El grito ocultó el golpe sordo de un cuerpo que cae al piso. Todas las miradas se dirigieron a una joven que sobre la bicisenda de la calle Corrientes, casi llegando a Ricardone, sostenía una bicicleta negra de caños finitos. La chica estaba inmóvil, con el semblante blanco y los ojos muy abiertos luego del atropello. A sus pies una mujer de unos 50 años, con vestido azul, pelo largo revuelto por el percance, comenzaba a incorporarse con muestras de dolor en el rostro. El remolino de gente fue instantáneo. Algunos esgrimieron celulares para llamar a emergencias, otros ayudaban a la mujer a pararse. Había comenzado a bajar de la vereda a la calle y la rápida mirada hacia el costado le permitió ver que no venían autos, pero le ocultó la cercanía de la ciclista. El desplazamiento silencioso de la bicicleta y el vestido negro de la chica que venía pedaleando terminó de configurar el desastre. La mujer, un poco repuesta, al fin cruzó a la otra vereda y, lentamente, siguió caminando.