-Creo que a diferencia de quienes tienen claro desde la infancia qué es lo que desean para su vida, en mi caso el periodismo fue llegando por múltiples factores, que pude ir reconstruyendo a la distancia, con el paso del tiempo. En primer lugar, no es menor la presencia del diario en papel en la casa familiar, todo un rito; o escuchar la radio en los viajes en auto con mi vieja, o los partidos de Estudiantes con mi viejo y mi hermano (por radio, claro). Ya en el secundario las prácticas en el estudio radial del colegio secundario, en el Complejo Educativo Alberdi, que tenía (y todavía tiene, con distinto nombre) dos terminalidades: Bachillerato en Comunicación y Bachillerato en Biotecnología, que fue justamente la que yo elegí. Estaba convencido de que quería estudiar esa carrera, que me sigue pareciendo fascinante. Pero en 1996, una vez terminada la secundaria, participé de un intercambio cultural con American Field Service (AFS) y estudié un año más en una secundaria de Johannesburgo, en Sudáfrica. Como parte de ese intercambio (que me abrió la cabeza a un mundo completamente diferente, multicultural, con las heridas abiertas del post apartheid) solíamos participar de encuentros para contar nuestra experiencia y así fuimos a algunas radios. Creo que ahí sucedieron dos cosas. Por un lado, entendí que muchas veces hay preconceptos que nos limitan, y que cuando nos despojamos de esos preconceptos podemos moldear nuestra propia historia: yo dejé (o tuve que dejar, para poder convivir) mi timidez a un lado y me dí cuenta que disfrutaba contando historias. Por otra parte, volví a conectar con el poder de la radio, que había vivido en el colegio a menor escala, y me fascinó. Cuando volví a Rosario, empecé a cursar Biotecnología, pero ya no funcionó. Al mes empecé a estudiar periodismo en TEA Rosario (que actualmente lleva el nombre Instituto Periodismo Rosario, donde soy docente desde hace 20 años), donde tuve grandes docentes, entre ellas a Carolina Taffoni, que fue mi profesora de entrevista. Ya en tercer año ingresé como pasante en Rosario/12, donde me terminé de moldear como periodista, con compañeras y compañeros de muchísimo talento y generosidad. Ahí empecé a entrevistar pero con el pulso de la coyuntura, aunque ya creo que había un modo que todavía sostengo, que es el de privilegiar la escucha por sobre la presencia protagónica de quien entrevista.
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-La lista de entrevistados es heterogénea, aunque excluye todo rasgo de pasatismo o frivolidad. Contamos algo del proceso de gestación del libro y del porqué de la elección de los entrevistados.
-En principio, creo que la ausencia de frivolidad y pasatismo está dada por lo que a mí me interesa del periodismo (generar contenidos que perduren, que fomenten miradas críticas) y, también, porque en mi formación y recorrido periodístico pude desarrollarme en medios donde la frivolidad y el pasatismo no tenían lugar. Poco tiempo después de dejar Rosario/12 (en diciembre de 2017), Horacio Vargas, Perico Pérez y vos me convocaron para hacer entrevistas para Barullo, la revista de cultura que los tiene como editores. Y, poco después, también vos mismo me llamaste para realizar entrevistas destinadas al espacio exclusivo para suscriptores de La Capital. En esos medios pude profundizar el perfil de entrevistas que antes mencionaba, donde la escucha es lo primordial, donde el protagonismo (y así lo creo sinceramente) tiene que ser de la persona entrevistada y en mi caso, como entrevistador, tengo que lograr un ámbito de confianza y respeto para que las reflexiones puedan fluir. Que haya podido hacerlo tiene que ver con que en ambos casos (tanto en Barullo como en La Capital) hubo una gran apuesta de parte de quienes toman decisiones: en tiempos de consumos instantáneos y urgentes, apostaron por darle (mucho) lugar a entrevistas que, por la mirada de las personas entrevistadas, tienen sustento, reflexión, análisis y crítica. El año pasado Horacio Vargas me propuso reunir esas entrevistas en un libro. Algo que a mí no me convencía demasiado, porque me parecía un artilugio simplista para llegar a publicar un libro. Pero Horacio me hizo ver que había una trama en esas entrevistas. Y tenía razón. Y así lo consideró también Perico, que decidió publicarlo en Homo Sapiens. Entonces que todo eso ahora esté en un libro es algo que no puedo dejar de percibir, con orgullo y cierto pudor, como un gran acto de resistencia. Y respecto a la selección de las personas entrevistadas, fueron muchas, porque el período de entrevistas va desde 2019 hasta 2023, y podría decir que todas son de muchísimo valor, pero el primer corte de selección que hicimos tuvo que ver con que los contenidos de esas entrevistas no estuvieran marcados por la coyuntura. Hay entrevistas que me siguen gustando mucho, pero ya no son representativas del presente de esa persona (ya sea artístico, periodístico, político). Y después confié en la mirada de los editores: además de Vargas y vos, claro, convocamos a Beatriz Vignoli para que editara los textos. Beatriz es una de las periodistas, críticas y escritoras más talentosas que tenemos en Argentina, y que se haya sumado es también un enorme orgullo. Ella le dio un ordenamiento a ese conjunto de entrevistas, aportó datos, le dio forma a las reseñas biográficas, terminó de completar el sentido. Y así llegamos a un total de veinte entrevistas, que daban como resultado un libro de más de 300 páginas, un libro casi imposible de editar en los tiempos que corren. Hicimos un nuevo recorte y cerramos en quince entrevistas: Liliana Herrero, Elvio Gandolfo, Patricia Suárez, Reynaldo Sietecase, Coki Debernardi, Jorge Fandermole, Sandra Corizzo, Nélida Argentina Zenón, Rodolfo “Cholo” Montironi, Rubén “Chivo” González, Jorge Molina, Héctor Ansaldi, Luis Machín, Chiqui González y Pablo Feldman.
