—Quiero reproducir hoy una carta enviada por un oficial de la policía retirado. La misma se
origina en nuestra reflexión del día 27 de diciembre pasado en el que hablamos de la ausencia de
reconciliación en el país. Dice el oficial retirado: “Señores de Charlas en el Café del Bajo:
he leído (como todos los días) su interesante nota del día 27 de diciembre, y me sentí aludido no
en cuanto se refiere a las personas que no buscan la conciliación entre argentinos, sino todo lo
contrario. Yo fui herido en combate en el año 1975, pleno gobierno democrático, cuando los
Montoneros hacían estragos en la sociedad sin mirar si sus víctimas eran civiles, militares o
policías que solamente trabajan para llevar a sus familias de comer. Me desempeñaba en la Brigada
de Explosivos la cual dio a la provincia varios mártires, por los cuales he pedido que se les
pusieran sus nombres a las calles de la ciudad que llevan números, pero la ingratitud, la soberbia
de los hoy gobernantes, hace que solamente se le ponen el nombre de los que en esos tiempos
mataban, ponían bombas y secuestraban, y son considerados héroes. Hugo Gargarella, oficial (r)
Brigada de Explosivos Rosario. L.E. 6.071.824”.
—En la charla a la que alude el policía dijimos, entre otras
cosas: “...soy testigo de sucesos trágicos, muchas veces cambiados de acuerdo con la
necesidad política, terquedad y estupidez de los bandos en pugna. Por ejemplo: la confrontación
armada entre la guerrilla y las Fuerzas Armadas o la guerra de las Malvinas. Para quienes hemos
vivido esos tiempos, para quienes hemos sido testigos de algunas cosas, no puede menos que
indignarnos la hipocresía de algunos, la mentira descarada, el disfraz que muchas veces se le puso
a los verdaderos hechos y ese rencor que ha quedado en muchas personas de uno y otro signo político
que es un virus peligroso y de vida latente que (¡ojalá jamás suceda!) podría despertar al monstruo
de la muerte”.
—En esta columna hemos repudiado el accionar, desmedido, de los
que condujeron la lucha contra la subversión. Pero no pertenecemos a esa clase de hipócritas que en
su momento apoyaron o callaron ese accionar irracional y después terminaron siendo ilustres
panqueques progresistas. Este mismo pensamiento lo expusimos, junto con otros colegas (¿te acordás
Antonio?) en una recordada reunión de periodistas con la plana mayor del Comando de Segundo Cuerpo
de Ejército en los tiempos de las balas y de las bombas. ¡Estaban muriendo inocentes! Pero con el
mismo énfasis sostuvimos entonces, y lo seguimos sosteniendo hoy, que muchos líderes guerrilleros,
terroristas inescrupulosos, mandaban matar a cualquier inocente que caminaba por la calle. Sin
contar los secuestros que eran un gran negocio y cuyo grueso algún progresista latinoamericano
después “mejicaneó”. Sin contar, (y sigo) como después secuestrados y secuestradores se
abrazaron en pomposos banquetes allende el río Uruguay, mientras aquí murieron inocentes de uno y
otro bando, entre ellos pobres soldaditos, policías, civiles de los que pocos se acuerdan. Pero la
hipocresía y el mamarracho argentino hace que la justicia sea para unos, pero no para todos. Así
estamos, pobres y desencontrados, y algunos estúpidos con el resentimiento rayano en odio entre las
manos”.
Candi II
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