La sonda europea Rosetta, que acompañó ayer a un cometa en su paso más cercano al Sol en su trayectoria está comenzando a dar pistas fascinantes que ayudan a comprender el origen de la vida en la Tierra, como por ejemplo que el cuerpo celeste no es "una bola de nieve sucia" sino que está compuesto por materia orgánica, según precisaron los científicos.
A las 2.03 GMT (23.03 del miércoles), el cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko, que se encuentra a 186 millones de kilómetros del Sol y 265 millones de la Tierra, alcanzó su perihelio, es decir el punto más cercano al Sol de su órbita elíptica de seis años y medio.
Este paso por el perihelio reviste especial importancia porque es la primera vez que una sonda espacial observa de cerca a un cometa durante ese agitado período.
Al aproximarse al Sol, el cometa de unos 4 kilómetros de diámetro y forma irregular, formado por hielo, minerales y partículas con carbono, conoce una actividad creciente. De su núcleo escapan chorros de gas y polvo cada vez más intensos, según pudo observar la sonda, que hace un año escolta al 67P tras una década de viaje interplanetario desde la Tierra, con la que se comunica a través de ondas de radio.
Según la Agencia Espacial Europea (ESA), el cometa estuvo "muy activo" ayer, con importantes proyecciones de gases y polvo. "La sonda está en perfecto estado de funcionamiento, y sigue su periplo" junto al cuerpo celeste que comienza ahora a alejarse del Sol, dijo Sylvain Lodiot, responsable de las operaciones en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales, situado en Alemania.
Jean-Yves Le Gall, presidente de la agencia espacial francesa CNES, acotó que Rosetta permanece "al acecho". "Estamos recibiendo datos extraordinarios y la cosecha continúa", precisó.
El objetivo de la misión, proyectada hace más de 20 años, es comprender mejor el Sistema Solar desde su nacimiento, ya que se considera que los cometas son vestigios de su materia primitiva.
Revelación. Antes de las observaciones de Rosetta y su robot Philae, que sigue posado en el 67P, los astrónomos pensaban que los cometas estaban compuestos fundamentalmente de hielo y un poco de polvo. Eran como "bolas de nieve sucia", explicaban.
"Para nada", aclara Jean-Pierre Bibring, del Instituto de Astrofísica Espacial de Francia. "Ahora sabemos que el cometa está compuesto principalmente de gránulos de materia orgánica —moléculas inertes con carbono y nitrógeno— formadas antes incluso de la formación del propio cometa".
"Estamos convencidos de que fueron ese tipo de gránulos los que posteriormente tuvieron la posibilidad de viajar y sembrar nuestros océanos", asegura Bibring. "Eso es lo fascinante, gracias a Rosetta y su robot Philae, estamos convencidos de que se trata de la materia primordial que una vez sembrada en nuestros océanos hizo posible la emergencia de la vida". "Obviamente, la gran pregunta es cómo se pasó de allí a la vida".
"La visión que teníamos del Sistema Solar era equivocada. Todo proviene de la misma materia original, que tiene la misma edad, unos 6.000 millones de años. Pero cuando observamos a Marte, Venus, Mercurio y la Tierra, ninguno se parece. Y cuando comparamos nuestro Sistema Solar con otros más lejanos, no hay dos que se asemejen".
Ante tal diversidad queda planteada la pregunta que todos se hacen: ¿Qué es lo que hizo que la Tierra sea como es, cuál fue el proceso? En esa reflexión, asegura Bibrin, la observación del cometa es "un paso muy importante".
La misión Rosetta se planeó hace 20 años, y por lo tanto lleva tecnología del siglo pasado. Aunque muchos de los instrumentos son bastante parecidos a los de hoy, las computadoras que lleva a bordo son obsoletas. La suma total de memoria de que disponen para enviar o recibir instrucciones y almacenar datos es 10.000 veces menor a la que tiene hoy un teléfono inteligente.
El robot-laboratorio Philae, posado desde hace nueve meses sobre el cometa, no da señales de vida desde el 9 de julio. Sus baterías se cargan con dificultad porque se encuentra en una zona de relieve accidentado con escasa exposición a la luz solar. Quedó en un entorno relativamente fresco y eso podría ayudar a que sobreviva a la calurosa aventura del perihelio. "No creemos que Philae se haya quedado definitivamente silencioso", dijo Bibring.
Con sus 11 instrumentos, Rosetta se mantiene por ahora a unos 330 kilómetros orbitando el cometa. Una distancia prudente decidida por los responsables de la sonda para no hacerle correr riesgos con las proyecciones de gas.
Europa prolongó la misión de la sonda hasta septiembre de 2016 y considera incluso la posibilidad de "posarla" lo más suavemente posible en el cuerpo celeste para cerrar su aventura científica con ese encuentro en el espacio.
Actividad creciente. Las mediciones realizadas por la sonda sugieren que el cometa está expulsando cada segundo 300 kilos de vapor de agua (el equivalente al agua que cabe en dos bañeras, según una comparación de la ESA). Esta cantidad es mil veces superior a la que expulsaba hace un año, cuando Rosetta se aproximó por primera vez al cometa. Entonces expulsaba sólo 300 gramos al día (equivalente a dos vasos pequeños de agua). Además de la emisión de gas, los científicos calculan que emite 1.000 kilos de polvo por segundo, creando unas condiciones peligrosas para los instrumentos de la sonda.
A pesar de eso, la nave llegó a situarse a una altura de sólo 6 kilómetros del núcleo para evitar que estos gases dañen sus equipos. Pero ahora está operando a una altura de entre 250 y 340 kilómetros de distancia aproximadamente. Durante el perihelio, la sonda estaba a 327 kilómetros del núcleo.
"Esta semana estamos a una distancia de entre 325 y 340 kilómetros, en una región en la que los dispositivos ópticos que miden la posición de las estrellas pueden operar sin ser alterados por los excesivos niveles de polvo. Si estos dispositivos no funcionan bien, Rosetta no puede posicionarse en el espacio", explicó Sylvain Lodiot.