“Estamos consternados. Eran dos muchachos laburantes que no se metían con nadie. Les han querido robar el auto y se ensañaron porque se resistieron. O los desconocieron, algo que no asombraría a nadie como esta de invivible esta ciudad”. Una vecina puso en palabras el sentimiento de buena parte de los residentes de barrio Matheu que conocían a los hermanos Fernando Javier Echeverría, de 39 años, y su hermano Daniel Maximiliano, de 41. Ambos fueron asesinados la madrugada del sábado, sobre la 1.30, a treinta metros de la casa de uno de ellos en Callao al 3900.
Los vecinos aseguran que una moto persiguió a las víctimas cuando iban a guardar en la cochera el Peugeot 308 blanco del menor de los hermanos. Producto de la persecución el auto se incrustó contra la ochava noreste, la que homenajea al ídolo de la lepra Santiago “Cucurucho” Santamaría. Los dos hermanos tenían disparos de remate en la cabeza. Uno murió en la escena del hecho y el otro al llegar al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca).
El de los hermanos Echeverría fue el segundo doble homicidio en Rosario en menos de veinte horas. El viernes alrededor de las 6 de la mañana Carla Cabaña, de 33 años, y Magalí Páez, de 19, fueron asesinadas con un tiro en la cabeza a cada una en la casa de la mayor de las víctimas en Nuevo Alberdi. Un hecho que según la información preliminar tendría un contexto narco.
Desconcierto
En Rosario, donde el contexto que manda es de violentos homicidios sostenidos en el tiempo, cada vez es más compleja la búsqueda de acercarse lo más posible a la realidad de lo que aconteció. El doble crimen de los hermanos Echeverría tiene matices que desconciertan y entre éstos se destaca que ambos tenían disparos de remate en la cabeza, lo cual le imprime a la ejecución un tinte mafioso.
¿Es posible que se mate para robar un auto? ¿Qué se persiga desde una moto a balazos para robar un auto? Claramente la respuesta que da la calle es no. Pero en barrios como los monoblocks de Matheu —o Itatí según con quien se hable— que no han podido escapar a la escalada de violencia y muerte de la última década, todo puede ser posible.
Fuentes allegadas a la investigación indicaron que el 23 de agosto de 2021 la casa de Javier también fue atacada a balazos desde dos vehículos: un Volkswagen Bora gris y una moto 110. Varios disparos ingresaron por una de las ventanas del domicilio. Al realizar la denuncia la esposa de Javier dejó en claro que era un error y remarcó que los agresores se habían equivocado de residencia porque ellos no tenían problemas con nadie.
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Como parte del paisaje, a metros de donde vivían los hermanos, que dejaron tres hijos huérfanos uno y cuatro el otro, hubo años atrás allanamientos en los que fueron detenidos Alan Funes, su pareja Jorgelina “Chipi” Selerpe y Jorge Funes, el padre de los hermanos. De hecho la vivienda donde residía la Chipi, ubicada a pocos metros de la de los hermanos Echeverría, fue atacada a balazos el martes 17 de junio de 2020.
Camioneros
En los monoblocks de Callao y Presidente Quintana todo es en rojo y negro. Todo el complejo en el que vivía los hermanos Echeverría está plagado de pintadas de Newell’s, en la que se destacan las de Messi, la de Maradona y la de “Cucurucho” Santamaría.
Javier y Maximiliano eran camioneros. Uno trabajaba en la ciudad y el otro realizaba viajes de largo aliento. Ambos tenían empleo registrado. Javier estaba afiliado al Sindicato de Camioneros y Daniel al gremio de Personal de la Industria del Caucho.
Daniel estaba domiciliado en Italia al 4000, en la zona sur, y supo tener residencia en Tacuarendí, una localidad del norte santafesino ubicada en el departamento General Obligado, a 13 kilómetros de Villa Ocampo y 580 de Rosario.
“Javier se había comprado el autito no hace mucho. Lo pudo comprar con mucho sacrificio. Por lo general él andaba mucho con el auto y también lo usaba mucho su hijo mayor”, explicó una vecina de la cuadra que calificó a los hermanos asesinados como “gente trabajadora que no tienen problemas con nadie. No son como otros del barrio que tienen sus historias”.
Para evitar robos
Según se pudo reconstruir el sábado alrededor de la 1.30 de la madrugada Javier dijo “voy a guardar el auto” en la cochera. Su esposa le respondió que lo iba a acompañar, pero su hermano Daniel intercedió: “Dejá, te acompaño yo”. Antes de salir a la calle los hermanos dejaron en la casa sus billeteras y celulares, para evitar robos.
Salieron y se subieron al 308 blanco. Javier al volante y Daniel como acompañante. Ninguno de los vecinos y allegados pudieron precisar dónde estaba estacionado el Peugeot, si por Callao a metros de su casa o a la vuelta por Presidente Quintana entre Callao y Rodríguez.
Según la lógica del relato de los vecinos y la trayectoria que permitía adivinar la colisión contra el mural de Cucurucho Santamaría se entiende que el 308 circulaba por Presidente Quintana, aun que la investigación judicial no tenía claro ese dato hasta anoche.
Algunos vecinos refirieron que los Echeverría circulaban en el 308 cuando fueron los comenzaron a perseguir los ocupantes de un auto color oscuro y una moto algo desvencijada. Otros afirmaron que sólo los persiguieron en una moto que era manejada por un hombre vestido de negro y un acompañante que llevaba un camperón de Newell’s. Que en la persecución hubo disparos y que luego de que el Peugeot se estampó contra el muro, los remataron por bronca y despecho. Pero fuentes de la pesquisa en manos del fiscal Patricio Saldutti indicaron que los peritos de criminalística que trabajaron en la escena sólo hallaron cinco vainas calibre 9 milímetros alrededor del 308.
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Luego del choque ambas víctimas intentaron escapar corriendo. Pero el sicario no les dio tiempo a nada. Javier recibió al menos un balazo en la cabeza con pérdida de masa encefálica y otro en el tórax. Fue traslado en un auto particular al Heca, donde murió. Daniel, en cambio, falleció en el lugar. Tenía dos disparos en la cabeza, con orificio de salida, y otro en el hombro izquierdo. El auto también presentaba un impacto de bala.
“No lo podíamos creer”
“Escuchamos los balazos y nos asomamos todos. Cuando llegamos al auto no lo podíamos creer. Eran nuestros vecinos. Uno estaba muerto, el otro agonizaba. El auto estaba incrustado en el muro. Todo muy desolador. Ya no se puede vivir más en esta ciudad”, comentó una vecina.
“Hacía un buen rato que en el barrio no se veía algo así. No es porque no haya violencia, pero esto es algo que nos conmueve a todos. Estos pibes son laburantes”, agregó otro residente.
El fiscal comisionó a efectivos de la brigada de homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran con potenciales testigos y en el relevamiento de cámaras de vigilancia públicas y privadas. En tanto, para la mañana del lunes el fiscal espera poder entrevistar a la viuda de Javier y a su hijo mayor.