—En la columna de hoy voy a referirme a tres temas puntuales que son un humilde reconocimiento personal a ciertas acciones y personas. En el primero de los casos se trata de un oftalmólogo rosarino, integrante de la cátedra de oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario, y reconocido profesional en nuestra ciudad y más allá de los límites de la misma. Se trata del doctor Gabriel Bercovich. Puede significar para mí el riesgo de su descontento referirme a su persona, porque sé que es un hombre humilde de corazón, de perfil bajo, que hace permanentemente tzedaká (significa acción justa, buena, caridad). Este profesional rosarino le ha devuelto la vista a muchas personas de ningún recurso económico ni obra social, es un creyente respetuoso de Dios, estudioso de la Biblia, gran profesional y persona. Yo he mencionado algunas veces, al referirme a los médicos que honran la profesión y que conozco, a Gabriel en esta columna. Quiero decir que ha iniciado una nueva etapa en su carrera, atendiendo en una nueva clínica junto con otros médicos de prestigio. No podía dejar pasar esta oportunidad para felicitarlo y desear que siga gozando del éxito que Dios concedió a esta persona que hace de su profesión un servicio al prójimo.