Luis Barrionuevo es muy reconocido en el deporte. Expreparador físico de los seleccionados argentinos femenino y masculino de hockey y del extenista David Nalbandian, llegó a ser un reconocido atleta en los 70. Especialista en salto en alto, fue representante olímpico en los Juegos de Munich 72 y testigo de la toma de rehenes de deportistas israelíes por parte del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, que pretendía la liberación de compatriotas presos en Israel. “Los Juegos de la alegría serán recordados por siempre como los Juegos de la masacre”, dice Barrionuevo sobre uno de los sucesos que conmovieron al mundo y del que este lunes se cumplen exactamente 50 años, con el asesinato de 11 integrantes de la delegación israelí, un policía y 5 de los 8 terroristas.
Alemania Federal (el país estaba dividido en dos partes, la otra era Oriental) decidió ayudar a Sudamérica y becó a dos deportistas por país. Eran cinco meses de entrenamiento en la ciudad de Berlín. Me tocó a mí, que había sido campeón sudamericano en Lima en 1971. La casualidad es que viví al lado del famoso muro. Desde mi dormitorio del segundo piso alcanzaba a ver del otro lado a la gente caminando y que no podían cruzar el muro. Fue una experiencia fuerte. Entrené en el estadio donde Hitler inauguró los Juegos de 1936.
Sí, por ruta con un atleta panameño. Llegué a la villa olímpica, donde la delegación argentina ya hacía dos días que estaba. Era espectacular, moderna. El edificio de Argentina era de cinco plantas. Casualmente enfrente, a cinco metros, cruzando una especie de calle, estaba el edificio de dos plantas que compartían Israel y Uruguay.
¿Qué hiciste el día que el grupo terrorista entró a la villa?
Esa mañana, cuando quiero salir a desayunar por la puerta principal, tres soldados no nos dejaban salir. No nos sabían explicar por qué. Había que hacerlo por una secundaria, por atrás. Yo tenía una cámara, una Súper 8 con la que andaba a todos lados y que había comprado en Europa. Ese día no se me ocurrió mejor idea que subir a la planta alta, a la terraza, con mi cámara. Pasé por la planta alta donde vivía un solo atleta, que en la puerta tenía un cartelito con la inscripción: “Aquí descansa el futuro campeón olímpico de Argentina”. Era el remero Alberto Demiddi, que fue el único deportista que ganó una medalla de la delegación. Me asomo desde la terraza y empiezo a filmar hacia abajo, al edificio de Israel. Todavía guardo esas imágenes, que hoy son un documento histórico, de gente reptando por arriba de la terraza, vestida de atletas, con buzos, y la ametralladora en la mano. Filmé también a personas asomándose por la ventana con medias en la cabeza. En ese momento comienzo a pensar que estaba sucediendo algo grave.
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Luis Barrionuevo fue como atleta a los Juegos Olímpicos de Munich 72.
Celina Mutti Lovera / La Capital
Deportistas rosarinos que fueron a esos Juegos contaron que estando allí no se enteraron de la toma de rehenes ni que dos israelíes ya habían sido asesinados.
Fue así. Hay que poner en contexto esos Juegos. No había celulares, no había redes sociales. La comunicación era muy precaria. Llamabas a Buenos Aires desde un teléfono público a un teléfono fijo, que encima se escuchaba mal. Es así que hablo con Buenos Aires me entero todo lo que estaba pasando. Adentro de la villa no estaba claro lo que sucedía, a pesar de que estaba solo a 20 metros de los hechos.
¿Quién te contó lo que pasaba?
La que después fue mi esposa. Me dijo que las noticias de Argentina eran que había ingresado un comando que secuestraron, mataron a uno. De a poquito nos fuimos enterando. Durante un día y medio se suspendieron los Juegos, pero después siguieron. El show debía continuar. El Comité Olímpico Internacional, el poder económico, decidieron que se reanuden a pesar de la masacre, de los muertos. Si hoy pasara algo así, con las comunicación que hay, con las redes sociales, los mismos deportistas hubieran armado un boicot y los Juegos nunca hubieran seguido. En aquel momento la incomunicación facilitó a que siguieran.
¿Participaste del acto homenaje que se le realizó a las víctimas?
No estuve porque, por una cuestión de protocolo, para que no fueran todos, cada delegación tenía que designar a unos diez o doce deportistas. Después pensé que si íbamos todos, hablábamos entre todos, quizás hubiéramos dado vuelta la decisión de que los Juegos continuaran. Munich debía tener los Juegos más lindos de la historia porque Alemania tenía la sombra de Hitler de los Juegos del 36. Querían hacer los Juegos de la alegría, de la amistad. Por eso motivo la seguridad fue tan laxa. A la villa prácticamente entraban todos, hacías entrar a los amigos sin problemas.
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Uno de los captores se asoma para mirar hacia abajo durante la toma de rehenes.
Siempre se resaltó esa falta de rigor de la seguridad y de deportistas saltando los alambrados para ingresar a la villa por la noche.
Totalmente fue así. Y ese fue el gran cambio de los Juegos posteriormente a los de Munich. Estuve en seis Juegos Olímpicos más. La gran diferencia, ya como entrenador, a partir de los Juegos de Seúl 88, fue que para entrar a la villa tenías que pasar por tres controles. Y adentro de la villa, el ejercito coreano prácticamente convivía con nosotros. No era muy agradable para el deportista. Se pasó de una laxitud total a una rigurosidad total. En los últimos Juegos que viví, en 2012, en Londres, sabíamos que había miles de policías y de soldados en todos los lugares de competencia, en la villa, pero pasó mucho más desapercibida. Se llegó a ese termino medio, mucha rigurosidad pero disimulada.
¿Cuándo te tocó competir?
Tres días después. Pero ya no fue lo mismo. Los Juegos de la alegría se van a recordar siempre como los Juegos de la masacre.
En los últimos días, Alemania decidió desclasificar documentos e indemnizar a familiares de los israelíes asesinados, quienes venían haciendo esos reclamos, ¿no te sorprende que tuvieran que pasar 50 años?
Es que nunca se supo lo que pasó realmente en el aeropuerto, que fue donde mataron a la mayoría. No se sabe cómo empezó, quién la empezó, cuál fue la impericia. Ojalá se pueda conocer con esos documentos.
Los hechos
En la madrugada del 5 de septiembre, el grupo Septiembre Negro ingresó a la villa y tomó de rehenes a 9 miembros de la delegación israelí (deportistas, entrenadores y jueces), tras matar a dos que se resistieron y trataron de alertar al resto. El objetivo: la liberación de unos 200 palestinos detenidos en Israel, país que no accedió al pedido.
Las negociaciones se extendieron todo el día. Por la noche, ante la promesa de un avión que les permitiría escapar a Egipto, se dirigieron hasta una base aérea, llevando consigo a los rehenes.
El operativo de rescate alemán fue un absoluto fracaso. Minutos después de la medianoche del 6, comenzó el fuego. Fueron asesinados todos los israelíes, un policía y 5 de los ocho palestinos. Los otros tres fueron detenidos.
Al mes siguiente, el gobierno alemán los liberó. Fue la exigencia a partir del secuestro de un avión de línea de Alemania