de clubes de la ciudad de Rosario, de la mano de personajes que le otorgan tridimensionalidad, articulando una serie de medios on y offline que buscan aprovechar las potencialidades narrativas de cada lenguaje. Es una iniciativa del
#DCMteam de la Universidad Nacional de Rosario.
Para conocer más sobre la historia del Club Latinoamérica, recomendamos leer la crónica "
Latino, el nombre del gol", de Matías Loja, parte del libro Hechos de barrio, del universo transmedia De Barrio Somos. Más contenidos en
www.debarriosomos.com.ar