La crisis cambiaria de las últimas semanas, que elevó el piso de inflación más allá del 80%, vaticina una fuerte desaceleración de la economía en el segundo semestre. En este contexto, el gobierno se aferra al cumplimiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, mientras negocia un refuerzo de la política social. Mantener la política cambiaria pactada con el organismo internacional es clave para enfrentar las presiones devaluatorias y estimular la liquidación de divisas del agro. Quien describe este panorama es Carlos Seggiaro, un economista con dilatada trayectoria como consultor en el sector agroindustrial y de empresas y organizaciones vinculadas la economía del interior. Docente de la Universidad Nacional de Villa María, aporta su mirada desde el territorio sobre el actual momento económico. Alertó, en ese sentido, sobre las voces que llaman a aplicar una política de shock contra la inflación, se mostró preocupado por la debilidad del consumo y llamó a calibrar las políticas en función de su viabilidad técnica y, también, política. “Si el gobierno sigue adelante con un plan que sea cumplir a rajatabla el acuerdo con el Fondo sin dar una respuesta a las demandas sociales se va a ser difícil la gobernabilidad”, advirtió.
_¿Cuál es tu mirada sobre lo que está pasando en la economía?
_ Las convulsiones tanto en el mercado de capitales como en el de cambios arrancaron a principios de junio, aquel día en que se derrumbaron los bonos en pesos que ajustan por CER. Eso fue generando todo un proceso de aumento de la incertidumbre en todo el sistema en general. Y se elevó tras la renuncia de Martín Guzmán. Obviamente, el mercado no se recuperó y estamos hablando de esta brecha cambiaria que supera el 140%.
_Los indicadores macroeconómicos de la Argentina dan cuenta de una recuperación pero también hay un escenario de alta inflación y crisis cambiaria.
_Hay que mirar la foto y también la película. Si uno mira las estadísticas del último año, hay un proceso de recuperación de prácticamente todos los sectores productivos pero las fotos ya están mostrando una preocupante desaceleración. Y la película que tengo para mirar hacia adelante, con todo este combo que tenemos arriba de la mesa, es un escenario de mayor desaceleración. No sé si llegará a un escenario recesivo, probablemente no, pero en el segundo semestre del año la economía se va a desacelerar. Eso tiene que ver con el hecho de que el proceso de inversión queda parcialmente dañado con todo esta este ruido y porque la hipótesis de una inflación minorista, que estimaba del 70% para este año, ya quedó atrás. Todo lo que ha ocurrido el último mes y medio, sobre todo en la primera quincena de julio con las remarcaciones tan fuertes, elevan ese al 80% y, probablemente, un poco más también. Y eso tiene otras consecuencias porque con una inflación minorista que difícilmente baje del 80% u 85%, es muy improbable que pueda haber alguna recuperación en los próximos meses del poder adquisitivo de la mayor parte de los asalariados, jubilados y cuentapropistas. Y en ese contexto, la debilidad de la demanda es desgraciadamente el escenario que tenemos de cara a lo que resta del año. A veces hablamos de incertidumbre y yo digo estas cosas de la que estamos hablando, son cuasi certezas.
_¿Esta desaceleración era inexorable o viene de la mano de esta crisis inflacionaria y del dólar?
_Es un combo. La recuperación pos Covid fue a una velocidad importante el año pasado porque veníamos de una parálisis. La brecha cambiaria afecta el nivel de inversión pero el escenario inflacionario conspira contra el poder adquisitivo de millones de personas y eso se traduce en un escenario de desaceleración de diversos consumos. Así como otros suben. Conversando con supermercadistas del Gran Córdoba, muchos me decían que los productos que más aumentan la velocidad de rotación en góndola son los fideos y el arroz. Los lácteos están planchados. Y el producto lácteo que más se mueve es el queso cremoso. Por supuesto, todo tiene que ver con lo mismo. El proceso de debilidad en el consumo de millones de personas está arriba de la mesa. Argentina tiene un proceso inflacionario que ya tiene una década de aceleración, en un contexto internacional que también es inflacionario y que impacta sobre la economía argentina, siempre multiplicando los problemas. Yo veo a veces en la oposición política o en algunos medios de comunicación a gente que dice que el gobierno tiene que hacer algo para resolver la inflación inmediatamente, y esos planteos me hacen acordar a Alfredo Casero cuando decía “quiero flan”. Porque es imposible resolver esto en el corto plazo. Las herramientas que tiene el gobierno para enfrentar la inflación en el corto plazo son muy escasas.
