Rio de Janeiro, Wembley, Qatar, puntos del mundo donde esta selección argentina puso en lo más alto la celeste y blanca. Pero a ese andar triunfalista había que dejarle lugar a una sede más: Miami. Allí, en el imperio el norte, donde todo parece funcionar de mil maravillas y esta final de la Copa América dejó en claro que no es así, la selección de Lionel Scaloni, de Leo Messi, de Angelito Di María y en esta ocasión del Toro Lautaro Martínez, brindó una nueva función a toda orquesta, con una nueva vuelta olímpica que se suma a esas tres que se vieron en los últimos tres años. Sí, aunque suene raro, después de esa tremenda sequía de títulos, con varias generaciones que fracasaron en el intento, este grupo se las ingenió para formatear el chip. Para esta Argentina dejó de ser una costumbre perder finales, para esta Argentina lo habitual pasó a ser lo contrario: ganarlas. Esta vez fue contra Colombia, en un partido que tuvo una previa endemoniada y para que muchos hagan la autocrítica correspondiente, pero cuando la pelota comenzó a rodar sólo fue cuestión de fútbol. Y ese fútbol trajo entrega, contracción al trabajo, sufrimiento y mucho coraje, incluso para ir por el pleno ya sin el rey Leo en cancha.
“Vamo', vamo' selección, hoy te vinimo' a alentar, para ser campeón hoy hay que ganar”, cantó eufórico el hincha argentino presente en el Hard Rock Stadium segundos antes de que la acción comenzara. Claro, esas palabras ya no son a modo de súplica, sino como una mezcla de agradecimiento y de ganas de ir por algo más.
Pero lo que venía era algo complejo, un partido frente a un rival de fuste, posiblemente el primero en toda la copa. Frente a eso, igualmente la fe intacta y la ilusión por las nubes.
Nadie pensó, ni siquiera el más optimista, que en el primer torneo importante con Scaloni como técnico la historia comenzara a escribirse de otra forma. Es cierto, fue en medio de un recambio necesario, pero con caudillos que quedaban de la vieja guardia. Y allí llegó el puñetazo sobre la mesa en el Maracaná (encima frente a Brasil) y la consagración para romper una racha de 18 largos años sin títulos, desde aquella Copa América 1993, en Ecuador.
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Son tiempos en los que la taba claramente empezó a mostrar la otra cara, la que más convence, la que más gusta. Porque después de ese Maracanazo vino la finalísima ante Italia, en Wembley, lo que fue el aperitivo ideal para ir por ese premio mayor, el que se hacía desear desde México 1986. Y llegó esa estadía en Qatar que inició con dudas (Arabia Saudita), pero que rápidamente todo se acomodó. La victoria en la final ante Francia era lo que Argentina necesitaba, pero lo que también le hacía falta a un Leo Messi que se debía un Mundial. Lo tuvo él, lo tuvo Fideo, también Scaloni. Lo tuvo una selección argentina que lograba tocar el cielo con las manos después de un tropiezo tras otro, de innumerables frustraciones. Era el tercer título en su tercera final en ese incipiente ciclo de Lionel Scaloni al mando.
A Messi ni se le cruzó por la cabeza dejar. Di María eligió quedarse un año más en Europa porque se juramentó llegar en el mejor nivel posible a esta Copa América y esa fue la forma en la que se gestó esto que el futbol argentino está viviendo. ¿Qué es lo que el fútbol argentino vive? El mejor momento de la selección en la historia. Es que nunca se dio que el equipo de todos gane cuatro títulos de manera consecutiva. Cómo no hablar entonces de esa cara brillante que resplandece en todas partes del mundo. Se recuerda, esta alegría retumba fronteras hacia adentro de toda América, el próximo año se trasladará a alguna otra parte del mundo, donde toque enfrentar a España, flamante campeona de Europa.
Argentina hizo los méritos suficientes para cerrar la historia antes de los penales y el premio llegó a pocos minutos del final, pero bien merecido lo tuvo. Encima ese trabajo resultó más arduo todavía porque el mejor del mundo ya no estaba en cancha, aunque, nobleza obliga, los mejores momentos desde lo futbolístico, al menos los más incisivos, llegaron después de la salida de Messi. Quien se bancó como un duque los casi 120 minutos (salió a los 116) fue el otro gran actor y héroe en varios de los títulos conseguidos: el gran Fideo Di María.
La Argentina que tantos problemas atraviesa en la vida cotidiana tiene, al menos, la posibilidad de encontrar en el fútbol alegrías que comenzaron a tornarse moneda corriente. En la despedida de Angelito, Argentina hizo lo que se tomó por costumbre: abrir la boca tan grande como se pueda para gritar campeón.