Si bien hoy España está viviendo una crisis importante de origen económico no podemos olvidar el éxito obtenido desde el posfranquismo, instaurando una democracia que logró funcionar a pleno luego de cuatro décadas de autoritarismo. Y sólo un hito puede explicar la clave de ese éxito, el Pacto de la Moncloa. ¿Pero qué fue el Pacto de la Moncloa? Fue la firma de dos documentos históricos en los que representantes de los principales partidos políticos, sindicalistas y otros representantes de la sociedad se comprometieron en octubre de 1977 a seguir un programa político y económico con medidas tendientes a estabilizar la administración de un país acechado por la pobreza, el desempleo, la inseguridad y la falta de inversiones, para sustentar el desarrollo económico, político y social de su pueblo. La clave de ese acuerdo fue la predisposición al consenso entre todos los sectores políticos. No fue un acuerdo sencillo, pero se hicieron concesiones y llegó a un acuerdo histórico, algo más que una declaración de principios. Ese pacto fue hijo de la necesidad del momento. El gobierno de entonces había logrado el 35 por ciento de los votos, la oposición estaba fragmentada y las calles llenas de manifestantes. Esto era España del 77, muy parecida a la Argentina de 2013. Los dirigentes de ese momento hicieron conocer el acuerdo a través de la televisión, algo que conmovió a los analistas políticos y económicos de la época, por su sinceridad y estilo directo. Nuestro país, Argentina, ha demostrado un deseo inequívoco de renuncia a la imposición como vía para resolver los conflictos, porque la oposición es parte del poder y no puede ignorarse su peso en decisiones trascendentales. Desde mi humilde lugar de ciudadano de a pie, pido a nuestros políticos y gobernantes no más agresiones, basta de corrupción. A nuestros empresarios, basta del sálvese quien pueda. A nuestros obreros, basta de consignas huecas y bombos estridentes e inútiles. Recuerden ustedes una frase de Perón que nuestros dirigentes no tienen presente porque no les conviene: “Sea cada uno artífice de su destino, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”. Por nuestra patria, por nuestros hijos, tengamos la grandeza de construir nosostros también nuestro Pacto de La Moncloa.