—Podríamos titular la columna de hoy: “Algunas postales de nuestra Argentina”.
—No son las más bellas, le diré.
—Todo lo contrario: quedó detenido un tren entre Capital y Mar del
Plata por desperfectos técnicos, con la consiguiente bronca de los pasajeros; hay cortes de energía
en todo el país; hay indignación y furia de muchos turistas extranjeros en Ezeiza por los retrasos
en los vuelos; el 40 por ciento de los ingresos se lo llevan los impuestos del Estado; hay
inflación preocupante; sigue la ola de robos... ¿Qué más?
—Y lo más lamentable, Candi, siguen los accidentes de tránsito.
Siete personas mayores y siete niños murieron hace pocas horas en la provincia de Córdoba en un
choque frontal.
—¡¿Qué podemos decir?!
—Ya lo dijo un ministro hace poquitos días: “Somos víctimas
de nuestro propio éxito”.
—Jamás escuché sandez más grande.
—Está muy lejos de ser una sandez, creo que es una burla con
algunos otros aditivos, tales como la necesidad de macanear para influir en el consciente
colectivo. ¡Pero la macana no modifica el statu quo de algunas panzas y otros bolsillos, eh!
—Seguramente. ¿Qué hemos dicho nosotros aquí hace pocos días? Que
no hay orden, el Estado no se ocupa de poner orden y cuando no hay un orden de las cosas y sólo
existe improvisación a la bartola ocurren todos estos episodios. Ahora bien: ¿qué se entiende por
orden al hablar de una política de Estado? Diría que es planificación, acción y control, en el
marco de una armonía aceptable para el desarrollo de la persona y del conjunto.
—En armonía se incluye, por supuesto, el acto justo.
—Naturalmente. Pero como en este país no existe nada de eso, las
cosas están como están: ¡una degradación de todos los valores sin precedentes que atenta contra la
propia vida de la persona!
—Brasil, con Lula a la cabeza, le hace honor a su lema:
“Orden y Progreso”. Nosotros estamos poco dispuestos a seguir el ejemplo carioca y más
consustanciados con el “orden” bolivariano, que también sigue Evo, por ejemplo. Parece
que tan bien no nos va.
—Mire, no quiero ser pájaro de mal agüero y sinceramente deseo que
nuestra presidenta tenga una exitosa gestión. Aguardo esperanzado (y apelo a su carácter, que lo
tiene) que de un golpe de timón a este barco, algunos de cuyos pasajeros danzan felices mientras la
nave va rumbo al témpano. Mire, un empresario talentoso, todo terreno, que hace diferencias en las
buenas y en las malas (porque es excelente piloto de tormenta) ha dicho: “O esta mujer hace
un replanteo profundo o se vienen momentos más difíciles. Y ¡cuidado!, mi amigo, la bonanza de un
país no se mide sólo por el crecimiento económico de un sector o la existencia en la caja del
Estado. Ese es un error fatal”. ¿Qué más podemos decir? ¡Orden, falta orden para que exista
real progreso!