"Hoy vamos a hablar de una hormiga muy especial. Se llamaba Claudio Lepratti, le decían Pocho y a todos lados iba pedaleando en su bici. Como buena hormiga era solidaria, trabajadora, humilde y buscaba que todos y todas tuvieran los necesario...". Así arranca Pocho Lepratti para chic@s, el nuevo libro infantil de la colección Aventurer@s de la editorial Sudestada, con dibujos de Julio Ibarra y textos del psicólogo y profesor e investigador universitario Marcelo Valko.
Si bien no conoció personalmente a Lepratti, dice que logró acercarse a su figura a través de las charlas que mantuvo con Gustavo Martínez, amigo y compañero en ATE de Pocho. "El me contó detalles tan íntimos de este chico que le dije que iba hacer esa historia", dice Valko, quien además
es autor de Pedagogía de la Desmemoria (2010) y Pedestales y prontuarios (2019), entre otros libros. En la colección para chicos y chicas de Sudestada también escribió los textos sobre Belgrano, Osvaldo Bayer, Pachamama y Descubri-miento de América. Y define a Pocho como "un sembrador de esperanza" cuya historia las nuevas generaciones de chicos y chicas de Rosario merecen conocer para tenerlo como "un ejemplo cercano".
—¿Qué te impactó más de la historia de Pocho?
—Lo que más me impacta de Claudio Lepratti es su necesidad de que las cosas tienen que ser ahora. "El hambre es ahora", decía él. La gente tiene necesidad ahora, ese chico que está cayendo en la droga lo está haciendo ahora. Y habla desde el cristianismo, porque fue seminarista e hizo los votos de castidad y pobreza, pero no de obediencia, porque sus superiores justamente le decían "ya vas a tener tiempo para estar con la gente". Y él no entendía eso, porque decía que ahora había que estar con la gente. Eso me impactó de su historia. Por eso él se fue a vivir "ahora" con la gente, porque el día tiene 24 horas y las urgencias son en cada momento. Sobre todo el hambre. Recordemos el 2001 —el año en el que matan a Pocho— y esa crisis terrible que vivió todo el país y particularmente el Gran Rosario. Y él, que venía de una familia sencilla pero sin privaciones, estaba en esos lugares pauperizados con su bicicleta y su mochila, recorriendo lugares para conseguir papas, cebollas o fideos baratos. Y al armar esos guisos para la escuela donde va a morir —por la Escuela Serrano, de barrio Las Flores— armaba también una contención para esos chicos. Él estaba en el punto de urgencia permanentemente. Y cuando le decían "ese pibe está cayendo", él iba, lo encaraba y lo invitaba a hacer un guiso. Y les entraba por ese lado.
—¿Qué dificultades encontraste para encarar esa historia?
—La gran dificultad que tuve es que en un texto para chicos. Y en un texto para chicos "los buenos" más o menos tienen que ganar y no morir tan mal. Y a Pocho lo matan en el techo de una escuela. Por eso libro termina con un mensaje esperanzador.
—El libro tiene como hilo conductor los mensajes de una hormiga ¿Cómo trabajaste eso?
—Lepratti hablaba de las hormigas, de lo pequeño, como en la canción Crece desde el pie. La fuerza arrolladora de lo minúsculo, lo insignificante. Porque si pisás una hormiga viene otra y después otra. Entonces son invencibles. Esa era su idea, las hormigas juntas son invencibles, porque se encuentran y construyen un camino. Porque acercarte a personas desvalidas, que están cayendo en la delincuencia o la droga a partir de una cebolla o una papa verdaderamente es una tarea de hormiga. Él no hablaba ante multitudes, sino con esos grupos de chicos de los barrios. Y pedaleaba kilómetros, porque a la gente que está persuadida de lo que hace no la detiene nadie. En función de eso, cuando la policía está disparando él se sube al techo de esa escuela y dice esa famosa frase: "No tiren acá solo hay pibes comiendo". Después le van a decir "El ángel de la bicicleta", porque era como un ángel protector este muchacho. Una persona tan buena, valiente, carismática, sencilla y humilde. Todos elementos cristianos que lo van a convertir en esa figura que después de ser asesinado —y eso me lo dijo gente de esos grupos con los que trabajaba— muchos esperaban verlo otra vez aparecer con su bicicleta. Esa cosa ilógica que tiene el inconsciente. Porque dejó un recuerdo verdaderamente imborrable. Por eso las veces que estuve en Rosario vi esas pintadas de "Pocho vive" en las paredes. Lo mismo con la bicicleta.
—¿Por qué los chicos deberían conocer la historia de Pocho?
—Pienso que los chicos, sobre todo los de Rosario, tienen que tener una figura cercana. Belgrano es como un héroe mítico, nadie lo conoció y para los chicos es la bandera. En cambio Pocho es una persona que podría ser cualquier joven, una persona muy cercana que quiere cambiar la realidad de esas zonas paupérrimas de Rosario. Es un ejemplo hermoso a seguir, con cero corrupción, cero delincuencia y drogas, con total fraternidad e inclusión. Un ejemplo maravilloso de cristianismo para muchísima gente creyente. Y para los no creyentes, como en mi caso, impacta esa voluntad del ahora. Yo creo que el problema sigue siendo ahora, con todos los indicadores económicos que vemos a diario. Una vida sin sueños y ni esperanza es una vida desperdiciada, que el viento la puede arrastrar a cualquier parte. Creo que cada uno debe hacer, en la medida de lo posible, algo por sus semejantes. Y Lepratti daba esperanza con esas cosas mínimas de hacer un guiso, enseñar guitarra o filosofía. Daba esperanza con esa guitarra mal tocada o la alegría de tener la panza llena. Y a partir de ahí empezar a pensar, como lo dice Paulo Freire, porque no podemos aprender nada si estamos con hambre. Por eso él empezaba por el principio, por la panza. Además era un sembrador de esperanza y en los cuentos para chicos tiene que estar la esperanza que el bueno gana. Y él de alguna manera ganó, aún muerto.
>> Una lucha de hormiga por la lenta construcción de un mundo mejor
El libro para chicos y chicas de Sudestada cuenta la historia de vida de Claudio "Pocho" Lepratti, quién a fines de febrero hubiese cumplido 56 años. Nació en Concepción del Uruguay (Entre Ríos) en 1966 y fue el mayor de seis hermanos.
En el texto hablan de su infancia y de su ingreso al seminario salesiano, que dejó para vivir en Rosario. "Se rebelaba contra las jerarquías y órdenes de llegar al barrio cada diez días a llevar alimento para las familias más pobres e irse. Él entendía que no era suficiente, era necesario instalarse ahí", señala su hermana Celeste en el libro de Valko.
En su trabajo en Ludueña, fue impulsor de numerosos grupos, como La Murga de los Trapos, Los Pelos Duros y La Vagancia, entre otros.
En el libro infantil de editorial Sudestada, las hormigas se hacen presente en cada página. "Y así —dice casi sobre el final— afloraron miles de Pochos, o mejor dicho de hormigas que trabajan juntas y se suben a esa bici que la violencia creyó dejar vacía pero no... Están yendo y viniendo en la construcción de una primavera de mundos, de muchos mundos, mundos para todos y todas, ¡para todos todo! Es lento, pero viene...".