Lo que deberíamos dejar firme como un sólido argumento es la relación estrecha que en esta coyuntura se establece entre la depreciación de nuestra moneda, los altos niveles de inflación, y el advenimiento de las nuevas derechas. Como ya advertimos en una nota anterior, las corridas cambiarias y el agigantamiento de la figura de Javier Milei van de la mano. Si bien su discurso polarizador anti-casta resulta más que seductor para amplias capas de la sociedad que se encuentran en marcos de exclusión aparentemente incomprensibles para las clases dirigentes, la propuesta de dolarización, factible o no, fue la que sin lugar a dudas consolidó la figura del libertario. Que las PASO hayan ocurrido en un contexto en que la inflación tendía a la baja pero el dólar se mantenía en su manipulación alcista dieron como resultado lo que finalmente ocurrió: una amplia convalidación a proyectos que se sostienen sobre la ira, la decepción y el desamparo, actuales expresiones locales que se profundizan en cada nuevo naufragio usando la brújula del conocido economista de los 70’ y 90’, Domingo Cavallo.
Las manifestaciones de la comandante Patricia Bullrich y el casto Javier Milei en relación a los BRICS fueron una demostración más de que la alineación de la oposición con EEUU es evidente. A pesar de que las economías emergentes entienden que el intercambio comercial debe ir tendiendo poco a poco a una desdolarización que permita mayores márgenes de maniobra y logre debilitar el poder imperial y colonizador de la divisa verde, el Casto continúa proponiendo adoptar la divisa norteamericana como moneda local y dice que romperá relaciones con Brasil y China, máximos socios comerciales de nuestro país. En una entrevista hecha por un portal de paparazzis, donde la Comandante abrió la intimidad de su casa, mostró en su rincón de lectura sus libros favoritos: uno sobre la asunción de Obama, otro sobre la vida de Abraham Lincoln. La Argentina de libertarios y cambiemitas tiene un rasgo en común ineluctable: la dependencia para con la potencia decadente del norte parece ser unívoca.
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Sacerdotes católicos responden a Milei con una misa de desagravio al Papa. En primer plano, el padre Pepe Di Paola.
Foto: Rodrigo Abd / AP
Todo indica que en el fondo de la discusión nacional hay un alto predominio del quehacer geopolítico, que se ve cristalizada cada dos por tres en las intervenciones públicas de las dirigencias pero que encuentra también una rivalidad carnal de puertas adentro. No debemos olvidar que junto a Martín Guzmán, una de las renuncias claves del período albertista fue la del por entonces secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. Presentado ante la opinión pública como el tipo que enfrentó al ex titular de la ex SIDE Jaime Stiuso, llegando al punto de violar la Ley de Inteligencia nacional al mostrar en el programa Hora Clave una foto suya en una época en la que su rostro era desconocido, lo que le costó un exilio obligado a la patria estadounidense, Alberto lo presentó como la recuperación de un valor que combatió los “sótanos de la democracia”. Esa adjetivación más que maquillada logró solapar su currículum más personal en el que ostenta haber sido armador de la intelligentsia del gobierno de Carlos Menem, de quien fuera Ministro del Interior, así como haber sido socio electoral de Domingo Cavallo, con el que tuvo, y quizás tenga, una estrechísima relación.
En sus años de exilio norteamericano Gustavo Beliz trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y por esta razón fue quien le recomendara a su amigo Alberto Fernández el nombre de Guillermo Francos para que represente a la Argentina en el organismo, un personaje que, como hoy sabemos, resalta como el mejor postulante a Ministro del Interior de un posible gobierno de Javier Milei. De más está decir que Francos fue uno de los fundadores de Acción por la República, el partido que otrora encabezara ex ministro de la convertibilidad.
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Victoria Villarruel candidata a la vicepresidencia de La Libertad Avanza llega a la actividad que promueve la teoría de los dos demonios en la Legislatura de CABA.
Foto: Natacha Pisarenko / AP
En un país al que le cuesta en demasía hacerse cargo de la década del noventa, reconocer que Domingo Cavallo fundó escuela y su fondo de inversión tiene acciones en todos los frentes es difícil de deglutir. A la figura central, en su rol de mediador internacional, de Gustavo Béliz en el gobierno de Alberto Fernández, y la doble pertenencia de Guillermo Francos, debe sumársele la presencia de nombres como los de Roque Fernández o Darío Epstein, ambos íntimamente ligados a la gestión cavallista, como asesores de un libertario que parece conformar equipo económico exclusivamente con los administradores de la década perdida.
Respecto al bando cambiemita, en una entrevista en la que Rodríguez Larreta se mostró más verborrágico que de costumbre, contó detalladamente cómo en los inicios de su carrera política quien lo convocó fue el economista. Patricia Bullrich, al igual que Milei, puso todas las fichas en la tradición: como se sabe, Carlos Melconian, su futuro ministro de Economía en su cuasi que improbable gobierno, es quien preside Fundación Mediterránea, asociación de la ortodoxia económica con sede en Córdoba que fue dios, patria y hogar en la gestión de Cavallo. La relación de la Fundación con Juan Schiaretti es tan reconocida que no resulta necesario ahondar.
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Milei en Rosario promete varias líneas de Domingo Cavallo como la dolarización y la privatización del Estado.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
El viejo ex ministro no se deja de dar por aludido y en una nota publicada en enero de este año ya había dicho: “Por primera vez desde el abandono de la convertibilidad en 2002, las llamadas reformas neoliberales de los 90’ son apreciadas y mencionadas como referencia para futuras reformas. Estas ideas están recibiendo apoyo entre jóvenes, trabajadores y personas de escasos recursos que en el pasado fueron atraídos por políticas populistas y estatistas”. Como dijera el Turco Asís, agotado ya de los argumentos que vienen a explicar el fenómeno, Milei no es más que neo-menemismo. ¿La diferencia? Que no hubiera habido Menem ni Cavallo sin las complacencias y el acompañamiento del PJ. A diferencia de la revolución neoliberal de los noventa la de esta década no tiene estructura propia ni prestada. Si los gobernadores e intendentes pejotistas que, por razones diversas, cuidaron los votos de Milei no le hubiesen puesto tanto ahínco a la misión no se sabe muy bien cómo hubiesen sido los resultados.
La realidad que casi nadie quiere asumir es que la derecha radical neoliberal logró el 47 por ciento de los votos: 30 para el Casto, 17 para la Comandante. En un posible ballotage que tenga a Sergio Massa como uno de sus protagonistas este 47 por ciento, posiblemente nucleado, es temeroso. Por más que las tapas de los diarios hayan vitoreado o calumniado a lo que tomó todos los rasgos de una sorpresa, la noticia más importante del domingo de las PASO lejos de ser la abrupta crecida de Milei fue el resultado de las internas de Juntos por el Cambio. Si Rodríguez Larreta hubiese ganado la interna, más allá del tercio logrado por la fuerza libertaria, estaríamos frente a otro panorama. En estas circunstancias, lograr un amplio acuerdo político es tan importante como acabar con las vicisitudes de la divisa estadounidense. Tanto una labor, como la otra, son más que fundamentales para que la oleada de la derechización electoral y el malestar anímico generalizado no se continúen profundizando.
(*) Ezequiel Vázquez Grosso es licenciado en Ciencia Política de la UNR y docente …
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