El concepto de vocación suele quedar rodeado de un aura "metafísica", pero algunas personas parecen hechas a medida de lo que hacen. ¿O será al revés, que el hábito hace al monje?
Por Silvina Dezorzi
El concepto de vocación suele quedar rodeado de un aura "metafísica", pero algunas personas parecen hechas a medida de lo que hacen. ¿O será al revés, que el hábito hace al monje?
Al menos en la historia laboral de Medina, que en marzo próximo tomará posesión formal de su cargo de director titular en la escuela donde lleva larguísimos años como maestro primero y como directivo interino después, la docencia con adultos aparece como un lugar en el que se mueve como pez en el agua.
Experiencia bautismal, su primer día frente a un aula no se dio en el cuarto grado de un colegio privado, sino como reemplazante en la misma escuela carcelaria donde acaba de revalidar oficialmente su desempeño: después de un proceso de capacitación y evaluaciones que duró un año y medio, el maestro se quedó con 270 puntos, sobre un máximo de 300. Un muy preciado 9 en la escala de 1 a 10.
Pero a Medina no le alcanza con ser director en la escuela del penal, donde tratan de terminar la primaria entre 100 y 120 alumnos privados de su libertad (más otros 70 que estudian en la Unidad 6 y dependen del mismo establecimiento), sino que también enseña en una primaria nocturna del barrio Las Flores. Otra bicoca.
En su "tiempo libre", todo un decir, está terminando la Licenciatura en Sociología, donde ahora lo espera la tesina. Su tema versará, no podía ser de otro modo, sobre "cómo impactó la década del 90 en la escolaridad de los pibes".
Reflexionar sobre la práctica. De eso se trata: Medina se pregunta por la edad promedio de los jóvenes reclusos que intentan terminar su primaria en la cárcel: entre 23 y 24 años. La cuenta retroactiva del momento en que esos chicos perdieron su escolaridad lo lleva a los años 90.
Los que quedaron afuera
"Y ahí ves clarito por qué son los más vulnerables del sistema", dice: "Pibes en escuelas expulsivas, que en su enorme mayoría iban al comedor, que luego abandonaron por sobreedad, que a los 11 o 12 años entraron en «malas juntas», que a esa misma edad se empezaron a drogar, con padres que habían perdido el empleo y madres que de golpe salieron a trabajar, y para los que el 2001 fue otro quiebre...".
La caracterización no es ociosa ni se agota en lo descriptivo. "Es que yo busco entenderlos mejor", dice Medina, para lo cual —además de estudiar mucho— "ofrece la oreja, que es lo primero que tiene que poner un docente carcelario".
Porque "la cuestión que marca acá es el encierro", afirma, un eje donde hay que trabajar sin invadir para que cada uno cuente su historia para, quizás, poder revisarla.
Todo ese bagaje, toda la experiencia en el penal, se sumó a la exhaustiva formación en módulos con entrega de trabajos, una entrevista y un examen final del concurso de ascenso en que quedó bien parado. Muy contento y dispuesto a reconocer el "acompañamiento" de la gestión educativa en Santa Fe.
Y con todo, no se "la cree", convencido de que un "examen es como una foto, en que se puede salir bien o mal", porque "hay compañeros que rindieron mal y sin embargo son muy capaces".
¿Un deseo?, pregunta LaCapital. "Que muchos maestros tengamos vocación para seguir defendiendo derechos, propios y de nuestros alumnos, en un momento en que a nivel nacional se van perdiendo", dice.
Los que se vienen
La ministra Balagué adelantó que en el 2018 se llamará, por décimo año consecutivo, a un concurso de ingreso a la docencia para los niveles inicial, primario y especial. Y habrá otra novedad "histórica", un concurso para la educación superior, similar a los que se hacen en la Universidad para jerarquizar al máximo a los formadores.