Carlos Marcelo Di Stefano viajó a España el 24 de abril para acosar a su ex esposa, que hace años buscó refugio en un pequeño pueblo de las afueras de Madrid. El hombre llegó al extremo de pegar un celular debajo del auto de ella para conocer mediante el GPS sus movimientos y de los tres hijos que tuvieron juntos. Di Stefano fue detenido en Ezeiza a su retorno de Madrid por la Policía Aeronáutica. La mujer solo es conocida por su nombre, Alejandra, para proteger su identidad.
La víctima descubrió el celular y denunció el acto persecutorio. La policía española detuvo al hombre cuando intentaba huir y una jueza ordenó colocarle una pulsera electrónica. El hombre se la arrancó y tras otro pedido de la mujer y una orden judicial, fue detenido en su vuelta a Ezeiza. Pudo hacer un viaje transcontinental pese a haber violado una orden judicial y violar el arresto domiciliario.
La historia de Di Stefano y su atormentada exesposa abunda en detalles macabros. Según la policía española son "indicios racionales de criminalidad suficientemente importantes". Di Stefano viajó el 24 de abril a España. Tenía pasaje de regreso para el 30 de mayo. Pasó tres días en un hostel madrileño, alquiló un auto y luego viajó a Pozuelo de Alarcón, al este de la capital, donde vive su ex esposa con sus tres hijos. Los detalles del caso los da la página Encripdata (https://encripdata.com/2023/06/04/argentino-atrapado-espana-viaje-atacar-exesposa-pulsera-electronica/). La alarma sonó cuando Alejandra, su ex exposa de 41 años, de quien Di Stefano se separó en 2010, encontró un teléfono celular adherido con cinta al chasis de su auto. De inmediato supo que estaba en peligro y no tuvo dudas: detrás sólo podía estar su ex esposo. Efectivamente, la policía española encontró que el chip prepago del celular espía había sido dado de alta por Carlos Marcelo Di Stefano. Lo grave es que Migraciones de Argentina debía haber enviado un aviso a la mujer ante la salida del país de su exesposo. El sistema falló y el mensaje nunca llegó. Otro fallo más en un sistema que deja a la víctima en manos del victimario. También el sistema policial y penal español fallaría acto seguido.
De acuerdo a una resolución oficial española, "no puede descartarse su intención de atentar contra ella". El hombre, que en Pozuelo de Alarcón dormía en un auto alquilado, supo por la señal de GPS que el celular estaba en la comisaría. Entonces buscó adelantar su vuelta a la Argentina. Pero la Policía Nacional española lo detuvo en el aeropuerto de Barajas. Se podría suponer que había terminado la pesadilla de Alejandra. Pero a Di Stefano lo excarcelaron unos días más tarde, bajo la condición de llevar una pulsera electrónica. Como parte de las medidas preventivas, le impusieron un cerco perimetral de 1.000 metros y le prohibieron acercarse a la localidad donde vive su ex familia.
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El celular que Alejandra encontró pegado con cinta debajo de su auto. Apenas lo vio supo que su perseguidor estaba cerca.
Pero apenas pudo el hombre se arrancó el dispositivo. Alejandra supo que la pulsera había dejado de dar señal y comprendió de inmediato que él podía estar en la puerta de su casa. Temía que el hombre cumpliera sus crudas amenazas: "No llegás a los 40", le decía a Alejandra, y hasta mandó mensajes amenazantes a los celulares de los hijos. La falta de controles en España permitieron que se subiera al vuelo que lo trajo de regreso. Pasó los controles sin problema alguno. Finalmente, lo detuvieron en Ezeiza. Los tribunales argentinos habían liberado, por solicitud del abogado de la mujer, una orden de detención.
No era la primera vez que el acosador sorprendía a su víctima en España: ya se había topado con él un año después de emigrar. Detrás de esta historia de rasgos obsesivos hay 20 años de violencia de género y acoso. Hoy, lunes 5 de junio, comienza un nuevo juicio en su contra, con cargos por amenazas agravadas reiteradas, incumplimiento de los deberes de asistencia familiar e insolvencia fraudulenta para no cumplir con esas obligaciones.
Las primeras denuncias se presentaron en 2011, después de la separación del matrimonio. Amenazó a su exsuegra con un arma de fuego, se cortó un dedo y escribió en la pared, con su sangre, la palabra "Puta". El mensaje estaba dirigido a Alejandra. Lo condenaron a un año y siete meses de prisión. También pesaba sobre él una prohibición de contactar a sus familiares. Como el hombre incumplió esa restricción le aumentaron la pena en dos meses. Por supuesto, nada de esto detuvo el acoso de Di Stefano contra su ex esposa, ni en Argentina ni en España.
La mujer radicó una treintena de denuncias por maltratos y amenazas, entre ellas la promesa de que iba a matarla a ella y a sus hijos. También le concedieron una docena de perimetrales. La deuda de asistencia familiar asciende a 13 millones de pesos. Después de que el Juzgado de Familia 5 de San Martín le diera la custodia completa de los hijos que tuvo con Di Stefano, Alejandra escapó: se radicó en las afueras de Madrid. En Pozuelo de Alarcón recomenzó su trabajo profesional y su vida familiar. Además de los tres de su primer matrimonio, hoy dos de ellos mayores de edad, también tiene otros dos hijos con su nueva pareja. Pero ni siquiera de esta manera, a miles de kilómetros, pudo escapar de la obsesión patológica de Di Stefano.