Rosario, 25 de mayo de 1932. En el país ya gobernaba el fraudulento general Justo, y en la provincia los demócratas progresistas gozaban de su breve primavera con Luciano Molinas como gobernador, interrumpida por la intervención federal de 1935.
Por Pablo Suárez
Rosario, 25 de mayo de 1932. En el país ya gobernaba el fraudulento general Justo, y en la provincia los demócratas progresistas gozaban de su breve primavera con Luciano Molinas como gobernador, interrumpida por la intervención federal de 1935.
Como en todos los feriados nacionales, se realizaron celebraciones en toda la ciudad. Tedeum, misa, fiesta cívica. También encuentros deportivos.
Ese 25 de mayo, la convocatoria fue en el estadio de Rosario Central. Se juega un partido amistoso entre los dueños de casa y un rival de los más importantes del fútbol argentino: Independiente de Avellaneda. En ese año, los rojos venían peleando la punta con River, que estrenaba el apodo de Millonario, por haber comprado a Bernabé Ferreyra en el que fue el pase más caro de la historia del fútbol mundial hasta ese momento. El Independiente que visitó la ciudad, por su parte, tenía entre sus integrantes a dos glorias: una futura, Antonio Sastre, y otra consagrada, el célebre por sus goles y por sus kilos, la Chancha Manuel Seoane.
El acontecimiento genera una gran asistencia de público, con gran rentabilidad para los revendedores (que llegaron a vender a $1,10 entradas que rondaban los $0,50).
En la previa del encuentro, para darle el tono de celebración, se realizó un partido de béisbol en el que se enfrentaban dos equipos de la joven liga local, uno integrado mayoritariamente por japoneses, Hinode ("amanecer" en japonés), versus Sarmiento, quedando la victoria en manos de los primeros.
En el partido de fútbol, previsiblemente, ganó Independiente por 4 a 2, aun tras haber dado la ventaja de dos goles en el primer tiempo.
Pero ubiquémonos en el momento del partido preliminar.
Es difícil imaginar cómo hicieron para jugar al beisbol en una cancha de fútbol. Aun así, ya dijimos, gana el equipo de Hinode, un equipo asociado a la colectividad nipona. En la cancha hay un japonés que no está jugando al béisbol. Ha llegado a la ciudad con su esposa, una francesa que se destaca por su melena pelirroja y su garbo. Él es pintor, y está en el marco de una gira de tres meses por la Argentina. Ella es modelo y morfinómana. El pintor entregará a sus connacionales la copa por haber ganado el partido. Es el heredero de una familia de samurais de alto rango, al que quizás ninguna de las miles de personas que atiborran la grada de estadio conozca. Se llama Tsuguharu Foujita.
Foujita nació en Japón en 1886, en una familia acomodada, y desde muy joven se fue a vivir a París, donde compartirá ambientes y talleres con Picasso, Modigliani y Matisse, entre otros. Recibirá influencias de ellos y también los influirá, aportando temáticas y técnicas en su vida de errante samurai en Montparnasse.
En 1931 inició con su gato y su cuarta esposa, Madeleine Lequeu, una visita de varios meses a la Argentina, en el marco de una gira por Latinoamérica que finalizará en México en 1933.
Su llegada al país en el mes de abril tuvo una cobertura mediática a la altura de su fama: Caras y Caretas, El Hogar y Atlántida, entre otras publicaciones, dieron cabida en sus páginas al autor y su particular esposa. En Buenos Aires son recibidos por el ambiente intelectual vinculado a las artes plásticas: Pelele, López Naguil, dibujantes de Caras y Caretas, y Troiano Troiani, autor de las tres esculturas que están en nuestro museo histórico Julio Marc, entre otros. En Córdoba su visita queda registrada en varias notas en su diario tradicional y los amigos del arte le comprarán una obra: Pensive. En cada una de esas entrevistas quedará claro su perfil extravagante y disruptor. Asegura bailar muy bien el tango, se anima a recibir lecciones de lunfardo (previa traducción del francés, que será la lingua franca, valga la redundancia), se jacta de ser profesor de Jiu Jitsu y se muere por conocer gauchos, y por eso emprenderá un viaje por el interior. En Buenos Aires, unas diez mil personas harán cola para recibir un autógrafo suyo.
En Rosario su huésped fue Hilarión Hernández Larguía, quien presidía la Comisión Municipal de Bellas Artes. Su obra Autorretrato ingresó en ese mismo año al Museo Municipal de Bellas Artes y a partir de 1937 es parte del patrimonio del Museo Juan B. Castagnino.
En la crónica del partido vemos un suelto que dice: "La dama que acompaña al pintor Foujita tuvo ayer un gesto de galantería que pinta de cuerpo entero a la mujer parisiense. Enterada de que Rosario Central venía perdiendo todos sus compromisos y al presentarse el cuadro auriazul en la cancha, arrancó una flor del ramo que lleva uno de los players del Hinode y entregándosela le dijo: «Para que tengan ustedes buena suerte»". No bastó.
Antes de su gira sudamericana, se hizo célebre por pintar al emperador de Corea, se fue a París, vivió la bohemia, sufrió la pobreza de los niños ricos, fue una estrella, llegó a vender un cuadro en ocho mil francos y a interactuar con los artistas más reconocidos del mundo en esos años.
Después de su gira americana, decorará varios edificios en Japón, pintará en un certamen durante los Juegos Olímpicos del 36 en Berlín, y comenzará a convivir con Kimiyo Horyuchi, una joven a quien ya había retratado años antes. Durante la guerra, debió volver a Japón donde fue obligado a pintar imágenes bélicas, lo que le valió ser condecorado por el emperador, y más tarde tuvo que ser exonerado por MacArthur para no ser juzgado entre los criminales de guerra japoneses.
Volverá a Francia con su quinta esposa, Kimiyo, y tras una concienzuda lectura de los Evangelios, en 1959 se bautizó como católico con el nombre de "Leonardo" en homenaje a Da Vinci. Sus obras, que utilizan una gran variedad de técnicas, llegarán a todas las galerías y museos importantes del mundo.
Dejará la marca de su experiencia en Montparnasse, reproduciendo las obras de Modigliani que aparecen en el film Montparnasse 19, de Jacques Becker, que narra la vida del malogrado pintor italiano.
Su última gran obra será grande de verdad: junto con René Lalou -su padrino de bautismo- dona una capilla en Reims que a la postre será conocida como "la capilla Foujita". En esas paredes se dará el gusto de pintar un autorretrato junto al de su padrino, el de su esposa (ahora llamada Marie-Ange Claire). El maravilloso fresco Los siete pecados capitales será un pequeño homenaje a muchas de sus influencias: Brueghel, Van Gogh y por supuesto el dibujo japonés decimonónico
Murió en Zurich en 1968 y su cuerpo fue trasladado a Reims, donde tuvo un sepelio multitudinario.
Cuando veas su autorretrato en el Museo Castagnino, acercate a su obra y su vida. Se trata de uno de los grandes artistas del siglo veinte y estuvo en nuestra ciudad. No sabemos cómo fue que llegó a Arroyito, para ver un partido de béisbol y otro de fútbol, pero allí estuvo.
De su paso por Rosario queda esa obra y una foto, en la que se lo ve entregando una copa a un equipo de béisbol japonés en la previa de un match entre Central e Independiente. Un 25 de mayo, con Justo de presidente y Molinas de gobernador.
(Agradecimiento especial a Pablo Keservan por compartir algunas fuentes documentales).