Maltrecho como las murallas de Jericó después de los célebres trompetazos y con el desangelamiento masivo de los socialistas a suerte de castigo divino, el Frente Progresista Cívico y Social intentará resurgir para octubre. Voluntarismo no falta, habrá que ver si alcanza y si hay tiempo. Mientras tanto, los radicales en el frente, con la sola excepción del senador Felipe Michlig el único a quien Miguel Lifschitz recibió públicamente en estos días en el Palacio Gubernamental, se sienten como víctimas de una plaga bíblica. Están dubitativos con el discurso de sus socios. Descreen que la interna en sordina que las Paso purosa pueda resolverse por decreto. "No entro en pavadas", dijo furioso el presidente de la Cámara de Diputados, Antonio Bonfatti, el miércoles, cuando le preguntaron por el reclamo del ministro de Gobierno, Pablo Farias, de que él también "pusiera más garra" para las elecciones de octubre. El ex gobernador les cerró entonces la puerta en la cara a los periodistas.
Fundamentalmente lo que más inquieta a algunos radicales es que una cosa es octubre para cuando no ven una posible recuperación que los ponga en condiciones para ganar. Y ganar significa ganarle a Cambiemos, es decir, también y principalmente al resto de los radicales en esta provincia. Quedamos en la peor coyuntura —dicen— que nos patentiza que estábamos equivocados en nuestra lectura de lo que la sociedad y la evolución de los tiempos han marcado. Cosa distinta es pensar cómo serán los dos años de gobierno que quedan por delante. El gobierno de Mauricio Macri, que viene demostrando que no le tiembla el pulso para la represalia política, difícilmente se desviva por ayudar a que la Casa Gris transite sin sobresaltos hasta el 2019 para que sus actuales inquilinos puedan competir electoralmente entonces con los candidatos de Cambiemos y, eventualmente, le ganen por tercera vez. Los planes financiados por la Nación que lleguen a la provincia —que llegarán— irán directamente a las manos de Roy López Molina o de José Corral para que sean éstos quienes anuncien su llegada o su reparto.
Para mayor desdicha de estos amigos radicales en el frente, hoy menos que antes hay que descartar que el postulante de Macri a suceder a Lifschitz y ahogar el anhelo del cuarto período con el mismo color partidario, pueda ser el intendente santafesino. Sobre todo si mantiene o mejora en octubre la performance de agosto. Y si Macri no decidiera cobrarse afrentas en el oficialismo santafesino, no faltará algún socio de la misma provincia que le recuerde que el gobernador (quizás cuando ya se veía venir la taba al revés) los amenazó con una anchoa para cruzar el desierto. "Vamos a sembrar donde haya un buena cosecha", fue la infeliz frase del gobernador, de la que luego buscaría desdecirse.
Haber quedado en el terreno de los perdedores y de ahí tener que enfrentar a tus propios correligionarios, a sabiendas que volverán a infligirte otra derrota en apenas dos meses, no es muy cómodo que digamos, lamentan algunos radicales en el frente. Hablan desde algún desconcierto. Al parecer en el pase de facturas internas, el socialismo también los culpa de no haber militado con más decisión el voto. Desde un hiperrealismo profesado por imposición de los resultados del 13 de agosto, algunos de los ellos, piensan que aun saliendo todos los socialistas, los radicales, los demoprogresistas y demás socios de la coalición, las 24 horas del día a aporrear puerta por puerta para vender sus virtudes, a lo sumo se podría aspirar a salir segundos y no terceros.
En rigor, todo lo que pase de aquí a 2019 evidenciará si el Frente Progresista es una construcción política al estilo del Frente Amplio uruguayo, como han reclamado los radicales (Barletta dixit), o meras olas concéntricas expansivas de un fenómeno personalizable, que se agota en sí mismo como cuando se tira una piedra a un espejo de agua. La provincia ya tuvo un fenómeno así: Enrique Rodolfo Muttis, quien murió siendo intendente de Santa Fe 25 años atrás que se cumplieron el pasado 13 de julio.
