La pandemia de Covid-19 transformó la manera de transitar la ciudad y muchos advierten que, como los barbijos, esos cambios llegaron para quedarse. En Rosario, por ejemplo, creció notablemente el uso de la bicicleta, un medio económico y saludable que gana espacio en las calles; en contrapartida los colectivos del transporte urbano llevan un 80 por ciento menos de pasajeros, una caída que puso en emergencia al sistema. Este nuevo contexto puede ser también una oportunidad para repensar una movilidad segura, accesible, sostenible y saludable. Los desafíos son muchos: cómo sostener el servicio de transporte urbano de pasajeros que hoy comienza una etapa de adecuaciones, cómo incorporar al tránsito otro tipo de vehículos y, sobre todo, cómo disminuir los índices de siniestros y lograr una mejor convivencia en el espacio público. Esos son apenas algunos de los interrogantes.
“La movilidad, tal como la entendíamos hasta marzo del año anterior, es muy difícil que regrese”, reconoció Eva Jokanovich, secretaria de Movilidad del municipio, días antes del anuncio oficial de las adecuaciones al sistema de transporte.
Desde hace por lo menos una década, y con mayores o menores aciertos, Rosario viene impulsando políticas para desalentar el uso de vehículos particulares, sobre todo en el área central. El sistema de colectivos —masivo, extenso y democrático— se proponía como la columna vertebral de esa propuesta tendiente a vaciar las calles de autos particulares, evitar embotellamientos y reducir la contaminación.
Sin embargo, la pandemia abrió un enorme paréntesis. “Los sistemas de transporte público de distintas ciudades del mundo, al ser masivos por definición, sufrieron una fuerte caída de pasajeros, lo que hizo que atraviesen una profunda crisis y, en consecuencia, obligó a los Estados a repensar y adaptar el servicio”, apuntó la funcionaria.
Y aclaró: “Los objetivos en general de la movilidad no han cambiado. Priorizando la seguridad vial, trabajamos desde la nueva realidad para promover el transporte público como uno de los modos más beneficiosos de movilidad en las ciudades, seguir desarrollando la movilidad activa y disuadir el transporte motorizado individual”.
"Quedate en casa"
La pandemia afectó especialmente a la movilidad. En los primeros días de marzo del año anterior, durante el período de aislamiento social, preventivo y obligatorio, la consigna para evitar contagios era no moverse. «Quedate en casa» fue el eslogan más repetido, la última semana de marzo, las calles quedaron desiertas y pese a la reapertura de numerosas actividades, la circulación se mantuvo reducida.
“Cuando nos trasladamos, lo hacemos para realizar alguna actividad, ya sea educativa, laboral, comercial o lo que fuere. Al modificarse la forma en que realizamos dichas acciones, se alteró por supuesto la forma en que nos movemos. En la medida que la educación a distancia, el comercio electrónico o el teletrabajo continúen en tendencia, los patrones de movilidad de las ciudades se modificarán claramente”, subrayó la funcionaria.
Sobre el comienzo de la cuarentena no era raro encontrarse con un colectivo prácticamente vacío recorriendo las calles. Según datos del municipio, la caída de la demanda del TUP alcanzó al 90 por ciento. En los últimos meses, la caída en el número de pasajeros trasportados se ha estabilizado alrededor del 80 por ciento.
Luego, el Concejo aprobó la declaración de emergencia en el sistema de colectivos urbanos. La medida le otorga a la intendencia la posibilidad de enfrentar la crisis del sistema e introducir modificaciones en recorridos y frecuencias durante 24 meses o hasta tanto los pasajeros totales mensuales del sistema alcancen el 90 por ciento de los pasajeros totales trasladados en octubre del año pasado.
En ese marco de emergencia, la Municipalidad estableció este nuevo sistema de adecuaciones que sale hoy al ruedo con la intención de salvar un actor principal en la movilidad de la ciudad, que seguirá siendo supervisado y continuará bajo replanteos urbanos mientras se adapta a los nuevos hábitos que imponen la pandemia y sus efectos de cambios permanentes.
Revertir la fuga
“El problema básico de la pospandemia es que durante la crisis sanitaria, y tras los numerosos y prolongados paros de colectivos, la gente se pasó del transporte público a otros modos de transporte”, remarcó Carlos Fernández Priotti, referente del Observatorio Social del Transporte, quien destacó que el principal desafío de los próximos meses será revertir esta fuga de pasajeros que viajaban en los ómnibus urbanos.
Antes del Covid, aclaró, que el “sistema ya venía en entredicho, ya estaba en crisis”. Casi la mitad del costo del sistema lo solventaban los usuarios a través del pago del boleto. El resto se mantenía en base a subsidios sostenidos por Nación, provincia y el municipio. “A partir de marzo del año pasado, la estrepitosa baja de pasajeros precipitó esta crisis, y el gran desafío es pensar como revertir esto”, precisó.
Fernández Priotti apuntó que resulta “imprescindible” evitar el escape de usuarios del transporte público. “Lamentablemente, por más que se cifren esperanzas en el incremento del uso de la bici, el problema es que muchos de los pasajeros que abandonan el transporte público se vuelca a otros medios motorizados, como motos y automóviles particulares, y eso a la corta y a la larga representa un problema para el desenvolvimiento de la movilidad en general, no sólo la individual sino la pública también”, enfatizó. En esta carrera por seducir pasajeros, “el eje fundamental debe ser fomentar la intermodalidad. Deberíamos orientar acciones para dar cabida a otros medios de transporte. Y en esto, el transporte ferroviario puede ocupar un papel central”, destacó.