Que difícil es conformar a la gente. El taxi es un transporte público, no es una novedad para
nadie, pero siempre queda la sensación de que la gente piensa que es su auto con chofer incluido.
Ante esto las faltas y los excesos siempre van a existir de un lado y del otro. El pasajero, en
general, tiende a reclamar un servicio confortable, veloz y si es gratis mejor. Además pretenden
(en muchos casos lo hacen) subir a una unidad fumando, con muebles, comiendo o con equipaje de una
dimensión tal que uno no sabe si van de vacaciones o se mudan. Eso sí, si accedemos a estas
peticiones somos los seres más amados sobre la Tierra. Por supuesto que en estas consideraciones
entra el hecho de soportar por parte del chofer el olor a alcohol, arena o en el peor de los casos
vómitos.
Entonces, en qué quedamos, quieren un buen servicio pero nadie lo cuida; pagan una suma y se
sienten en derecho de dar portazos o romper manijas.
Las personas en general se rasgan las vestiduras con la educación y cuando suben a un auto ni
siquiera el “buen día” aplican, como si el que estuviera ahí adelante fuese un robot.
O te piden que entrés una cuadrita en contramano. Conclusión: antes de criticar y de exigir,
tendríamos que mirarnos en el espejo.
Pablo Gabriel Giménez
DNI 21531682