El lunes por la tarde un pibe de 18 años fue baleado en el barrio Cabín 9 de Pérez. Y nuevamente vecinos, en este caso de Los Chingolos y Las Casuarinas, apuntaron contra "Los Cuatreros", una gavilla delictiva de la que se escucha desde 2007 y que en septiembre de 2014 fuera dada por desarticulada.
Fue la tarde del lunes, cuando cuatro integrantes de la gavilla llegaron en un Renault 12 blanco Las Casuarinas y Picaflor. Tres de ellos bajaron armados, caminaron 100 metros y comenzaron a disparar a mansalva contra los vecinos que a esa hora estaban sentados en la vereda buscando un respiro tras la lluvia. Así, Lautaro R. recibió un balazo en el costado derecho del abdomen. Fue internado y su buena fortuna hizo que se recuperara favorablemente de su herida y ayer le dieron el alta.
Aire. Eran cerca de las 19 del lunes y decenas de vecinos de Cabín 9 buscaban aire fresco tras la tormenta de la tarde en las inmediaciones de Los Chingolos (paralela a la prolongación de bulevar Seguí) y Las Casuarinas (paralela a Las Palmeras o camino límite del municipio). Mientras tanto, los pibes del barrio aprovechaban para hacer un poco de esquina. Fue entonces que sonaron los primeros disparos.
"Cuando escuchamos los balazos todos nos refugiamos donde se pudo. Enseguida vi cómo Lautaro se agarraba el costado (del cuerpo). Después el novio de su madre lo cargó en un auto y lo llevó al hospital. Ya está mejor, pero el balazo le quedó en las costillas", recordó una vecina de Lautaro, al que describió como "de lo más sano que hay en el barrio, un pibito que no se mete con nadie y que todos los días va a laburar por 200 pesos. Un pibe sano".
Los vecinos reconocieron al menos a dos tiradores conocidos en la zona como "El Caballo" y "El Tiby". Pero además aseguraron que esa no fue la única balacera que hubo en la noche.
"Después de que balearon a Lautaro llegaron como diez patrulleros. Ninguno llegó hasta la esquina, se quedaron a unos metros. Una vecina les reclamaba que hicieran algo y los milicos le gritaban groserías. Es muy evidente que Los Cuatreros tienen a la cana arreglada. Después, como en la esquina no había luz, (Los Cuatreros) siguieron agazapados y hubo al menos dos balaceras más hasta pasada las 12 de la noche", indicó un vecino.
Difícil. "Todo lo que pasa acá es difícil de entender y de explicar. Muchos de nosotros éramos vecinos del otro lado de la vía. Y como no quisimos vender nuestras casas a precios irrisorios ni aceptar mansamente que nos las usurparan Los Cuatreros, nos tuvimos que ir. Nos odian y pasan todos los días disparando contra el que se cruce. Yo no entiendo cómo dicen que terminaron con Los Monos de La Granada y no pueden meter presos a estos pibes (por Los Cuatreros)", se preguntó una doña.
Cuando los vecinos comentan las andanzas de Los Cuatreros la primera idea que se le cruza al foráneo es la presencia de un circulo vicioso. Ocurre una balacera en la que, en el mejor de los casos, hay un herido; luego la víctima se presenta ante la policía o la fiscalía y denuncia el hecho; pocas horas después el denunciante recibe amenazas o, peor, su vivienda es atacada a balazos.
Ayer por la mañana varias doñas de la cuadra recibieron a este diario pero lo hicieron con total disimulo. Camuflando al periodista en medio de una mateada "para no andar hablando a los gritos porque acá hay ojos y oídos por todos lados", explicó una de ellas. El paso de las motos es frenético y obliga a estar constantemente expectante.
Cada relato en boca de los vecinos se retroalimenta. Y es retomado por otro residente que agrega un detalle más sobre alguna otra balacera. O un tiroteo con heridos. Una realidad sumergida en un constante deja vu.
Muchos de los que hoy viven en Los Chingolos y Las Casuarinas alguna vez lo hicieron del otro lado de la vía. Al oeste del ferrocarril. Pero al toparse con Los Cuatreros no les quedó más opción que emigrar.
Una de las vecinas exhibió ante este cronista alrededor de 15 denuncias contra distintos integrantes de esta gavilla, la mayoría en manos del fiscal de Investigación y Juicio Fernando Dalmau; otra mostró las marcas de balazos y perdigonadas en su ventana; otros señalaban las perforaciones de proyectiles en los toldos metálicos de los negocios. Todos recuerdan alguna balacera. Los testimonios parecen calcados.
Negocios. Cabín 9 es un barrio alejado de la ciudad de Pérez, municipio al que pertenece, y está partido en dos por las vías del ferrocarril. Allí se afincaron inmigrantes del norte argentino encandilados por las luces del sueño rosarino. Pero Cabín 9 está plagado de necesidades, como la del agua potable.
Desde septiembre de 2007, cuando irrumpieron en una fiesta familiar en el salón del club Estudiantes, de Hudson y Jacarandá, Los Cuatreros son la gavilla delictiva más conocida de la barriada.
Los vecinos recordaron que la pandilla comenzó dedicándose al cuatrerismo pero el atractivo económico hizo que el negocio de la droga sustituyera al robo de caballos como su actividad principal.
Ese cambio les dio una estructura vertical, con jefes y soldaditos, que por los general son pibes del barrio que buscan hacerse de un "cartel" que les otorgue algo de respeto.
Pero paralelamente muchos de esos soldados también se dedican al robo callejero y el apriete a los vecinos para lograr comprar sus casas por precios usurarios. O sencillamente usurpárselas. Todo lo que se interponga en su camino es el enemigo. Y ni hablar de quien les dispute territorio.