La aparición de los "Cuadernos de Centeno" reavivó al máximo el fuego de los cultores de la pelea entre Macri y Cristina. Que un relato con detalle de diario personal haya descripto la ruta del robo de dinero público por parte de funcionarios y empresarios privados en asociación deliberada con afecto por lo ilícito, les dio nuevo combustible a los que no piensan que hay otro modo de relacionarse en la política sin la dialéctica amigo/enemigo. Poco importa la verdad. De lo que se trata es de despreciar el camino por conocerla y separar el tirios y troyanos con rapidez.
La nueva convulsión mediática de escritos de un chofer permite calificarla de milagro o aparición divina (no se sabe si fue ironía o verdad, pero Elisa Carrió invocó a la Virgen María como inspiradora de Centeno. Ojalá sea lo primero) o de burdo invento mentiroso, de prueba final de la corrupción o de cortina eficaz para no hablar de lo que está pasando o, por fin, de esperanza para lograr el estado de derecho o decisión definitiva de liquidarlo. Así, negro o blanco, es más fácil vivir para muchos y, esencialmente, más cómodo para no pensar.
En el año 2006 Jorge Asís publicó "La marroquinería política" y describió con pelos y señales cómo circulaban las valijas negras de las coimas. Un año después, el propio periodista del affaire Centeno, Diego Cabot, junto con Francisco Olivera, editaron "Hablen con Julio", pormenorizada ruta del dinero espurio que puso en letra de molde público el nombre de los Baratta, Jaime y de Vido, entre otros. No hay dudas de que el contenido de los cuadernos es verosímil. Los defensores de los políticos detenidos gritan por el debido proceso, acusan de apócrifas las fotocopias de los cuadernos y más. Pero ninguno ha dicho "pongo las manos en el fuego por De Vido y Baratta". Sugestivo.
Hay que recordar que hay varias sentencias como el caso de Once (fuga de subsidios a los bolsillos de un puñado de empresarios y funcionarios que provocó la tragedia de trenes), el de Sueños Compartidos (idéntica operatoria con viviendas) y el de Vialidad Nacional (rutas pagadas enteras sin terminar o siquiera comenzar) probaron en debido proceso el robo y la estafa. ¿Por qué tanto shock y sorpresa en este caso? Quizá se pueda encontrar como respuesta el hecho de la magnitud del desfalco y el modo puntilloso de ser relatado.
¿Pueden los cuadernos solos mandar a la cárcel a los acusados? Desde ya que no. Un alumno de primer año de la facultad de derecho sabe que una fotocopia es impropia para una pericia y, peor, que una mera afirmación de delito no da por probado el ilícito. Sin embargo, es imprescindible que se entienda que no es una acusación extraterrestre de raíces impensadas. Ya había sido explicada. Ya se probó el modus operandi en la Justicia. ¿Alcanza para poner presos a 20 de un sopapo? Claro que tampoco. Le toca a un fiscal y a un juez, cuando el secreto sumarial lo permita, explicar en qué se basaron. Menudo lugar han ocupado Claudio Bonadio y Carlos Stornelli, quienes deberán superar objeciones de enconos personales a base de documental, testigos, evidencias y pericias. Ellos deberán demostrar que no basta el odio personal de macristas y kirchneristas para impulsar un proceso.
Si hasta ahora la figura pública es el chofer escritor, devenido ya en imputado protegido, en las próximas horas Centeno corre el riesgo de pasar a segundo plano. Al momento de escribir esta crónica, el empresario Juan Carlos Goycochea que perteneció a la firma española Isolux, amenaza, con actitud de quien no va a poder parar, con hablar como arrepentido y dar detalles expresos de lo ocurrido. Algunos de sus colegas no paran de llamar a los periodistas expertos en Comodoro Py y solo preguntan: ¿sabés si me va a nombrar?
El macrismo se frota las manos diciendo que Centeno en la prueba cabal de que son ellos (en las elecciones de 2019 y ahora) o son las valijas y bolsos. El kirchnerismo brama furia diciendo que el invento (sic) es para no hablar de la inflaciòn, la pobreza y el desempleo. ¿Hay algo más? Parece poco interesante creer que en la vida solo hay macrismo y kirchnerismo. Vaya una mala noticia para ellos. En el mundo y en la Argentina hay mucho más. Pero mucho.
La hipótesis de que un escándalo de corrupción hace olvidar la realidad actual es incomprobable. Salvo la euforia oficial demostrada por el presidente que el viernes pasado volvió a la gestualidad ampulosa (al punto de cometer una gaffe increíble pensando en créditos para solucionar escapes de gas luego de la muerte de dos docentes en una escuela bonaerense), no hay modo de asegurar que los cuadernos de Centeno agoten la capacidad de rechazo ante la corrupción y desplacen los aportes truchos de la campaña de Cambiemos o los irresueltos affaires del Correo Argentino, y el blanqueo de dinero de familiares presidenciales, por dar dos ejemplos.
Mucho más antojadizo es creer que la realidad económica que golpean con una dureza inusitada quede tapada por el relato (en algunos casos novelesco) de lo ocurrido en 12 años de un gobierno. El 30 por ciento de inflación, la devaluación del 50 por ciento en 6 meses y la pobreza que según la Universidad Católica sacude el futuro de los menores de 17 años, hipoteca las esperanzas del 30 por ciento de la población y son suficientemente contundentes como para creer en la hipnosis generalizada de la mayoría de la gente. Miguel Angel Broda y Carlos Melconián, insospechados economistas de pertenecer al eje Cristina-Moyano, vaticinaron que Mauricio Macri culminará su mandato con índice de inflación, pobreza y crecimiento similares a los de Cristina Fernández, con suerte, agregó Melconián.
Si los que hacen política pretenden jugar a esconder un elefante en la calle llenando de elefantes la ciudad es serio por el menosprecio a la realidad. Pero mucho más grave es que los habitantes de esas calle crean que el mal menor es contar la cantidad de paquidermos porque la opción es peor. No es cierto que aceptar la irracionalidad de elefantes por todos lados es una consecuencia no querida que debe ser tolerada porque no hay más remedio. De lo que se trata es de recuperar la racionalidad y abandonar la religiosidad. El concepto de "yo le creo", "yo le tengo fe", a quien sea, al que sea, debe estar reservado al maravilloso vínculo único, individual y privado de una mujer o de un hombre con lo trascendente. Racionalmente hay que repetir que no están bien los elefantes salvo en la selva. Religiosamente se creerá en Dios o en la energía universal. No en Centeno, Baratta o sus jefes impresentables o en Bonadío, Stornelli o el presidente de turno. La fe no es para ellos. Es la razón.
Si las valijas corrieron, adentro con sentencia de los jueces. Si estos son iguales pero disimulan, adentro sin disimulo. Pero hacerles el juego de prestar la fe para que algo cambie sin que nada cambie es de burros de buena leche o de cómplices con aspiración de éticos.