_¿Qué otras herramientas tiene que no esté tomando?
_Es prácticamente imposible que puedan tomar medidas que permitan torcer la situación inflacionaria particularmente. El acuerdo con el Fondo Monetario contiene un plan antiinflacionario, pero es progresivo y bastante ortodoxo. Dice que hay que subir las tasas de interés, cosa que está ocurriendo; que hay que equilibrar las cuentas fiscales progresivamente al 2025, y que hay que ir cortando el financiamiento vía emisión hasta alcanzar esa meta prsupuestaria. Es la receta más ortodoxa que existe. Pero el mismo Fondo Monetario dice que si el gobierno argentino hace lo que está escrito en este acuerdo la inflación en el 2025 sería del 25%. Es decir, no hay una receta para resolver esto en el cortísimo plazo. Algunos pueden decir: sí, existe. Una política de shock en la que llevás la cotización del dólar a $ 300, el primer día ajustar toda la tarifas y a los dos meses se acabó la inflación. Pero esa es la paz del cementerio. Destrozás al 80% de la sociedad argentina en términos de poder adquisitivo. Cuando uno mira la política económica tiene que mirar la viabilidad técnica y política. Aplicar un shock en este momento es inviable desde el punto de vista político con todas las complicaciones sociales que tiene la Argentina.
—¿Cómo se llega a este punto de crisis?
—Es el correlato de la crisis que tuvo Macri en 2018 y 2019, que condujo al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y todo lo que vino después. Argentina quedó muy acotada en términos de divisas y siguió así hasta el presente. Este racionamiento de divisas genera muchas presiones desde los sectores importadores y exportadores, porque este es también es un juego de intereses. Los sectores exportadores están ejerciendo toda la presión que pueden para generar algún golpe devaluatorio. Esto está fuera de discusión. En un contexto de debilidad en la gestión de un gobierno también se generan todas las presiones sectoriales en función de los intereses que se quieran defender. Pero la Argentina tiene un proceso inflacionario que ya tiene una década y que la pandemia no hizo más que profundizar, porque se interrumpió la cadena de suministros. Luego, el gobierno incentivó la demanda con una serie de mecanismos pero al mismo tiempo tenés que frenar la importación porque querés controlar las divisas. El resultado es explosivo. Y complejo. No puedo pretender frenar la inflación en unos meses cuando es parte de un proceso explicativo, que ya lleva una década.
—Y si frenás el estímulo a la demanda, planchás el mercado interno.
—Y además pensemos que el acuerdo con el Fondo contiene eso porque establece explícitamente que tienen que subir las tasas de interés. Algo que ya venía haciendo Guzmán sin decirlo y siguió después. Ahora, así estás enfriando la economía. Este es un factor más que hace que uno tenga la cuasi certeza de que el segundo semestre es un escenario de desaceleración de la economía por incertidumbre en inversión, por ajuste de las cuentas fiscales y porque millones personas pierden poder adquisitivo.
—¿Y así se va a desacelerar la inflación? ¿O en Argentina no funciona así?