Muttis, hiperconocido por su trayectoria como periodista de televisión, llega a diputado nacional en 1987 por el PDP. Al año siguiente, era el político que mejor imagen tenía entre todos sus pares de todos los partidos en la provincia. En 1989 les ganó por escándalo a peronistas y radicales juntos la intendencia capitalina. Después de la recuperación democrática, fueron los años dorados del PDP que ya soñaba con la Gobernación. Lo tenían a Muttis. Pero Muttis murió en 1991. Sus efluvios políticamente benéficos en su partido durarían un tiempito más pero como los primeros círculos de la piedra en el agua se irían diluyendo solos.
La pregunta que se hacen algunos radicales en el frente —porque todo este razonamiento me fue hecho por alguien de esa trinchera, debo decirlo— es si los gobiernos de Lifchitz o de Fein son círculos en el agua que se están desvaneciendo ante la ausencia de la piedra que rompiera la calma del agua y que se llama Hermes Binner. Pienso que, tal vez, la analogía podría aplicarse a la provincia y aun así tengo mis dudas. Es que en la valoración del FPCyS preexiste la experiencia asociativa de Rosario. En todo caso, para no descartar de plano la figura podría tratarse de un fenómeno personal impulsado por una experiencia comarcal que logró expandirse.
Y cuando lo hizo marcó hacia adentro y hacia afuera la cancha a su modo. Por eso las primeras discusiones entre los radicales surgen desde el mismo momento fundacional del Frente. Binner se empecinó y lo impuso (o mejor dicho no lo expuso a debate alguno) en que su segunda fuera la doctora Griselda Tessio. Pero el comité provincial de la UCR, a quien correspondía designar a el o la postulada para la vicegobernación, había designado entonces a la doctora Alicia Tate y recordaba que Tessio era fiscal federal y por ende tenía prohibido la militancia. No era siquiera afiliada ni había pisado el comité desde que era chiquita. Pero a diferencia de Tate a Binner le servía Tessio, quien portaba un apellido radical reconocido en Rosario y el sur provincial: el del último gobernador radical, Aldo Tessio, su padre.
Una cosa es clara: mientras estuvo Binner, el FPCyS fue él. Luego comenzaron a ser indisimulables las disidencias internas en el socialismo. En el radicalismo ya venían, como dije, desde el comienzo. La aparición de Cambiemos acicateó esas discusiones. Y los resultados de las Paso les imprimieron exigencias, apremios y angustias que deberá resolver cada grupo.
Hay un objeto de deseo que unifica las aspiraciones de Cambiemos y el FPCyS: que en las generales de octubre los santafesinos ratifiquen la tirria que los convirtiera en uno de los electorados más antikirchneristas de todo el país. Ello importaría que los votos que sacó Agustín Rossi sean su techo y no un piso y que muchos de los que fueron a la jueza Alejandra Rodenas, se retraigan ante el kirchnerista Rossi. Ese es el escenario ideal para Cambiemos, el Frente Progresista y, de paso, el massista Frente Renovador provincial. Fue desde esta última vereda, desde la que pusieron en palabras, lo que desde todos los partidos se anhela: que la foto de todos juntos no evidencia unidad alguna en el PJ provincial. Entre otras razones porque no hace más que mostrar ausencias como la de Omar Perotti, el no regreso de los idos (Reutemann y otros en el PRO o los propios massistas de hoy) y de quienes ganaron las Paso a concejales de Santa Fe (las apuestas de UPCN y otros gremios no kirchneristas). "Esa foto no es la unidad del peronismo, es la unidad del kirchnerismo", dijo sin inocencia Diego Giuliano.
Sea por entusiasmo o necesidad vital, los principales animadores provinciales de las Paso tienen que conseguir más votos en las generales de octubre que los obtenidos en agosto. De modo que saldrán a la caza de los que no fueron a votar, de los impugnados y de los votos de los partidos que quedaron rezagados y no jugarán en las generales. Esa masa de votos disponibles, ¿alcanza para restituir la distribución de tres tercios en que el escenario político santafesino estaba dividido desde las elecciones de 2015?
Si así no fuera unos y otros deberán buscar sacarse votos recíprocamente. Para ello deberán poner al servicio de esa empresa, ingenio, creatividad, decisión y esfuerzo. Los únicos que están seguros de que habrá deserciones en sus filas y entre sus votantes, son los radicales en el frente. Al menos, algunos de ellos eso dicen. Por lo pronto, la temporada de caza (de votos) está abierta
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