"Una Universidad feminista". La propuesta del nuevo rector de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Franco Bartolacci, se escuchó desde el primer día. En la asamblea del 22 de mayo, cuando fue electo. Y otra vez el 6 de agosto, cuando en su discurso de asunción ratificó el compromiso con el movimiento de mujeres, convencido de que el feminismo "no es sólo una revolución de buenos modales exigidos por una elite de mujeres", sino que "trae consigo una visión más justa del mundo que la universidad debe ayudar a construir". Para eso, la clave es el Area de Género y Sexualidades, la primera de la UNR y de todo el país, en poner la cuestión en el máximo nivel de jerarquía de la estructura universitaria.
Florencia Rovetto, investigadora del Conicet y doctora en periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, es quien encabezará el desafío de potenciar la experiencia que comenzó en Ciencia Política hacia las 12 facultades y los tres colegios preuniversitarios de la UNR.
La especialista detalló los desafíos por delante para transversalizar la perspectiva de género, afirmó que una Universidad feminista "es más sensible, más cercana a los problemas cotidianos, más actualizada y conectada con su tiempo", y señaló que "las nuevas generaciones nacidas al calor de leyes innovadoras, como la de educación sexual integral y de identidad de genero, entre otras, se habituaron al uso de formas no sexistas del lenguaje" y son hoy "el estudiantado universitario que reclama poder expresarse" a través del lenguaje inclusivo.
—Al hablar de una "universidad feminista", el rector lo describió como un proceso de afuera hacia adentro, de la calle a la Universidad ¿Cómo analiza ese proceso?
—La universidad es una caja de resonancia de lo que sucede en su tiempo. El Ni Una Menos de 2015 marca un punto de inflexión y la discusión sobre las violencias sexistas inundan todos los ámbitos, y las universidades no podían quedar al margen de esta interpelación. En ese marco, docentes, estudiantes y graduadas feministas del país abrimos instancias de debate que condujeron a la creación de nuevos marcos regulatorios con el objetivo de desnaturalizar los mecanismos que producen prácticas misóginas y machistas, prevenirlas, sancionarlas, así como reparar los daños que provocan en las personas que sufren. Si bien las feministas en las universidades vienen denunciando el problema de las violencias sexistas como mecanismo inherente para garantizar la perpetuación del sistema patriarcal, fue gracias a las masivas movilizaciones que pudimos combinar de manera virtuosa el conocimiento teórico, la metodología y la gestión institucional para avanzar en la desnaturalización de las violencias machistas en el territorio universitario
—La UNR es pionera en tener una Area de Género y Sexualidades jerarquizada al máximo nivel en su estructura.
—Esto implica jerarquizar las políticas feministas en toda la universidad. Nuestra universidad, y en particular la Facultad de Ciencia Política, es reconocida por estar en permanente proceso de construcción de estrategias innovadoras. Fue la primera en aprobar un procedimiento de atención en violencia y en implementar estrategias de sensibilización y prevención, tales como encuestas, talleres con claustro no docente, talleres con varones de las agrupaciones estudiantiles. Y en 2017, se puso en marcha el programa de promotoras contra la violencia, que ahora se lleva adelante en todas las facultades que cuentan con el procedimiento en el CUR (Centro Universitario conocido como La Siberia) y la idea es expandirlo al resto de las facultades y colegios preuniversitarios.
—¿Cómo describe ese proceso que se inició en Ciencia Política y ahora se expande a toda la Universidad?
—Hasta el 2014 la única Universidad que contaba con un protocolo específico para la prevención, atención y sanción de la violencia de género era la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén y Río Negro), y a finales de ese año, en Rosario, integrantes del Núcleo de Género (Cifeg) y del Programa de Género y Sexualidad elaboraron el "Procedimiento para la Atención de la Violencia de Género, el Acoso Sexual y la Discriminación basada en el Género, Orientación Sexual, Identidad de Género o Expresión de Género" que fue aprobado por las facultades de Ciencia Política, Derecho y Humanidades y Artes. Más tarde, creció el número de universidades nacionales que impulsaron procesos de elaboración y aprobación de herramientas similares, y hoy son más de 30 universidades que cuentan con estos dispositivos. Sin dudas, la creación de la Secretaría de Género y Sexualidades Ciencia Política en 2018 nos dio el impulso para avanzar con nuevos proyectos, que ahora serán retomados a escala universitaria.
—¿El desafío es transversalizar la perspectiva de género en todas las facultades y escuelas?
—Es uno de los desafíos más importantes de la universidad feminista a la que aspiramos; transversalizar la perspectiva de género, feminista y de la disidencia sexual en todos los espacios institucionales. Sabemos la complejidad de un proyecto a largo plazo y en profundidad, porque busca revisar y erradicar el androcentrismo en la construcción de conocimiento, en las mallas disciplinares y en la propia estructura y lógicas de funcionamiento institucional. Estas propuestas requieren un compromiso colectivo, alentar la incorporación de los aportes de los estudios de género y feministas en planes y programas de estudio, fomentar la investigación y los espacios de formación y transferencia que tengan en cuenta las dimensiones de género y sexualidades, es crucial para ir hacia la universidad feminista, más sensible, más próxima a los problemas cotidianos, más actualizada y conectada con su tiempo histórico.
—Esta semana la UBA admitió el lenguaje inclusivo en Ciencias Sociales, ¿piensan avanzar en ese sentido?
—Problematizar el lenguaje como sexista no es nuevo. Hace décadas los feminismos vienen evidenciando que la lengua se presenta como "neutral" mientras reúne sucesivas referencias hacia los varones, negando a las mujeres y otras identidades disidentes. Cuando las feministas señalan que el lenguaje no nos nombra a "todes" avanzan en la comprensión de la lengua como una tecnología del género. Esto permite disputar tanto la exclusión como la subordinación moral, biológica y jurídica. Dejaron en evidencia jerarquizaciones que la lengua arrastra y actualiza al tomar como referente privilegiado a los varones. Las nuevas generaciones, nacidas al calor de leyes innovadoras como la de educación sexual integral y de identidad de género, entre otras, se habituaron al uso de formas no sexistas del lenguaje y esas personas son hoy el estudiantado universitario que reclama cambios para poder expresarse con estas nuevas formas en sus trabajos escritos y comunicaciones; pero también pone en debate el sexismo en las formas institucionales de comunicarnos. Es necesario garantizar el uso voluntario de quienes ya se manejan naturalmente con el lenguaje inclusivo, al mismo tiempo que revisar el lenguaje con que la academia, y en ella el cuerpo docente, habla de sí misma o se dirige al estudiantado en genérico masculino, invisibilizando su diversidad y su reconocimiento discursivo en el acto político de nominar.
pionera. Rovetto fue parte del equipo que hizo punta en la Facultad de Ciencia Política.