—En el tiempo sí pero no en el corto plazo. Por eso el argumento del Fondo es: con estas medidas de ajuste vas conduciendo la economía un proceso de desaceleración pero recién vas a empezar a verle la pata a la sota el año que viene. En el corto plazo me resulta imposible pensar que la inflación pueda reducirse en los próximos meses de manera sustancial. Creo que ya estamos hablando de un piso del 85%.Ahora está sobre la mesa una propuesta de desdoblar el tipo de cambio. El Fondo siempre estuvo en contra del desdoblamiento, así que si el gobierno actual quiere ir por ese camino, ún por una cuestión menor como es el turismo extranjero, va a tener que negociarlo con el FMI. El punto para mí más complicado de la gestión no es que quiera seguir adelante con el acuerdo sino que hay sectores dentro del oficialismo que le están reclamando respuestas de tipo social. Este es un punto de conflicto con las organizaciones sociales. Tengo la impresión que finalmente el gobierno van a tener que dar una respuesta desde este lado e imagino que probablemente esa respuesta sea sentarse a negociar el planteo del salario básico universal.
—¿Con qué características?
—Cuando escuché la primera vez hablar de salario universal me pareció un disparate. La segunda vez también. Pero cuando vi a Cristina Fernández hablando de esto el mismo día en que renunciaba Guzmán, leí la presentación que entró al Congreso y vi que, en realidad, lo que plantea es un salario básico para personas de 18 y 65 años que estaría en torno a los $ 22.000 a precios de hoy. Eso tiene un gasto bruto del 1,8% del PBI pero reemplazaría a otros planes. Así que en términos de números uno tendría que ver cuál es el gasto neto. En la propuesta que está en el Congreso da al 0,7% del PBI. No es una cifra tan grosera porque además el Fondo Monetario nunca cuestionó los planes sociales. Sí reclama ajustar tarifas porque los subsidios representaban 4% del PBI. Si el gobierno sigue adelante con un plan que sea cumplir a rajatable el acuerdo con el Fondo sin dar una respuesta a las demandas sociales se va a ser difícil la gobernabilidad. No estamos hablando de economía acá sino que pasamos a otro plano. Pero un plan económico tiene que ser viable técnicamente y políticamente. Veo por ahí colegas haciendo propuestas de política económica que son absolutamente inviables. Si en una situación tan compleja socialmente como la que tiene hoy el país, alguien quiere llevar adelante una política que inconsistente políticamente, la vamos a pasar peor.
—En las últimas semanas se puso en carpeta, la discusión sobre la retención de granos. Como economista de consulta en el sector agropecuario. ¿Cómo estás viendo esa situación?
—La descompresión de los precios en Chicago que viene desde hace tres meses era algo que el mercado tenía que saber porque estaba escrito en el cielo que iba a pasar. Todo el combo internacional, que incluye la suba de tasas de interés en Estados Unidos, induce a un proceso de desaceleración de la economía mundial en el segundo semestre. Era evidente que solamente el conflicto entre Rusia y Ucrania era el factor alcista que estaba jugando en el mercado. Todas las otras señales eran bajistas y se fueron convalidando a lo largo de los últimos meses. Esto pone una situación de tensión en el sector agropecuario y particularmente en el agrícola, porque mientras tanto suben todos los costos de producción medidos dólares. De manera que el productor se encuentra con que su margen de rentabilidad va disminuyendo en un contexto de aumento de los costos financieros. El año pasado el margen fue excelente pero hoy estamos viendo una disminución y con más riesgo climático porque estamos con una hipótesis de otra Niña arriba. Y los productores obviamente tienen expectativa de que haya un cambio en la cotización del dólar del mercado oficial. Yo no veo el gobierno argentino cambiando lo que está acordado con el FMI, que es subir la cotización del dólar oficial en sintonía con la inflación. Además hay que separar el sector agrícola del resto de los sectores. Yo tengo una relación fuerte con el sector lácteo y los productores y las empresas industriales me preguntan cuándo se va a recuperar la demanda interna del mercado. Y la respuesta es que no va a ocurrir en lo que resta del año. Mientras tanto un productor lácteo está viendo que el precio al que vende la leche fluída sube en proporción inferior a los costos. Hay situaciones muy diversas para mirar pero ciertamente el contexto internacional y el combo de elementos internos va conduciendo razonablemente a una disminución del margen de rentabilidad de cara a los próximos meses. Mientras persista una incertidumbre fuerte con respecto a la política a cambiaria, el productor se va a sentar arriba de los granos.