“Mujer nómade” comienza con un texto en blanco sobre negro que refiere a la crueldad de la tragedia griega en contraposición a los finales felices de las películas de Hollywood. La vida de Esther Díaz puede ser para algún desprevenido muy similar a la de una estrella de la industria del cine norteamericano, pero basta ver “Mujer nómade”-la impecable película de Martín Farina que no pasó por las salas comerciales de Rosario y estará liberada online hasta este fin de semana- para comprobar que el filme es un retrato de una sobreviviente del infierno. “Lo que ves no es lo que es” es la máxima que sobrevuela esta historia narrada en primera persona por la protagonista excluyente, que no es otra que la mismísima filósofa y escritora de libros como “Posmodernidad”, “La sexualidad y el poder” y “La filosofía de Michel Foucalt”, entre otros. La cámara tomará un ámbito frío y distante como el de un sanatorio para hablar de una vida tan fogosa y llena de excesos como de tragedia y angustia. En esa cama de sábanas blancas, supervisada por médicos y enfermeras, Esther Díaz se hará un tratamiento de cirugía facial en pos de un embellecimiento del que no reniega. Pero fue en una cama similar en la que fue atendida cuando se excedió con pastillas porque quería suicidarse. La película recorre el autorretrato, en tono confesional, de una persona que cuenta que se acostó con más de 500 hombres, todos más jóvenes que ella, que participó de orgías y consumió drogas pesadas. Pero también dirá, mirando a cámara o hablando con su editor y amigo, que su marido la golpeaba y que fue amante de su madre y que se siente culpable por las adicciones de su hija fallecida. Por momentos, y gracias al buen pulso del director, Díaz se olvida que está hablando ante una cámara. Y reniega porque empezó teatro y el director la humilló, y despue´s se queja porque eligió hacer una disciplina artística para escapar de sus pesares familiares y no pudo resolverlo. Confesará que en su vida siempre quiso escapar, es una persona que huye del dolor para llegar a un espacio de placer y felicidad. En su relato hay llagas pero también divismo, contradicciones y hasta un aire de revancha porque pudo salir a flote pese a que el mundo se empeñó en hundirla. ¿El mundo? ¿Es Esther Díaz el centro del universo? La película juega con eso, la entrona, la pone en lo más alto y la lleva a lo más bajo para mostrarla en su total dimensión. Sobre el final, Díaz hará una alegoría de la reivindicación de la mujer y fustigará la prepotencia machista. En la escena más jugada de la película, tendrá ese esperado encuentro con el tipo joven que, según ella, le “tira onda”. La escena de sexo, celosamente preparada y efectiva, mostrará más de lo imaginado y terminará con un grito de placer. Ese orgasmo es la metáfora de “Mujer nómade”, porque invita a pensar que de todo camino sinuoso siempre habrá una salida para iluminar la próxima ruta.