"En el futuro que nos aguarda está en cuestión el sentido de nuestra vida. No sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos: reconozcámonos en ese viejo, en esa vieja", decía Simone de Beauvoir en su libro La vejez. Y en ese punto se detiene el médico especialista en geriatría Andrés Toussaint, porque quizá sea imprescindible comprender eso que expresaba la escritora francesa para poder hablar con honestidad y profundidad sobre la realidad de nuestros viejos. "Los pacientes vienen cada vez más solos a la consulta, o cuando los acompaña alguien de la familia no es raro que los desacrediten. Creo que debemos revalorizar el lugar de nuestros mayores si queremos ser una mejor sociedad, después de todo, algún día nos tocará a nosotros estar ahí".
El profesional, que es además docente de la Universidad Nacional de Rosario y docente invitado en la carrera de Geriatría de la Universidad Católica Argentina, cuenta por qué decidió trabajar con una de las poblaciones más vulnerables y complejas en su abordaje desde el punto de vista de la salud. Por qué se dedica a una especialidad que no está entre las más elegidas por los médicos: "Yo trabajaba en una institución donde un compañero me sugería que me dedicara a la tercera y cuarta edad. Así que en un momento envié mi currículum a Pami y empecé a trabajar como médico clínico... En la carrera de medicina casi no profundizamos la problemática de esta población, está todo muy direccionado al paciente de la mediana edad y no hay demasiados incentivos para seguir esta especialidad, algo que creo que hay que revisar. Lo que me pasó es que comprendí —a poco de empezar a hacer consultorio con adultos mayores— es que necesitaba la formación porque atender personas que transitan esta etapa de la vida es sumamente complejo".
Cualquiera que deba buscar un médico geriatra sabe que no es fácil. No hay tantos disponibles y lograr que el adulto mayor se sienta contenido y a gusto con ese médico es toda una tarea. "Creo que es un déficit por muchas razones porque culturalmente no lo tenemos asumido. Por ejemplo ¿cuántos de nosotros nos preguntamos a qué médico geriatra vamos a ir? ¡No se lo pregunta ni una persona de 60 o 70 años! En otros países, más desarrollados, la gente ya sabe que en algún momento deberá buscar a su geriatra. Acá vivimos como si la juventud fuese eterna".
Las enfermedades físicas y psíquicas de alguien que pasó la séptima década de la vida requieren una mirada especializada, y para eso está el médico formado en geriatría. "Empecé a ver otras realidades. Venía, por ejemplo, un paciente de 80 años con los hijos o un sobrino. Mientras respondía a mi interrogatorio desde atrás los familiares me hacían señas indicando que la persona mentía o exageraba... A esa desacreditación empecé a verla de manera frecuente....entonces, ¿quién tenía razón? ¿cómo darle las mejores respuestas? Me di cuenta de que estos pacientes no se parecían a los que uno estaba acostumbrado a ver en la clínica médica".
Hombres y mujeres con más de una patología. Plurimedicados. Con alteraciones de la memoria. Con toda una historia detrás. Vulnerables, que lidian con la soledad, con los duelos repetidos (amigos, hermanos, parejas que ya murieron), asustados por la inseguridad que parece haberse ensañado con los viejos. Muchas veces encerrados y olvidados, mientras la vida, con su prepotencia, sigue intentando hacerse paso a pesar de los años. Y ahí siguen los sueños, el deseo, las necesidades, la esperanza.
"Es una especialidad desgastante, sí, pero también muy satisfactoria. Tiene de complejo que lo psicosocial tiene, en esta franja de la vida, un peso enorme. Si bien siempre hay que ver al paciente desde ese punto de vista, el biopsicosocial, lo que le pasa al adulto mayor tiene, muchas veces, más de psicológico y social que de biológico. A ver... la presión arterial se evalúa, se hace un seguimiento y si es necesario se medica, pero a los dolores que están detrás de los síntomas hay que buscarlos y para eso el médico debe dedicar tiempo, escucha y tener mucha paciencia", dice Toussaint.
"Más de la mitad de los pacientes tienen sus problemas de salud específicos, pero el contexto es sustancial. Hoy viven rodeados de temores. El tema de la inseguridad los afecta muchísimo y es algo recurrente en el consultorio. O tienen angustia porque ven poco a sus nietos, a sus hijos. Ellos mismos te dicen: «bueno, tienen su vida, están muy ocupados, no quiero molestar». Pero me parece que la familia se está olvidando de esa persona que en algún momento fue clave y sigue siendo un miembro importante que requiere atención y al que le debemos cariño, afecto y con quien tenemos responsabilidades", reflexiona el geriatra.
