Pasa casi de golpe. En un momento dado de la noche los ruidos de la calle empiezan a desaparecer. Se escucha sí el paso de los ómnibus (parece que dejaran a los más destartalados para la noche) pero su frecuencia languidece al extremo. Y entonces sí, el ambiente queda sumido en susurros y zumbidos que se acercan y alejan. Las luces marcan contornos y algunas sombras se cargan de amenazas hasta que la cercanía las espanta. El que va caminando entonces empieza a percibir en forma velada las vidas dentro de las casas. De un edificio se escucha el llanto urgente con el que un bebé expresa hambre, música, retazos de parlamentos inconexos de locutores de radio que se empeñan en acompañar a los insomnes, el más variopinto panorama de la televisión por cable, cada vez más uniforme desde que las series son dobladas y aparece un Kirk Douglas encarnando a un "Espartaco" puertorriqueño.