Barrio Rucci amaneció repleto de pasacalles con consignas que ponen en evidencia el hartazgo por la delicada situación de inseguridad que padecen desde hace tiempo los vecinos de esa populosa franja del norte rosarino. La inédita situación expone una peligrosa manera de legitimar conductas que pueden desembocar en hechos o resultados irreparables. “Seguridad o plomo”; “El barrio se respeta”; “Rastrero, no llamamos a la policía, matamos”, se podía leer en algunos carteles cruzados en varias esquinas.
El jueves pasado, unos 70 vecinos de barrio Rucci Este, del lado donde se levanta la parroquia Natividad del Señor del padre Ignacio, se congregaron espontáneamente en la intersección de Palliere y la colectora de Circunvalación. Quemaron cubiertas y destilaron bronca ante la nula presencia policial y la irrefrenable ola de delitos y robos que sufren cotidianamente.
Al término de la reunión, de la que participaron vecinalistas, hombres y mujeres que crecieron en el barrio y muchachos más jóvenes, un grupo dio vuelta los pasacalles con los nombres de los candidatos como irónica paradoja del descrédito hacia las proclamas de campaña, y en el reverso escribieron consignas que exponen un peligroso mensaje hacia la sociedad, y al mismo tiempo interpelan a las autoridades.
“El barrio se respeta”; “Rastrero, no llamamos a la policía, matamos”; “Te linchamos”, y el dibujo de un arma de fuego en un extremo del pasacalle. Otros carteles hacían referencia a la “Justicia por mano propia”. Y el más leve informaba sobre “vecinos en alerta”.
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La Capital recorrió el barrio que alberga a más de 10 mil vecinos. “Una ciudad dentro de otra”, como lo definen los propios habitantes del complejo levantado en 1978. Un informe publicado por este diario el 2 de mayo dio cuenta de que a pesar de esa densidad poblacional y la dinámica del lugar, apenas dispone de un solo patrullero y seis policías. “Todo sigue igual que entonces”, contó desmoralizado José Bouman, vecinalista de Rucci.
En esas condiciones no hay manera de poner freno o prevenir la constante ola de robos en las casas, de las batería de los autos, de los cables de telefonía e internet, los arrebatos y tironeos a mujeres y niños y adolescentes por celulares.
Por eso decidieron visibilizar el reclamo y plantaron bien a la vista los pasacalles para hacer una peligrosa advertencia.
“La gente está cansada, hace dos semanas que estamos sin teléfono e internet por el robo de cables, te roban las baterías y nunca hay patrullaje. Pero el tema de los carteles es un exceso, desmedido y fuera de contexto”, indicó Melisa, una comerciante del barrio.
A la hora de referir quiénes colgaron los pasacalles, ella y sus clientes señalaron que “es gente grande, y algunos muchachos mas jóvenes, incapaces de llegar a ese extremo de justicia por mano propia. Son de trabajo, pero el tema es que están indignados”, justificaron.
Otra vecina explicó que los carteles fueron colocados por un grupo de hombres “que decidió montar una vigilancia nocturna y diurna. Se asignan turnos y caminan las calles”, indicó.
“Están comunicados si identifican a alguien en actitud sospechosa o suena una alarma”. Pero no se sabe cómo pueden reaccionar. Porque si bien nadie lo confirmó o desmintió, los carteles abren la posibilidad de que se estén armados.
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"Seguridad o plomo" una de las consignas que escribieron los vecinos.
Foto Celina Mutti Lovera
“La madrugada del lunes sacaron corriendo a tres que venían de La Cerámica. La gente se arriesga porque no hay policías. Vienen para algunas fechas particulares, pero después desaparecen”, aportó.
Debajo de una persistente llovizna, un hombre se acercó a un salón de ventas de Gómez Cornet al 2300. Desde allí se ve uno de los pasacalles que plantea una peligrosa disyuntiva. “Seguridad o plomo”, escrito en aerosol sobre un lienzo que cuelga de un poste de luz y un árbol en Concolorcorvo y Gómez Cornet.
“Si encuentro a uno en mi auto, lo parto al medio. No estoy de acuerdo con eso de linchar a un cartonero, no voy a llamar a nadie para pegarle a un ladrón. Pero ¿vos qué hacés si te corren cinco tipos. Si tengo un fierro (por una pistola) les tiro”, sentenció.
Y describió el estado de ánimo de los vecinos. “La gente se hartó. Levantas el teléfono y no anda, tampoco tenés internet. Salís a la calle y te das cuenta de que te robaron la batería del auto y le afanaron a tu vecina. Acá no hay chorros, porque es toda gente trabajadora. Los chorros son de Zona Cero y La Cerámica, donde hay traficantes que andan con metras”, aseguró.
Criada en el barrio desde enero de 1978, Sandra se despachó mientras miraba el pasacalle. “Lo sufrí con mi hija, que es maestra, cuando dos tipos en moto le rompieron toda la chaquetilla para robarle un celular, y ella es una laburante como todos en este barrio. Todos sabemos que te matan por cualquier cosa, no se justifican estos carteles, pero estamos hartos y yo también haría justicia por mano propia. Ya no se puede vivir así”, remarcó.
Para la mujer, un factor negativo para aumentar la vigilancia sobre el barrio es el poco movimiento en la iglesia Natividad del Señor. “Cuando Ignacio daba misas todos los días había luz, policías, cortaban el césped de las plazas. Ahora se nota que no hay actividad como antes”.
De hecho, uno de los pasacalles que dice “Rucci se planta” fue ubicado en la reja que recubre la iglesia. Un espacio que hace décadas tracciona fieles y obliga a destinar servicios, pero que hoy está con una agenda reducida por la pandemia, y el barrio lo siente.
Sin patrulleros
Para José Bouman, referente de la vecinal Rucci, “nunca pasó algo así, hay un total descontrol. A tal punto que nada cambió desde hace unos meses. Ahora, como la comisaría 10ª se quedó sin móviles, se llevaron el único patrullero que teníamos en el barrio, que de por sí ya tiene una dotación escasa, de dos policías por turno”.