“Esto es todo ficción, es una novela, el que la lea como el diario la está leyendo mal, que lea el diario”, insiste con la misma amabilidad y firmeza con la que habla de la muerte, del desamor, del río, del perfume del Rosedal y de los mosquitos, segura de lo que quiere decir y amorosamente. Su nueva novela, la segunda de la saga de Aguirre (¿un homenaje a Herzog, la ira de Dios?), es como ella, habla amorosamente de sucesos que en las páginas de un diario estarían condenados a las últimas páginas, a Policiales.
Tus novelas rescatan la tradición del policial y lo traen a Rosario, una ciudad que padece el crimen y la violencia, pero lo hacen distanciándose de esa realidad en busca, acaso, de un relato estilizado, ¿hay resquicios para romantizar la amarga realidad de los rosarinos?
No, yo creo que no hay margen, pero yo creo que no lo romantizo, creo que tomarse esas licencias poéticas tiene más que ver con lo literario, para nada creo que lo romantizo, esa es la postura, a lo mejor no lo logro, pero no va por ahí, sí creo que esto es literatura y que otra cosa es un diario, la televisión, que son dos formatos que entre ellos son absolutamente diferentes, el periodismo es otra cosa, después estará el periodismo narrativo, pero esto es literatura y yo no puedo contar las cosas como cuando vos abrís el diario, hay una cierta riqueza de las palabras que hace que yo lo escriba así.
Varias veces a lo largo de la novela aparece la violencia urbana que padece Rosario, ya sea en forma de casos que se investigan y que son un calco de los sucedidos en la ciudad -los cuerpos hallados desmembrados en un contenedor- o de estadísticas, como el porcentaje de las víctimas que surgen como daños colaterales de las guerras narcos, ¿te sentiste en la obligación de contar lo que pasa en Rosario?
¡Yo no me siento en la obligación de nada!, cuando escribo no me siento en la obligación de nada, yo me siento y escribo lo que tengo ganas sin hacerlo de manera didáctica, sin hacerlo con presiones, yo me siento a disfrutar, esas son otras lecturas. Eso sí yo tiro algunas cifras, por ejemplo del mercado del arte, pero lo hago para poner en contexto la historia que estoy contando. La violencia narco sí está también en esta novela, pero yo quería separarla de “Pobres corazones”, donde figura de manera central, acá está como de costado, pero sí está, porque la violencia narco es además una violencia económica, quería ir por ahí por ese entramado, que también sucede en Rosario.
“Zona liberada” vuelve sobre la protagonista de “Pobres corazones”, tu primera novela, la detective de homicidios Silvana Aguirre, ¿por qué elegiste que sea una mujer que encarne una tradición que en el género, el policial negro, encarnaron hombres como Sam Spade (Dashiel Hammet) o Philipe Marlowe (Raymondo Chanlder)?
Porque sí, porque puedo, porque soy la dueña de casa, hago la comida que quiero, pero no lo hice a propósito, es algo que salió, yo creo que en literatura al buscar formas, como decía mi abuela, se muestra la hilacha, se ve el hilito, entonces con las fórmulas yo no me siento bien, por eso no las busco, pero cuando empecé a escribir policiales, porque yo no escribía este género fue a partir de una especie de juego que se armó en un taller. En 2009, 2008, iba todas las semanas a Buenos Aires a un taller de cuento, que es diferente a un taller de novela, iba por tres horas, después me morfaba el colectivo, el dolor de lumbares, comer el sandwichito que te daban y en ese taller a modo de juego se propuso escribir un cuento policial y yo empecé a escribir a Aguirre, sin fijarme si los otros eran masculinos o qué. Sí, es algo que como mujer me llamaba la atención, ahora no, porque diez años para acá las protagonistas de la novela policial son mujeres, no solo la argentina sino la nórdica, que es como un hit, pero en ese momento me llamaba la atención. Yo leía y eran todos tipos viviendo a lo tipo, que la linda era la secretaria que lo ayudaba porque era un poco inteligente, las mujeres siempre eran secretarias o estaban en el piso, ensangrentadas, o eran amantes de alguien. Eso lo agarro, eso sí, como estereotipo, porque Aguirre se termina enamorando de mujeres imposibles, nunca tiene un amor real, nunca tiene amores posibles, creo que no se permite tener un amor, por eso busca un imposible.
¿Qué te gusta de Aguirre?
