Desde el 2 de junio de 1966 existe en la Argentina la Asociación Argentina de Musicoterapia (Asam), que está asociada a la Federación Mundial de Musicoterapia. Un año más tarde, en 1967, comenzó a dictarse la carrera universitaria de Musicoterapia en la Universidad del Salvador. A nivel público se cursa solamente en Buenos Aires, en la UBA, y a nivel privado en Mendoza, Buenos Aires y Rosario. En nuestra ciudad, la licenciatura se abrió en el desaparecido Instituto del Paraná y luego, en la Universidad Abierta Interamericana, a partir de 1995, siendo la primera carrera de grado del país. A pesar de todo el tiempo transcurrido, no es una profesión que tenga el reconocimiento que merece, como sí ocurre en países como Estados Unidos, España y otros. Paradójicamente, Rolando Omar Benenzon (Buenos Aires, 1939), impulsor del Modelo Benenzon —una de las cinco líneas de musicoterapia que está reconocida por la Federación Mundial de Musicoterapia— y desarrollador del principio ISO (Identidad Sonora), que afirma que cada ser humano “tiene una identidad sonora que lo caracteriza y lo diferencia del otro” es argentino.
¿Por qué, entonces, la musicoterapia no goza todavía de mayor relevancia en este país? El director de la carrera de Musicoterapia de la UAI en Rosario, considera que eso sucede porque en realidad no tiene demasiada difusion dentro del mundo de las terapéuticas. “Es una carrera relativamente nueva, con la parte de formación de grado a partir de 1995. Antes era terciaria y no tenía una ley de ejercicio profesional, como sí existe ahora. Todavía aquí no hay asociaciones o colegios que la puedan impulsar a nivel gremial. La musicoterapia ha tenido sus reconocimientos y avances; creo que ello se debe más que nada por la labor de los musicoterapeutas en los distintos lugares donde se ha ido insertando. Pero no ha tenido una difusión masiva como en otros puntos del mundo”, concluye.
Sabrina Carini, de Ineco, agrega que se da una lucha constante porque hay muchas obras sociales que no cubren la terapia. Pero que de todas maneras, con el paso de los años, se le está dando mayor relevancia a los musicoterapeutas. “En mi caso empecé a estudiar en 2007 y me recibí en 2013; antes me tenían que preguntar qué era la musicoterapia, ahora se tiene más idea, pero aún así cuesta que la sociedad entienda bien nuestra labor y que no somos profesores de música. La nuestra es una carrera que dura cinco años. La música tendría que tener un rol más importante en nuestras vidas. Somos muy pocos los musicoterapeutas. Creo que es hora de defender y difundir más la profesión”.