“Ciudad sitiada", de Gloria Lenardón, recientemente publicada por Casagrande, es sólo un intento de reflotar un recuerdo muy doloroso de la historia, un fantasma aterrador de la historia, de lo que ocurrió en la ciudad en un tiempo muy oscuro, pero por esa misma razón la ficción es apenas un consuelo, porque es rozar apenas, iluminar con un foquito demasiado débil una montaña.
Este año se cumplen 40 años de la publicación del Nunca Más, el informe de la Conadep (Comisión Nacional sobre La Desaparición de Personas) que presidió Ernesto Sábato, y pidió formar el presidente Raúl Alfonsín. “Tomar una historia de la ciudad que siempre pide ser contada, reclama que se hable de ella, que no se la esquive, cuando a lo largo del tiempo -larguísimo ya- fue y es mantenida en silencio, un silencio que sólo cada tanto se rompe. Hay literatura reciente, “La muerte duplicada” de Sebastián Riestra, “La chica” de Eugenio Previgliano, y otros títulos”, dice la novelista.
Y agrega, monologando: “La historia a contar, postergada tantas veces, empezada y abandonada, vuelta a recomenzar, me aparecía con imágenes precisas, rotundas, duras, difíciles de tratar y soportar .Y ayudó la mutación, transmutar juega en esta historia un papel necesario, es la forma encontrada, posible, de narrar “Ciudad sitiada”. Hay un grupo que transmuta, hay un cambio de piel, de aspecto, de especie, pero no de esencia, no de naturaleza. El grupo irrumpe en la ciudad, a fines de los años setenta, y se mete entre los que transitan las calles, y la alteran y oscurecen, y la ciudad se agobia y padece de tal modo que nadie puede ignorarlo. Sin embargo, es la evasión la que salta en medio de la alteración inenarrable de la ciudad. Una evasión sostenida, un mirar para otro lado.
"Evadir lo que sucedía en la calle resultó un lugar común, un aferrarse a no mirar afuera, lo que sucedía fuera lo devoraban los pequeños acontecimientos individuales, los deseos personales amasados dentro de la casa, que tapaban la vida de la calle, la que involucra a todos. La historia común de la ciudad, la de todos, se vuelve así ajena, inaccesible, remota.
"Repasar los hechos de una historia reúne material, que muestra piezas que encajan y esclarecen, y también otras que distorsionan y enrarecen Juntarlas lleva tiempo, porque son remisas, no son de fácil acceso, forman parte de un rompecabezas siempre incompleto, su recomposición depende de la memoria y del vaivén de las emociones que esa memoria desata. Intenté varias veces esta historia, es una historia que llevé a cuestas mucho tiempo, postergada por mi resistencia a armarla .Pero insistí, insistí: por qué tenía que abandonar y cruzarme de brazos si con toda mí alma quería seguir”, dispara Lenardón.
“El que lea ‘Ciudad sitiada’ puede estar o no de acuerdo con ese ojo que mira y cómo mira, y está bien, la lectura es un acto de independencia, cada lector interpreta siguiendo el hilo de su reflexión, cada lector es autosuficiente y con lo que lee se las arregla solo. Para entender, y entendernos, la lectura nunca deja de servirnos, nos sirve las palabras en bandeja, están todas a disposición”.
-¿Por qué escribís?
-Me formulo a mí misma preguntas de rigor. Por qué escribir, es la pregunta que se hace de rigor. Y me contesto, Quequeca tuvo mucho que ver, se paraba delante de su escritorio naranja y dejaba de ser maestra, era la que nos metía en el mundo fantástico del que no me gustaba salir. En el pueblo no había librerías pero pasaban vendedores de libros, a mi casa llegó de ese modo la colección “los libros del mirasol”, yo llegué después de La hormiguita viajera y toda la saga Marta y Jorge de Constancio Vigil, me topé recién adolescente con Dublineses de “los libros del mirasol”, me topé con Joyce, ahí me di cuenta a qué iba a dedicar buena parte de mí vida. Leer y escribir tienen una separación muy finita, escribir es lanzarse a inventar lo propio donde lo ajeno te sopla materia prima todo el tiempo.
-¿Cómo definirías tu literatura?
Eso sí que no lo sé. Los géneros sufren buena contaminación, cómo definir el libro autobiográfico “Escribir”, de Marguerite Duras, cuando le dedica gran parte a observar una mosca que le da una lección sobre la muerte. En todas las narraciones hay espacios y personajes concretos que remiten a la realidad, pero eso no quiere decir que eviten deslizarse a situaciones de mucha mayor incertidumbre. Me gusta el sonido doble, un personaje habla y dice una cosa y dentro resuena otra. Hay situaciones de un color fuerte que cambian súbitamente de tono, y es siempre el lenguaje el responsable, el que crea la ilusión, es el lenguaje el que fuerza al pensamiento a cambiar de rumbo si es necesario.
Escribo desde hace años contratapas en Rosario 12, ahí hay mixtura, puedo contar un suceso sumando otros ingredientes (cocidos en otra salsa) a la información.
-¿Tienen valor los talleres literarios?
Los talleres literarios son muy útiles, los gratuitos municipales desparramados ayudan a democratizar la cultura. Ojalá hubiera muchos más.
Sus libros
Gloria Lenardón publicó La reina mora, novela, premio Emecé, primer premio Fondo Nacional de las Artes, 1987; A corta distancia, novela, Sudamericana, 1994; Eva maravillosa, novela, Alción, 2006; Shopping, novela, Ross 2013; La Bohemia, narrativa gráfica, Iván Rosado, 2016.
www.glorialenardon.wordpress.com