Nunca se había visto con tanta claridad la ejecución de un afroamericano a manos de un policía blanco como la que ocurrió hace unos días en North Charleston, en Carolina del Sur. Luego de ser detenido por una infracción menor (rotura en un faro trasero del auto), Walter Scott mantuvo una discusión con el policía Michael Slager. Scott se alejó del lugar trotando y de espaldas y el policía lo fusiló con ocho disparos. Ya en el piso, de lo que se aprecia es un área verde de un parque, Slager increíblemente le colocó las esposas a Scott, seguramente ya sin vida, como si temiera que se fugara.
El video con esas imágenes fue filmado con un teléfono celular, seguramente de gran calidad por la perfecta definición de las imágenes, por un vecino que lo entregó al diario The New York Times. Incluso se escucha perfectamente el sonido de cada uno de los disparos. (Ver en Google con: nytimes video police shooting)
Una vez subido a internet, de inmediato se transformó en un escándalo, que llevó a las autoridades a echar de la fuerza al policía y acusarlo por asesinato. ¿Qué hubiera pasado sin la existencia del video? Probablemente el policía hubiera argumentado que fue atacado y tuvo que defenderse. Hubiese sido la palabra de un respetado oficial de la policía contra la de un afroamericano (que huyó de la escena porque tenía pedido de captura por no pagar las cuotas alimentarias de sus hijos), por lo que el caso no se hubiera investigado mucho más. ¿Cuántas situaciones similares, no sólo en Estados Unidos, habrá en fuerzas policiales imbuidas de un prejuicio racial, que así envalentonadas por una sensación interior de superioridad maltratan a las minorías?
También esta semana, otro policía blanco mató a un afroamericano en la localidad de Tulsa, estado de Oklahoma. El crimen quedó registrado en un video y se observa con nitidez cómo un policía le dispara a un hombre negro que escapaba a pesar de que ya había sido reducido por varios oficiales. El policía argumentó que se trató de un “error” y que en realidad quiso usar su arma Taser, que dispara sólo cargas eléctricas. ¿La Justicia le creerá? Será muy interesante conocer el fallo definitivo del caso.
Ejemplos de discriminación racial y abusos contra la minoría negra de los Estados Unidos, cerca de un 13 por ciento de la población del país, no son nuevos y hasta el propio presidente Barack Obama ha comentado alguna vez cómo el solo color negro de los jóvenes que ingresan a un centro comercial atraen las miradas de los guardias.
El año pasado en la pequeña localidad de Ferguson, en el estado de Missouri, un chico negro de 18 años llamado Michael Brown fue fusilado por un policía blanco, hecho que encendió levantamientos violentos en todo el país. Hubo videos del caso pero no fueron concluyentes como el del fusilamiento de Scott hace una semana en Carolina del Sur.
En Ferguson, la policía cuenta con 53 agentes, de los cuales sólo tres son negros. De los seis concejales de la ciudad, sólo uno es afroamericano y nunca ha habido un alcalde de color. Sin embargo, un tercio de los 21 mil habitantes de la localidad son afroamericanos.
Buchenwald. Hace exactamente siete días, pero 70 años atrás, se conmemoró en Europa, especialmente en Alemania, la liberación de Buchenwald, el campo de concentración nazi más importante dentro de territorio germano. Por Buchenwald, en las afueras de la ciudad de Weimar, pasaron hasta 112 mil prisioneros, pero cuando las tropas norteamericanas llegaron sólo quedaban cerca de 21 mil escuálidas personas que habían sido despojadas de su condición humana. En esta fecha recordatoria se volvieron a exhibir fotografías y una filmación del 11 de abril de 1945 donde se ven montañas de cadáveres apilados por todas partes, militares sorprendidos de lo que estaban viendo mientras trataban de protegerse del hedor insoportable a carne humana en descomposición que no había sido cremada en los hornos. Fue tal lo espeluznante de la escena encontrada en Buchenwald que el general norteamericano Walton Walker obligó a los residentes de Weimar, ciudad ubicada a pocos kilómetros del campo nazi, a marchar hacía allí para que vieran la escena dantesca y el crimen masivo cometido por sus compatriotas.