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Rodolfo "Cholo" Montironi.
-Más allá de la diversidad a la que anteriormente aludía, la palabra “Rosario” es el gran agrupador de los nombres elegidos. ¿Creés que la ciudad constituye un paisaje cultural en sí misma?
-Sin duda. Aunque es un paisaje variable, a veces difuso. Siempre profuso, aunque muchas veces los poderes del Estado hagan todo lo posible para invisibilizarlo. Y menciono a “los poderes” porque creo que dentro de un mismo Estado hay tensiones e intereses opuestos. No hay políticas culturales públicas que no se vean mediadas, o afectadas, por los organismos de control, por las áreas tributarias, por quienes deben atender a los intereses comerciales, entre otras. Ahora bien, si analizamos las vicisitudes históricas del devenir cultural de esta ciudad, la capacidad de sobreponerse a las dificultades es, también, una característica que constituye a la cultura rosarina. Como así también la cercanía, la confraternidad que (salvo deshonrosas excepciones) permite encuentros y cruces. Hay una cultura de la mixtura que es característica, y que seguramente sea más evidente en la música, pero que se hace presente en múltiples lenguajes. Y hay tradición, como también conservadurismo, innovación, búsquedas comerciales y experimentales. Quizás haya cada vez menos espacio para el under, lo que representa todo un problema, porque no hay cultura posible sin contracultura. En definitiva: hay, sí, un gran paisaje, aunque muchas veces lo que escasea es un público dispuesto a apreciarlo si no lleva un sello comercial (o porteño) que lo valide.
-¿Hay alguna situación puntual o anécdota que quieras rescatar de los reportajes?
-Creo que más que anécdotas puntuales, lo que rescato ahora con el libro es la aparición de un hilo conceptual que describe Beatriz en el prólogo, y que tiene que ver también con la pregunta anterior: al leerlas en conjunto (en un conjunto donde también calzarían a la perfección otras tantas personas entrevistadas), las entrevistas muestran un entramado sobre los modos de hacer cultura, periodismo y gestión cultural en Rosario. O fuera de Rosario, pero con la marca indeleble de lo que esta ciudad genera.
-La ultraderecha gobernante agrede a la cultura en todas sus formas, con apoyo popular, para colmo. ¿De qué manera luchar contra el consenso del odio?
- Lamentablemente las ultraderechas irrumpen de forma cíclica en todas partes del mundo. Y, en cada irrupción, arrasan con la cultura y los derechos adquiridos, marginando, denigrando. Esas irrupciones odiosas, violentas, no pueden despertar menos que violencia, generando un todos contra todos que no es más que una espiral de odio. Se puede responder al odio con más odio, con más violencia; es instintivo, natural. Comprensible, sí, pero ineficaz y peligroso, es un arma de doble filo donde sólo triunfa la destrucción. La lucha contra el consenso del odio es larga, debe ser paciente, constante, algo que resulta casi inviable en los contextos a los que, precisamente, nos someten las ultraderechas. Vuelvo entonces a los actos de resistencia: editar libros, escuchar a quienes reflexionan desde el peso de su experiencia pero también escuchar a las juventudes, fomentar las miradas críticas, grabar discos, montar obras de teatro, hacer películas (quizás la más titánica de todas estas tareas, en los tiempos que corren). Tratar de generar producciones culturales que perduren y encontrar las estrategias para que esas creaciones tengan llegada y consumo. Y, por supuesto, está lo estrictamente político (o político-partidario, porque en definitiva todo accionar es un hecho político), donde las responsabilidades son, o deberían ser, bien claras y representativas de los sectores que se oponen a esas ultraderechas. Ante la irrupción y el avasallamiento de derechos creo que no puede haber laxitud ni medias tintas, discursos ambiguos y oportunistas. También desde la política, y ya no solo partidaria, hay que buscar fortalecer lazos y generar vínculos duraderos, en medio de una cultura de la fugacidad donde las redes imponen un modo de acercamiento fragmentado, veloz y, muchas veces, insustancial. Hay que dejar a un lado la idea de que el presente y futuro de una sociedad se pueden dirimir desde una tribuna virtual donde mostramos siempre los fragmentos lúcidos y agraciados de nuestra existencia, porque el mundo se construye también con imperfecciones y errores, pero sobre todo en relación directa, real, con otras y otros. Con diferencias, seguramente, pero con empatía hacia quienes nos rodean.
En sociedad
“Voces de Rosario” será presentado el martes 11 de junio a las 18.30, en el auditorio de la librería Homo Sapiens, Sarmiento 829.
En la ocasión el autor estará acompañado por Beatriz Vignoli, Perico Pérez, Sebastián Riestra y Horacio Vargas.