Me gusta que sea puntual, yo soy muy puntual y me encanta que sea puntual; después me gusta que coma y no engorde, yo como y engordo, entonces por eso me cuidado, y después lo que más me gusta es su postura como ética con respecto a las mujeres, tiene como una especie de feminismo sin saber que es feminista, aunque en esta última novela ya está entrando como en una nueva época, porque aparece un personaje que tiene le pañuelo verde colgado, me parece que ahí Aguirre de a poco se puede ir metiendo, pero de movida no, de movida no leyó a Judith Butler.
La muerte también es también protagonista de “Zona liberada”, la muerte es esencial en el policial, claro, sin ella no hay investigación de homicidio, ¿cómo la pensás, cómo la sentís, cómo la elaborás a la muerte para poder llevarla a la ficción?
A mí me gusta que Aguirre, que es la jefa del Departamento de Criminología de Rosario, que es una repartición que no existe así como yo lo nombro y Aguirre no está inspirada en nadie, y que ve estas muertes a cada rato tenga algunas reflexiones, que comparte con los familiares de las víctimas, esto de que la muerte les va a parecer imposible de soportar pero el tiempo te va a ir tirando algunas sogas, pero al fin y al cabo se le murió un amigo y se la ve destrozada, así arranca la novela. Y lo hago sin especular, porque su amigo murió en “Pobres corazones” y si quisiera pescar un par de lectores más acaso no lo hubiera dicho.
¿Y cómo te llevás con la muerte que dispara que el Departamento de Criminología, Aguirre, tengan que investigar, la muerte que es el puntapié inicial del policial como género?
He hecho entrevistas a forenses, y para “Zona liberada” miré muchas fotos y vi documentales de un tipo de muerte, no vamos a spoilear, y hay una foto en especial que me sirvió para darle peso, eso me sirvió para conocer cuáles son los signos que revelan ese tipo de muerte. La había contado un poco a lo bruto, pero después, en las lecturas que me ayudan a tener perspectiva de la novela, me di cuenta que el lector de género le encuentra la quinta pata al gato y si lo dejaba así me iba a deschavar. Además, lo mío, en esta novela y en “Pobres corazones” también, sí hay una muerte y el Departamento de Criminología tiene que investigar, pero para mí como escritora el tema no es ni la muerte ni el policial ni el género, esta es una novela de amistad, la otra era una novela de ciudad, pero esta es una novela entera de amistad. A mí me encantan las novelas de amistad, las películas de amistad, volví a ver con mi hija “Cuenta conmigo” (filme clásico de Rob Reiner, de 1986), por ejemplo, me gusta ver lo que le va sucediendo a un grupo de amigos y para mí la novela era eso.
En redes sociales he visto elogios a la perspectiva de género de tus novelas, y en especial de su personaje central, Silvana Aguirre, ¿tu literatura es feminista?
Mi literatura es literatura, si alguien quiere venir y decir que es feminista, policial, romántica, didáctica, todo eso lo ponen los demás, yo no voy a decir que mi literatura es o no es feminista, yo soy feminista, la escritora, pero no escribo con el pañuelo verde atado al cuello, lo que yo no quiero es bajar pedagogía, eso no me gusta, a lo mejor si lo que se ve y se rescató mucho es que la protagonista sea una mujer policía y sea la jefa, y de esta, al menos de las primeras lecturas, se rescató que se hable de algo que nos pasa a las mujeres y es la menopausia, eso sí me parece importante, que una mujer la lea y la encuentre, hay pocas series, hay poca literatura en las que las mujeres son menopáusicas, que es algo que a mí me viene atravesando y Aguirre tiene una edad que si no le pasa eso es que no la conozco.
Los hombres, salvo el ladero de Aguirre, Herrera, que es de fierro, gay, y se nombra a sí mismo en femenino no quedan bien parados, un juez es facho, un detective es honesto pero narcisista, la víctima, un libertino, etc, ¿no hay hombres buenos en Rosario, en el mundo, que en “Zona liberada” es Rosario es el mundo de Aguirre?
Sí, los hay, los debe haber, Aguirre no se está encontrando con ellos (risas). No se dividen entre buenos y malos, porque Aguirre se manda un par de cosas, en esta novela y en la anterior también y se lo tapan. Aguirre no es el reino de la corrección, es incorruptible, que es diferente, por guita no mueve un caso, pero eso no la hace absolutamente correcta. A mí me encanta estar en el filo, a mí me gusta leer cosas que estén en el filo, no quiero lo tranquilizador. Veo una serie y quiero que algo me suceda. Eso también nos lo trajo el feminismo, aprender a leer esas lecturas del filo, todas las víctimas no son buenas, eso me lo trajeron a mí las jóvenas feministas.
