“Bo-Tito ecoguardián”, es el nombre que una familia santafesina eligió para bautizar a su robot de juguete, fabricado a partir de envases plásticos y tapitas recicladas. Con casi diez años en el mercado lúdico, el proyecto que arrancó como una pequeña iniciativa viene avanzando a paso firme y ahora busca pegar el salto en pos de escalar la producción y terminar de conformarse como pyme.
El objetivo es crecer para agrandar la cartera de clientes y sumar nuevos desarrollos a su portfolio de productos, pero siempre a partir de métodos sustentables que permitan cuidar el medioambiente. José María Rodríguez, creador del robot “Bo-Tito ecoguardián”, opinó que el pilar de la marca es justamente generar entretenimiento sin perder de vista la educación ambiental, inculcándole estos valores tanto a grandes como a chicos.
“Vamos a dar el paso a conformarnos como empresa y reversionarnos, expandiendo un mensaje para educar a través del juego. Lo que empezó como un sueño personal implica tener atrás una organización y crecer desde otro lugar, no solo en la mano de obra y en la escalabilidad, sino también en el equipo de comunicación. Por eso estamos capacitando gente para que replique nuestro mensaje con ideas de marketing y así llegar a más personas”, indicó Rodríguez.
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Hoy son once las personas que trabajan de forma directa. Su taller principal está ubicado en la localidad santafesina de Carmen, a 185 km de Rosario y también poseen una oficina de comercialización y comunicación en Buenos Aires. Con foco en la expansión, otra área de interés comercial es la exportación así los juguetes puedan llegar a nuevos mercados. “Estamos licenciando la marca para la fabricación, distribución y comercialización afuera del país y ya tenemos vínculos establecidos con Uruguay, Chile, México e Isla de Pascuas”, confesó el emprendedor.
Hoy en día la firma brinda capacitaciones en escuelas y otros establecimientos educativos y hace poco se lanzó con talleres para empresas. Esta última es una veta que desean seguir explorando, ya que, en palabras de Rodríguez, les permite abordar temáticas ambientales como adultos y fortalecer los vínculos entre compañeros de una organización, además de resaltar la importancia del trabajo en equipo.
La idea es que a través del juego puedan generar un robot o juguete en conjunto, en donde algunos se dediquen a desarrollar ciertas partes como los brazos o las piernas, para luego entre todas las partes crear una unidad y siempre utilizando materiales reciclados. Entre las empresas que se sumaron figura Lenovo y también esta Greenpeace, para quienes crearon espacios donde las infancias puedan crear su propio juguete a partir de residuos.
Nuevos desarrollos
Bo-Tito nació en el 2014 como un robot hecho a base de residuos sólidos plásticos que la gente comúnmente descarta. Hoy en día, la marca cuenta con un robot en tamaño pequeño, de 80 cm de largo por 45 cm de ancho, para que los chicos jueguen y siete robots en gran formato (más altos que una persona), los cuales se suelen alquilar a empresas e instituciones que sirven en animación de eventos.
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José María Rodríguez con sus creaciones.
Foto gentiliza Bo-Tito
También ofrecen un kit educativo orientado a que las infancias puedan aprender a armar su propio robot y hacer una resignificación del proceso que hay detrás de cada uno. El precio del robot terminado es de aproximadamente $7 mil mientras que set para armarlo ronda los $3 mil y aclaró que los talleres de escuelas tienen un valor preferencial.
La apuesta de la marca ahora son los Boti-Pets, una línea de juguetes de animales tipo mascota que se sumarán a la oferta de robots. Ya están trabajando para lanzarlos en los próximos meses, al igual que un juego de mesa de educación vial, cuyo tablero estará hecho a partir de un papel mineral que no proviene de los árboles y tiene capacidad de degradarse a sí mismo con luz solar prolongada. En este caso, la fecha de lanzamiento sería en el mes de agosto.
“Trabajamos con tapitas y envases de shampoos, cremas de enjuague, que son los que tienen un menor precio de mercado, devolviéndole a la comunidad un nuevo objeto con un valor distinto al del residuo. Los conseguimos a partir de gente que hace colectas en clubes deportivos o en escuelas, también capacitamos a algunos centros de reciclado de localidades chicas y nos llegan lo que son donaciones espontáneas, donde los propios usuarios nos envían lo que juntan”, explicó Rodríguez.
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En su trayectoria, desde Bo-Tito llevan rescatado más de 5 toneladas de plástico, un volumen muy significativo y que podría agrandarse de cara a los próximos meses. Hoy fabrican mil robots por mes, pero el salto de producción que planean dar los llevará a crecer en números y también en materiales que utilizan porque la meta es incorporar plástico PET de alta resistencia y transparente, provenientes de botellas de plástico.
Esto último, pensando en un proyecto paralelo que la marca lleva adelante junto a la Universidad Nacional de San Martín, con quienes se lanzaron a crear anteojos sustentables. Los marcos comenzaron a fabricarse usando los excedentes plásticos que sobran de la producción de sus juguetes y están realizando un proceso de investigación y desarrollo para lograr que los lentes se adapten mejor al contorno del rostro y mayor ligereza. Estos son donados a través de la Fundación Zaldívar a familias de todo el país.