Como otros 415 trabajadores en toda Santa Fe (ver aparte), ahora 114 empleados de hospitales provinciales de Rosario buscarán saldar una asignatura pendiente en sus vidas: la secundaria. Lo novedoso en este caso es que, como los efectores atienden las 24 horas, el cursado se cumplirá en horario laboral, con clases presenciales y tutoriales semanas alternadas en el Centenario.
La propuesta surgió del comité mixto de salud y rápidamente encontró eco en el Ministerio de Educación, que ofreció la herramienta del Vuelvo a Estudiar, Tiempo de Superación. A primer año ingresaron hace una semana 35 trabajadores, pero otros 79 se irán integrando a los cursos a medida que lleguen al punto donde alguna vez abandonaron. La mayoría pertenece al propio hospital, pero también proceden del Eva Perón, el Provincial y unos pocos del geriátrico y del Gamen de Villa Gobernador Gálvez.
Oficialmente, la apertura 2016 de la secundaria en el Centenario (como aula radial del Eempa 1.260 de Tucumán al 3400) será mañana, a las 14, con la presencia de los ministros de Educación y Salud provincial, Claudia Balagué y Miguel González, y el director del hospital, Adrián Gascón.
El perfil. En rigor, para ingresar hoy a la administración pública provincial hay que contar con estudios secundarios. Por eso, la falta de ese título entre los trabajadores se explica por el hecho que algunos ingresaron antes de ese requerimiento y otros lo hicieron bajo distintas formas de contratación, como monotributistas.
En el Centenario, por caso, carecen de ese certificado 176 personas, el 8 por ciento de la planta.
Entre los inscriptos para cursar la escuela media en el hospital, hombres y mujeres van parejos. En cuanto a la edad, los hay de todas, pero más se concentran entre los 28 y 40 años, franja en que se dan las "mayores expectativas de promoción para ocupar cargos de jefatura", conjetura Virginia Stradolini, integrante del equipo que trabaja con la iniciativa desde el propio hospital.
Ese dato coincide, además, con la estadística del propio Centenario, donde el 49,3 por ciento de sus trabajadores sin formación secundaria completa tiene de 27 a 46 años, desmintiendo el prejuicio de que el déficit predomina entre los mayores.
Las funciones laborales de los inscriptos son muy diversas, con predominio de mucamos, seguidos de camilleros, peones de patio, operarios de mantenimiento, electricistas y algunos pocos administrativos, como telefonistas.
Piedra de toque. "Básicamente este proyecto surgió porque en el comité de salud de los trabajadores ya venía apareciendo desde el 2015 la preocupación por empleados que ni siquiera habían terminado la primaria", recuerda la psicóloga Fabiana Chiavón, coordinadora de esos organismos por parte de la cartera educativa.
Sin embargo, para su "sorpresa", en los hospitales "no se encontró gente que no tuviera la primaria, pero sí una importante cantidad que no había presentado certificado de secundaria". De ellos, algunos lo estaban tramitando, otros los tenían radicados en otras provincias o simplemente no lo habían presentado, pero la mayoría no había terminado (algunos incluso ni comenzado) ese nivel.
Previo acuerdo con Educación, para arrancar necesitaban 35 inscriptos en primer año, por lo que el curso se completó con gente de otros hospitales. Todos los gremios trabajaron para armarlo: Amra, Siprus y ATE, con acompañamiento de UPCN.
Y hace diez días, a sólo tres meses del puntapié inicial, largaron las clases: martes, miércoles y jueves, de 13.30 a 16.20, una semana presencial, otra tutorial. Y en horario de trabajo, ya que "al funcionar los hospitales las 24 horas, no había otra forma de pensarlo", explicó Stradolini.
La gente, afirma Chiavón, tomó el asunto con máximo "compromiso" y en forma "muy artesanal". Todos consultan, se llaman, confirman las clases, se interesan por cada situación personal (del que vive lejos, del que tiene un hijo enfermo, del que muestra dificultades de expresión).
Esa "gente" incluye a la dirección y el consejo de administración del hospital, los servicios que cedieron sus espacios como aula, enfermeras que se ofrecieron para dar clases ad honórem, los integrantes del comité y los propios alumnos. Con la simultánea "preocupación de que no se pierda la atención de ningún servicio".
Y el hecho que la iniciativa surgiera del propio comité de salud de los trabajadores forjó una transmisión "horizontal", gracias a la cual cada empleado funcionó como nexo con otros y, entre todos, "se cargaron sobre los hombros la promoción de la escuela".
Para muestra basta un botón. Roxana Mussim (38), mucama de Oncología Pediátrica del Centenario, lo dice así: "Placer, esto me da placer. Y una enorme felicidad de poder saldar algo que tenía pendiente en mi vida".
Juan Silva (59), jefe del Lavadero, lo describe como "una emoción muy grande" porque creyó que se trataba de "un ciclo ya acabado para él". La vida, dice, le dio "una nueva oportunidad". Y no piensa perderla.