Weimar, paradoja de la condición humana, fue la cuna de los grandes poetas y filósofos alemanes de todas las épocas –Goethe y Schiller– y coexisitó con la barbarie de Buchenwald durante varios años a poca distancia. En Weimar también nació la República alemana en 1919 que instaló la democracia y la Constitución, devastada luego por el nazismo.
Buchenwald, contrariamente a otros campos como Auschwitz, no estaba únicamente dedicado a la “solución final” del pueblo judío, cuyos integrantes no eran allí mayoría. Ese campo albergaba, además, a un conjunto heterogéneo también considerado “especies subhumanas” y "enemigos del Estado", como los gitanos, homosexuales, comunistas, testigos de jehová, soldados rusos capturados, combatientes de la resistencia francesa y hasta 500 españoles republicanos que habían luchado contra el dictador Franco.
Miles de los prisioneros fueron ejecutados sumariamente por los guardias de las SS o morían de inanición y enfermedades mientras eran obligados a trabajar en fábricas de armas. El campo tenía varios hornos crematorios, que fueron registrados en las fotografías tomadas por los aliados. Incluso en uno de ellos se halló un cuerpo parcialmente cremado, en medio de un cuadro generalizado de horror, locura y muerte.
En Buchenwald se hicieron experimentos médicos con prisioneros con distintos virus y enfermedades, como el tifus. Carl Vaernet, médico de las SS, llevó también a cabo una serie de experimentos que, según decía, iban a curar a los homosexuales.
¿Cómo se explica tamaña pérdida de la condición humana?
Hipótesis. Algunos psicoanalistas que han abordado la temática de la violencia consideran que los perpetradores de crímenes masivos están deshumanizados porque carecen de la capacidad humana de ponerse en el lugar del otro; carecen de la capacidad de identificarse con el otro como sujeto. Para ellos, el otro es tratado como un objeto. Y el otro, al ser un objeto, también es deshumanizado para poder matarlo. Sostienen que si los criminales pudieran sentir lo que sienten los asesinados no podrían cometer los crímenes.
Esta explicación puede abonar la interesante contribución que hizo sobre el tema el filólogo alemán y profesor de lenguas romances Víctor Klemperer, quien además de publicar un diario sobre todo el período nazi mientras sobrevivía a duras penas en Dresde, produjo una obra literaria, “El lenguaje del Tercer Reich” o como le gustaba llamarla en latín, LTI ( “Lingua Terti Imperii”), donde describió cómo el lenguaje fue utilizado por los nazis para introducir en la población los ideales perversos y fanatizados que produjeron la tragedia criminal. No es casual entonces la permanente utilización, en casi todos los discursos de los dirigentes nazis de la época, de la palabra alemana “untermenschen”, que significa subhumanos. Fueron esos "subhumanos" los que eran finalmente utilizados como obra esclava hasta morir o aniquilados directamente a la llegada a los campos de exterminio.
En el pórtico de entrada a Buchenwald se lee la inscripción “Jedem das Seine” (A cada uno lo suyo), distinta a la de "Arbeit Macht Frei" (El trabajo los hará libres) inscriptas en el ingreso a centros de exterminio más conocidos. Sin duda el lenguaje y la deshumanización del otro, del ajeno, han tenido un rol importante en el desarrollo de estos terribles acontecimientos.
Puntos de contacto. ¿Cuáles podría ser los denominadores comunes entre los casos cada día más recurrentes de muertes de afroamericanos a manos de la policía y un pasado no tan lejano de absoluta degradación moral? ¿Alcanzan las teorías multidisciplinarias para explicar un fenómeno que se sigue repitiendo?
Hace dos semanas, en Kenia, una banda fundamentalista islámica irrumpió en una universidad y después de seleccionar a los alumnos cristianos entre los musulmanes asesinó sin más trámite a unos 147 jóvenes del primer grupo.
El fusilador de negros, el otomano victimario de armenios, el nazi perseguidor de "subhumanos", el yihadista que decapita "infieles" o el serbio que masacra bosnios musulmanes, entre otros crímenes a través de la historia, parecen formar parte de un mismo fenómeno: la ideología de lo perverso que todo lo justifica y deshumaniza para allanar el camino a las peores barbaridades.