Sabido es que la dentadura postiza responde a la necesidad de masticar bien los alimentos para una mejor deglución, y a la estética de quien la usa, ya que nuestra imagen luce mejor con dientes que sin ellos. Pero hay gente que parece que cree que es un juguete. Porque la tiene todo el tiempo haciéndola jugar en la boca. Hace poco, un amigo mío embromó tanto sacándola y metiéndola nuevamente en la boca, que se le cayó al piso; como no la sujetaba con la mano, sino instintivamente, se le escapó. Pero no se hizo demasiado problema puesto que la levantó, la limpió en su pantalón y la llevó nuevamente a la boca. Creo que, a quienes la usan, no debería hacer falta decirles que dejen quieta la dentadura. Porque no se ve bien esa acción. Pero hay gente a la que esto no le importa. Yo creo que pasa eso porque no siente vergüenza. Obviamente, no quiero decir que usar dentadura postiza sea motivo de ello, pero sí debería serlo el hecho de hacerla jugar constantemente adentro de la boca. A veces, es preferible no usarla si incomoda. Por ejemplo: una vez fui a ver un partido de fútbol de veteranos y había un marcador de punta al que le decían “bebé”. Incauto, yo, al escuchar eso pregunté el porqué de un apodo tan singular. Y no faltó uno de los asistentes, que me dijo: “¿no ves que no tiene ni un diente?”. Al hombre le faltaba la dentadura completa. Yo también uso dentadura postiza, o sea, tengo “dientes de mentirita”, como dijo una nena hace unos días, al explicarme por qué no come caramelos. Cuento esto, para que la inmensa gente que las usa, no sienta que la critico ni me burlo de ellas. Simplemente, trato de contribuir con una de las incontables faltas de educación que padece cierta parte del pueblo. Especialmente, aquella cuyo voto en las elecciones está contado como “positivo”, aunque sonría o no cuando vaya a votar bajo la lluvia, los truenos o un bello amanecer pleno de sol.