Sobre Henry Kissinger se ha dicho casi todo desde su muerte el pasado 23 de noviembre. Los medios tenían listo el obituario del famoso diplomático, dada su inverosímil edad (100 años). En esas publicaciones se ha destacado debidamente su lado mefistofélico, sus amistades y alianzas con las dictaduras militares sudamericanas y de otros continentes. Así como su apertura a la China de Mao, pese a que era un dictador comunista. Kissinger y su jefe Richard Nixon eran muy lúcidos y pragmáticos: se habían dado cuenta desde antes de asumir en 1968 que China no podía estar afuera de la comunidad de naciones. También ambos decidieron dar fin a la guerra de Vietnam, o al menos a la participación de EEUU, lo que le valió al diplomático el Nobel de la Paz.
Pero todo esto se recordó abundantemente en estos días. En esta columna se busca destacar otro rol que cumplió Kissinger, y por cierto Nixon. Fueron, con sus contrapartes soviéticos, los padres de los primeros acuerdos de control de armas nucleares, que siguieron vigentes durante largos años con distintos tratados hasta hoy.
El primero en absoluto fue el SALT I firmado por Nixon y Brezhnev en mayo de 1972. Congeló el número de misiles estratégicos existentes y permitió nuevos misiles lanzados desde submarinos (SLBM) sólo después de que se hubiera desmantelado el mismo número de misiles intercontinentales con base en tierra y de SLBM más antiguos. Además, el SALT I limitaba a 50 el número de submarinos con capacidad SLBM que podían operar la Otán y EEUU, con un máximo de 800 misiles.
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Kissinger con su contraparte soviético, Andrei Gromiko, y a la izquierda el embajador de Moscú en Washington, Anatoly Drobrynin, una pieza clave en los tratados.
Cincuenta y un años más tarde, en 2023, Vladimir Putin declaró "suspendido" el New Start, tratado signado en 2010 y heredero lejano de los SALT y sus sucesores START. El New Start limita a unas 1.550 armas nucleares a cada nación. Ante la suspensión de Putin se anularon las visas de los militares que inspeccionaban las bases y armas nucleares del otro país. Pero aún así puede decirse que el New Start pervive y que en algún momento otro tratado lo sucederá. Debería incluir a China, pero no parece que el agresivo nacionalismo militarista de Xi Jinping se adecue a ese tipo de límites y controles in situ del enemigo estadounidense. Como sea, las armas nucleares son hoy muchísimas menos que las que hubo durante las largas décadas de la Guerra Fría (ver gráfico debajo. Este, realizado con datos de la prestigiosa Federation of American Scientists, tiene en cuenta el total de armas nucleares y no las realmente desplegadas, de ahí que el número que da para la actualidad sea muy superior al que citamos de 1.550 armas por bando. Pero esos miles de armas excedentes no tienen modo de ser "enviadas", salvo unas pocas ojivas que podrían reinstalarse en los misiles de cabezas mútiples (MIRV) y algunas bombas tácticas que se sumarían a los cazas y bombarderos ya desplegados)
El último descenso brusco, si bien se debe sin dudas al fin de la Guerra Fría, fue precedido por un corte notorio del aumento desmedido de los años 50 y 60. El SALT I de 1972 fue un mojón decisivo. EEUU y URSS se habían dado cuenta de que el equilibrio inestable de la "MAD" (palabra que significa "loco" y a la vez es la sigla en inglés de "Destrucción Mutua Asegurada") podía descompensarse fácilmente, como ocurrió durante la Crisis de los Misiles de 1962. Pocos saben que durante esos días un submarino ruso estuvo a punto de disparar un torpedo con cabeza nuclear contra un destructor estadounidense, lo que sin dudas hubiese desencadenado el apocalipsis nuclear. Nada hubiera detenido la realización de la MAD.
Si bien el presidente Johnson y su secretario de Defensa McNamara habían preparado el terreno, fueron Kissinger y su equipo de negociadores, y los soviéticos Kosyguin, Gromiko (canciller) y el embajador de Moscú en Washington, Drobrynin, las figuras clave en la construcción del SALT I y de la concreción de la doctrina de la "détente", la distensión estratégica entre los dos gigantes de la Guerra Fría.
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Nixon y Brezhnev se saludan efusivamente luego de firmar el SALT I en 1972.
Ambos equipos contaban con el respaldo decidido de sus jefes, Nixon y Brezhnev. Es así que los "halcones" republicanos tuvieron el papel de pacificadores. Tanto en Vietnam, como con China y en este rubro hoy algo olvidado del control de las armas nucleares, los villanos actuaron como pacifistas. No por razones morales, sino por puro pragmatismo.
Nixon había tomado nota durante los años 60 y tal vez antes de que la carrera armamentista nuclear era irracional y carente de controles. La conciencia de la exuberancia del arsenal de estas armas (más de 60 mil en el pico del crecimiento) llevó a partir de fines de los 60 a retirar algunas armas nucleares "chicas" o tácticas de primera línea. Esta categoría de armas, que eran la gran mayoría de las nucleares, no tenían el mecanismo de autorización presidencial y el tantas veces visto en cine procedimiento de doble llave y doble mando. Por eso el capitán ruso del submarino en 1962 pudo haber desatado la guerra nuclear. Del otro lado tampoco había controles para las armas nucleares tácticas: un coronel en apuros, superado en la batalla por el enemigo, podía ordenar el disparo de armas nucleares tácticas (EEUU hasta desplegó hasta un "bazooka" con carga nuclear). Un jefe de batería antiaérea podía optar por usar un misil con cabeza nuclear si una ola masiva de aviones enemigos superaba su capacidad "convencional". Una verdadera locura que duró décadas.
El fin definitivo de estas armas llegó mucho más tarde, con Gorbachov y Reagan. Ambos firmaron el tratado INF (Intermediate Nuclear Forces) en 1985.
Años después, George W. Bush, primero, y Putin después, se encargarían de debilitar la arquitectura de los tratados SALT y START. El primero retiró a EEUU del INF y también del tratado ABM, que limitaba las armas antimisiles. En el primer caso, el del retiro estadounidense del INF, la salida se justifica, no por Rusia, sino por China, que construye sin límite alguno todos los misiles "de alcance intermedio" o mayor que desee (es intermedio un alcance de 500 a 5000 km).
Por esto, hoy la situación es más inestable y peligrosa en el plano político y geopolítico que en el de las armas nucleares estratégicas gracias a estos tratados. Si este aspecto poco conocido pero vital tiene un esquema de contención más o menos eficaz aún hoy, se debe a aquellos caballeros que se reunían en Helsinski, Moscú y Washington entre 1968 y 1974.