Me contaron que en algunos países del Tercer Mundo, totalmente corruptos, los políticos gobernantes idearon un sistema para engrosar sus ingresos. Consiste en idear y publicitar un proyecto faraónico, totalmente ajeno a las necesidades del pueblo. Obviamente, se lo presenta como la gran oportunidad de incluir a ese país entre los poseedores de las más altas tecnologías, asegurando los beneficios para un futuro más o menos lejano. A partir de allí, se lanza una licitación nacional e internacional, de la que participan entidades financieras públicas y privadas de gran renombre. Estas entidades, aprueban la financiación del proyecto... pero... piden el dictamen de factibilidad de una consultora internacional.... que ellos mismos designan. Este estudio, cuesta casi el 30% del total de la obra. Por ejemplo, de una obra de 1.500 millones de euros, cuesta más o menos 450 millones de esa moneda. Ese dinero es transferido directamente desde la entidad financiera a la consultora. O sea, el país en cuestión no ve ni una moneda. Me dijeron que de ese dinero cobra la consultora (generalmente integrada por ex funcionarios del organismo financiero), cobran los políticos que presentaron el proyecto, se les reintegra a las empresas que se presentaron a la licitación, etcétera. Al poco tiempo, el estudio de factibilidad determina que, si bien la obra es importante para el país, no es el momento de realizarla, por lo que debe postergarse... digamos... 20 años. Todo el mundo cobró lo suyo. Fue todo legal. Al país en cuestión le quedó una deuda de 450 millones (en este ejemplo) que algún día pagará, sí o sí, más sus intereses. Menos mal que vivimos en Argentina, donde estas cosas no pasan.