Entre los protagonistas de “Zona liberada”, los policías, este grupete de amigos, como te gusta llamarlos a vos, hay un ausente significativo, un ausente que en la Rosario bajo el imperio del narcotráfico está muy presente, la policía corrupta, ¿por qué?
No hay una ausencia, en esta novela y en la anterior se dice que Aguirre podría haber llegado a otro puesto, pero que ella no se ensucia de esa manera. Aguirre sospecha de todo el mundo, eso está dicho, en la novela anterior, cuando van a hacer un operativo le pide a uno de los policías que deje el celular, claramente porque no confía en él. Ella misma le dice: “Yo no confío ni en mi sombra”, Aguirre sospecha de todos y en la sospecha de Aguirre está la policía corrupta, y sí, cómo no va a estar, esta es una novela con una pata en la realidad, sino no podría nombres, no la pondría en Rosario.
El fútbol aparece como una referencia recurrente, en las comparaciones, en las decisiones de los protagonistas, en sus gustos, en su idea del héroe (Aguirre, hincha de River, compra, lee y atesora una biografía del Beto Alonso), ¿es imposible hoy una mitología sin fútbol, sin Maradona, sin Messi?
A mí me gustan las épicas, creo que todos tenemos un momento épico de nuestras vidas, si dicen que cuentes un momento épico de tu vida, vos seguro que sabés cuál es, a cualquiera que le preguntés cuál es su momento de gloria lo tiene, todo el mundo lo tiene, y el fútbol también lo tiene. A mí, que no sé nada de fútbol, me encanta descubrir eso del fútbol, para la novela leí el libro del Beto Alonso y descubrí cosas que jamás me hubiera imaginado, como tampoco me imaginé ver los discursos de (Marcelo) Bielsa y largar como un llanto, me encanta ese personaje. Lo único que tengo en mi estudio es el decálogo de Bielsa y voy siempre y lo leo y trato de armar algo sin citarlo. Si este hombre le lee a Aguirre y me dice que “sí”, todo lo que escribiríamos de él.
Hay un personaje hincha de Central -Agudo, el forense-, ninguno de Newell’s; curiosamente Central es blanco de bromas que en la Rosario exacerbada de hoy, donde todo, pero más el fútbol, se ha vuelto de vida o muerte, podrían tomarse a mal, ¿calculaste el efecto que podrían tener antes de incluirlas en la novela?
Como no sé nada de fútbol, lo que hago es hablar con hinchas que saben realmente del paño, con canallas, y les encanta. En el libro anterior, una cosa que me pidieron fue que agregara una parte en la que Aguirre vaya a la cancha, y como estábamos en pandemia se escribió el libro anterior, ni siquiera podía ir yo a la cancha. En un grupo de WhatsApp de canallas que van a la cancha me fueron tirando data, planteando cosas como “cierren los ojos, entremos a la cancha, vayan diciéndome qué olés, dónde comprás las pilas, ta-ta-ta, eso…”, y no estoy diciendo nada tremendo y las lecturas me devuelven un poco eso, pero sí creo que está compensado un poco Central y Newell’s, y si no lo está bueno tampoco me importa, en la cuestión de que ella sea fan de Bielsa, y me encanta eso, me la imagino viendo los videos de Bielsa y a ella hablándole a un equipo de gente joven y mal paga, porque la policía es mal paga, y ella motivándolos y lo demás lo que quieren es terminar el trabajo e irse a sus casas.
¿En una novela de la industria puede ser políticamente incorrecta?, o mejor, ¿hay lugar en la industria para una novela políticamente incorrecta?
Y el margen se ve que me lo dieron, porque pasó, “Zona franca” no es la corrección política, para eso, para la corrección política que vayan y hablen con los asesores de los políticos, los que están haciendo los hashtags y todo lo demás, no, ni me interesa pensar si la novela es o no es políticamente correcta, lo que sí hago es no escribir con el censor acá atrás, que me diga “estoy no, aquello tampoco”, con la especulación, y si es políticamente incorrecta pasó, ya está. La ficción tiene ese paraguas, esto es todo ficción, es una novela, el que la lea como el diario la está leyendo mal, que lea el diario, que es más amarillista.