Muchos argentinos, lo sepan o no, le deben parte de su formación. Sobre todo, si de una manera u otra se preocuparon por algo que excediera su propia persona y se volcaron a una militancia, cualquiera sea, en pos de romper con las injusticias sociales. Ese gran historiador y periodista llamado Osvaldo Bayer deja dos cosas: una obra imprescindible y un ejemplo.
A sus libros los leyeron verdaderas multitudes. Pero tal vez fue el cine el vehículo que difundió su pensamiento de manera masiva. La Patagonia rebelde, esa obra maestra de Héctor Olivera basada en el guión de Bayer sobre su propia y brillante investigación histórica, marcó a fuego a varias generaciones de espectadores y molestó al poder de turno ―como corresponde― a fondo. Sin haberlo buscado, Bayer se volvió popular en el marco de una sociedad inquieta, que soñaba y luchaba sin miedos. Pero el precio de tanta honestidad y coraje fue el que se suele pagar en este país a quienes viven a partir de la puesta en práctica de tan altos valores: la persecución, la censura, la amenaza concreta contra la vida. Bayer, desolado, debió correr peligro antes de partir, como tantos otros, al exilio. La dictadura más asesina de la historia nacional estaba a punto de comenzar.
La profusa biografía del creador de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia escrita por Germán Ferrari y publicada poco atrás por Sudamericana resulta sumamente oportuna. Primero, por el homenaje que implica y que Bayer (nacido el 18 de febrero de 1927) merece recibir en vida. Y segundo, porque a través del repaso de los largos y fecundos días durante los cuales el biografiado trabajó, pensó, escribió, militó y amó se aprende mucho, también acerca de esta ingrata Argentina.
"A sus libros los leyeron multitudes. Pero fue el cine el vehículo que difundió su obra de manera masiva" Santafesino de nacimiento, hincha fanático de Central, si hay una palabra que define a Bayer de cuerpo entero es la palabra libertario. Esa ideología, la de los entrañables anarquistas, es la que ha signado su accionar político, más allá de los tempranos coqueteos con el comunismo a partir de la militancia sindical en el gremio de prensa porteño, que llegó a liderar. El exhaustivo trabajo de Ferrari recorre con amenidad las jornadas del hombre que devino historiador, quien lejos de provenir de una cuna de oro llegó a este mundo en un hogar de trabajadores y fue marcado a fondo por su padre, quien le transmitió su profunda ética social.
La trayectoria periodística de Bayer es la de un hombre que se formó en la fragua. Hizo, literalmente, de todo y en todas partes, con hitos memorables como la fundación de un periódico en la Patagonia que le causó graves problemas debido a la defensa de los pueblos originarios que implementó en sus páginas, así como por su severo cuestionamiento de las prácticas autoritarias de los latifundistas.
El libro sobre el fusilado Di Giovanni fue su primera obra maestra, y también el necesario paso previo para que se concretara ese hito llamado La Patagonia rebelde (en sus primeras ediciones, el libro llevó por título Los vengadores de la Patagonia trágica). Aquí Bayer ―tras una rigurosa búsqueda― le reveló al mundo la historia de los peones rurales masacrados a pura bala en el sur, debido al reclamo de elementales derechos en su trabajo. Acaso el autor haya intuido que con este excepcional aporte emparejaba la línea de otro gran periodista, el creador de Operación masacre, su amigo Rodolfo Walsh.
En este momento histórico de claudicación y sometimiento de las mayorías populares, el ejemplo de Bayer ―reconstruido en este libro― permite aferrarse a la esperanza.