Por Arq. Marco Zampieron
Por Arq. Marco Zampieron
Sentimos cosas que intentamos comprender, pero siempre hay algo que no entendemos. Quizás no debamos preguntarnos todo, o quizás todo lo que sentimos se deba a las cosas que no podemos comprender.
La ciudad esconde por supervivencia una cantidad ilimitada de tesoros; cada uno de ellos ocultos ante las miradas descuidadas e inmediatas de aquellos que solo la ocupan. La invisibilidad es la fortuna de quien no pretende ser visto, o el escondite ideal para quien intenta resguardar su identidad. Dada capacidad le confiere el privilegio de asomarse de vez en cuando para entrar en contacto con quien la está buscando; aquellas almas que se permiten aventurarse en la magia de la contemplación, sorprenderse con la simplicidad de los instantes que a primera vista parecen carecer de importancia.Esta aproximación se encuentra resguardada bajo las mañas de quien abunda de experiencia, el mejor de sus recursos es la sugerencia, nunca, ante nadie, se revela del todo.
El secreto que le ha regalado el tiempo se basa en dejar para la próxima ocasión algo más, proponiéndonos en cada oportunidad una sensación de deseo, invitándonos a formar parte, si contamos con la suerte de aquellos que se aventuran. Esta delicada conexión, oculta bajo la superficie del velo, puede desencantarse solo si requerimos de confianza y sabemos esperar, si nos permitimos abandonar lo establecido y confiamos en nuestras emociones, debiendo alejarnos del acto de la razón y poder sumergirnos así en nuestros instintos más sinceros.
Nos exige divertirnos mientras jugamos el juego de seducción con el presente, conectarnos con el lugar en donde estamos. Emplear nuestras mejores armas y estar dispuestos en arriesgarnos al fracaso. Es muy importante nunca perder el convencimiento de que existe alguna posibilidad; es necesario concentrarse en el ahora, estar ahí, entrar en relación con todo lo que nos rodea, mientras nos distraemos de nuestras responsabilidades, abandonándolas por un momento.Huyendo de esta manera de la condición del que tan solo pasa.
Para quienes se aventuran en el juego, existe siempre la posibilidad de lo que aún está sin decir, del hallazgo y la oportunidad de emocionarse. Quizás esto último sea el móvil para los que lo han intentado incansablemente, para aquellos que no pueden dejar de buscar.
Quizás sea el móvil para quienes lo intenten por primera vez.
Por Gonzalo Santamaría
Por Matías Petisce