¿Hay derivaciones a otros profesionales? "Claro, el médico de cabecera debe estar atento. En Pami tenemos la chance de recurrir a un equipo interdisciplinario. En ocasiones es necesario que a esa persona la asista un psicólogo o un psiquiatra si está cursando una depresión o precisa un ansiolítico. Es un momento de la vida muy particular, donde hay dolores profundos, donde aparece el shock. Lo veo claramente cuando me cuentan: «Murió mi hermano, mueren mis amigos, ahora en la lista sigo yo». La muerte del hermano o de la pareja, por ejemplo, es shockeante y no siempre se trata de forma adecuada ese duelo, con la asistencia correcta. No es nada fácil transitar la pérdida del marido o la esposa después de 40 o 50 años de compañerismo, es muy pero muy duro y no es natural la aceptación, a veces la familia cree que sí".
"Hay que decirlo, veo poca contención familiar hacia el adulto mayor. La mayoría siente esa soledad. No juzgo, es un hecho que todos tienen cosas que hacer, miles de cuestiones de las que ocuparse, pero como médico debemos concientizar sobre el hecho de ser responsables como familia. Si yo le doy un tratamiento a un paciente y me doy cuenta de que no entiende, que se lo escribo, se lo explico, le pido que pegue el papel en la heladera y así y todo los resultados no son satisfactorios, es importante, es clave que un familiar se haga cargo. Los hijos deben repartirse esas tareas. A veces como médicos debemos convencer al entorno de algo que debería ser obvio: asistir al adulto mayor de la familia", señala.
"La vejez está devaluada y eso no habla bien de nosotros como sociedad. Ellos quieren transmitir sus experiencias... deberíamos aprovecharlas"
¿Cuáles son los principales problemas de salud? Toussaint menciona las caídas por alteraciones en la marcha, las úlceras por decúbito, la incontinencia urinaria, la hipertensión, la diabetes, las insuficiencias cardíacas, el deterioro cognitivo y la depresión (que es la segunda causa mundial de incapacidad). "El adulto mayor suele tener alteraciones circulatorias que a nivel del sistema nervioso central traen problemas diversos: entre ellos cierta lentitud en la comprensión, u olvidos. Esto no es necesariamente Alzheimer. A partir de los 70 o 75 años esto se ve. También hay personas de esa edad que están lúcidas, activas, que están muy bien. Pero es cierto que empiezan a aparecer esos síntomas, y no siempre la familia lo acepta".
Las múltiples complicaciones de salud hacen de los viejos pacientes con una complejidad particular. El médico señala que tener un profesional de cabecera es imprescindible porque es frecuente encontrar que una misma persona va a un cardiólogo, o a varios, al gastroenterólogo, al neurólogo, y unos y otros le indican medicaciones diversas. "Es el hombre o mujer que va y viene cargado de estudios y cajitas de remedios y a veces está tomando cosas que son antagónicas, o repetidas. La plurimedicación puede ser riesgosa y afectarles seriamente la calidad de vida; por eso debe haber un médico responsable que conozca muy bien a ese paciente y su historia clínica. Para ello el tiempo de la consulta es fundamental, y no siempre el sistema médico nos lo permite, pero hay que darle batalla a esas limitaciones", detalla. "En la escucha está muchas veces el verdadero diagnóstico o la solución para el problema que trae ese paciente", enfatiza el médico.
Para Toussaint es sumamente importante hablar de prevención en la tercera edad. "No podemos pensar que ya está, que no hay nada más por hacer. O que sólo vamos a ocuparnos cuando el problema aparece. La idea de prevención debe estar instalada siempre. A veces es el propio paciente el que baja los brazos y uno como médico no debe permitirlo".
"Hay que pensar que cada edad tiene su encanto. Lamentablemente la vejez está devaluada y eso no habla bien de nosotros como sociedad. Ellos (los adultos mayores) quieren transmitir lo que saben, quieren detallar sus experiencias que suelen ser muy valiosas, y deberíamos aprovecharlas. En cambio son motivo de burla, de desconsideración o de olvido. Es raro... miramos al viejo como si eso no nos fuera a pasar".
Sexualidad, siempre Hablar de sexo sigue siendo tabú en muchos momentos de la vida. Mucho más cuando se tienen 70, 80 o 90 años. La idea de que las relaciones sexuales son para los jóvenes o que no se puede disfrutar del propio cuerpo o del de otro en la vejez siguen persistiendo. El médico geriatra Andrés Toussaint dice lo siguiente: "A nosotros como profesionales nos toca indagar acerca de la sexualidad del paciente, porque obviamente es una parte de su vida. Y existe desde que nacemos hasta que morimos. Se terminará en todo caso la frecuencia de los años de la juventud, el cómo, pero el deseo y la necesidad de amor, de caricias, de cercanía sigue presente, siempre. Y también lo genital, que las ganas se terminan no es cierto".
"En esto los hombres son más abiertos. Preguntan, quieren saber, quieren respuestas. Las mujeres se abren más con la médica que con el médico pero si uno pregunta, las ganas de hablar están".
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El médico especialista en geriatría Andrés Toussaint.