Los Van Van, la orquesta más representativa de la música popular cubana, está festejando 45 años de carrera con una extensa gira y un nuevo álbum. Hace exactamente un año atrás, la banda que hizo bailar a varias generaciones sufrió un duro golpe con la muerte de su líder, el querido y emblemático Juan Formell, el bajista que creó un estilo y le dio un renovado vuelo a la música bailable. Sin embargo, su hijo Samuel, baterista y director del grupo desde hace una década, decidió ponerse al frente y mantener viva la leyenda de los Van Van. En diciembre pasado, la agrupación editó "La fantasía", un disco que incluye tres canciones inéditas de Juan Formell y nuevas versiones de éxitos como "Es mucho" y "Me basta con pensar". Y también encaró un tour por EEUUy Latinoamérica. Justamente en el contexto de esa gira, los sultanes del ritmo cubanos llegan mañana a Rosario para presentarse, a las 21.30, en Suipacha y Güemes (ex Willie Dixon). En el show repasarán sus clásicos de los años 70, 80 y 90 y mostrarán los temas de su último material.
En charla con Escenario desde La Habana, Samuel Formell habló del legado musical de su padre, remarcó que la salsa cubana es "más heavy y rockera" y aseguró que el gran objetivo del grupo es "trabajar para el bailador".
—¿Qué caracteriza al último álbum de la banda, "La fantasía"?
—Lo más importante para nosotros cuando hacemos un disco es buscar que el público bailador pueda entenderlo y bailarlo. Nuestro imperativo es trabajar para el bailador, en la composición, en los arreglos y la parte rítmica. Pero este disco es especial porque es el primero sin mi padre en la historia de Van Van, entonces hicimos un trabajo en conjunto en la producción general con los mismos músicos de la orquesta, y elegimos temas de otras décadas de Van Van que la juventud de ahora no conoce. También pusimos mucho énfasis en la mezcla y la masterización, para buscar una calidad que no se había encontrado casi nunca en los discos de la banda, y eso le da muchos más méritos al disco.
—Ustedes crearon un estilo. ¿Cómo asumís el reto de mantener el timbre y la sonoridad de la orquesta?
—No es un reto, mantener la sonoridad no es difícil, lo difícil es mantener la preferencia del público (risas). Mi padre siempre decía que la cuestión no era llegar sino saber mantenerse. Y lo que hace que la orquesta se mantenga son las composiciones. Este es un grupo que trabaja mucho con las crónicas, y aquí en Cuba las crónicas están a la orden del día. Nosotros aprovechamos eso para hacer los temas, y además buscamos un balance tanto en los textos como en los arreglos y los tiempos. Lo nuestro tiene que ver con una formación de muchos años. Yo llevo 23 años en los Van Van, es como si hubiera nacido con la banda, porque cuando mi padre la creó yo tenía tres años, y lo vi grabar discos, música para películas y música por encargo. Eso me dejó muchas enseñanzas, aparte, claro, de haber pasado ocho años en una escuela de arte estudiando música. Mi mejor escuela fue la experiencia que viví con los Van Van durante más de dos décadas. Mi padre fue muy inteligente y supo cómo guiarme a mí y a los demás que están en la orquesta para que en el futuro siguiera siendo la misma orquesta, que es la preferida de Cuba.
—¿Qué significa para ustedes celebrar 45 años de trayectoria?
—Tantas cosas... Imagínate que yo tengo 48. Estos 45 años a mí me emocionan mucho. Nosotros tenemos una gran responsabilidad sobre un legado que está vigente. En Cuba todo el mundo pregunta por la orquesta, todo el mundo se preocupa. A mí me paran en la calle a diario 10 ó 15 personas, cuando voy al mercado o cuando voy a echar gasolina, y los cubanos me dicen: "Esa orquesta no se puede caer, confiamos en ti, tienes que ir pa' delante" o "te felicitamos por el nuevo disco, qué alegría que sigan trabajando". El público cubano nos apoya mucho en ese sentido y nuestro trabajo es hacerlos bailar. Ese es nuestro objetivo y celebramos estos 45 años así, trabajando.
—¿Cuál fue el mayor legado de tu padre?
—Su obra musical, que es muy extensa, que tiene más de 300 canciones. Muchos cantantes importantísimos grabaron sus canciones, como Harry Belafonte, Gilberto Santa Rosa, Juan Luis Guerra y Rubén Blades, además de grupos de salsa de todo el mundo. Esa es la obra que nosotros tenemos que defender y sacar a la luz para que la conozcan las nuevas generaciones.
—Tu papá una vez dijo "la salsa no existe, lo nuestro es más duro". ¿A qué se refería exactamente?
—Nosotros no hacemos salsa, hacemos songo, que es música original cubana. La salsa no es más que un nombre comercial que inventó Jerry Masucci hace muchos años en Nueva York. Pero nosotros nunca la llamamos así. El género musical es el songo. En Cuba tocamos una salsa más heavy, más pesada, más rockera, en el sentido de los golpes y el funcionamiento del piano, el bajo y la percusión. Son otros códigos que sí, funcionan sobre la misma clave de la música cubana, del son o de la rumba, pero definitivamente fuimos evolucionando en cuanto a enriquecimiento de ritmos y enriquecimiento armónico y melódico, y así marcamos una diferencia en la música cubana y en la música en general.
—¿Creés que tu padre recibió en vida el reconocimiento que se merecía?
—En vida recibió un Grammy latino a la excelencia, que se lo entregaron en 2013. Fue el primer cubano en recibir este premio. Hay grandes artistas cubanos que también se lo merecen, pero la vida fue muy buena con él, se lo entregaron en el momento justo. Nosotros tenemos cinco nominaciones al Grammy latino y un Grammy norteamericano además, que fue el que obtuvimos en el año 2000 con el disco "Permiso que llegó Van Van". Eso te da una medida de que ya había un reconocimiento a su música, pero además, en Cuba, su música siempre ha sido muy reconocida y respetada por las antiguas generaciones y también por las nuevas. Hoy en día hay grupos de niños y jóvenes que reproducen la música nuestra, y eso es un orgullo.