En la cumbre mundial del clima celebrada hasta esta semana en Glasgow (Escocia), la COP26, el gobierno argentino anunció días atrás que la empresa australiana Fortescue Future Industries realizará en la Patagonia “la mayor inversión en energía limpia” en la historia del país, con 8.400 millones de dólares. El proyecto prevé convertir a la provincia sureña de Río Negro en un polo mundial de exportación de este componente, con una producción de 2,2 millones de toneladas anuales en 2030.
El ingeniero Pablo Bertinat, integrante del Taller Ecologista, es acaso uno de los especialistas que más conoce sobre el tema en Rosario. Consideró que el anuncio “fue impactante por las magnitudes sobre todo en inversión como en empleo, lo cual genera muchas expectativas”.
“Nos pone atentos a ver si puede ser posible o no”, dijo en diálogo con el programa La Banca Cambiaria. Por lo pronto, “la información es escueta, muy débil todavía como para hacer un análisis”. Igualmente, subrayó que se está blando de uno de los vectores de negocios más importantes que “están avanzando en los últimos años en muchas regiones, por ejemplo en Chile, donde hay una serie de iniciativas bastante fuertes dentro del mercado del hidrógeno”.
El profesional, docente de la Universidad Nacional de Rosario, recordó que la cumbre del clima trabaja con el objetivo de bajar las emisiones de gases del efecto invernadero, que básicamente tienen que ver con la utilización de combustibles fósiles. En este marco, “uno de los posibles vectores energéticos utilizar es el hidrógeno, que es una fuente energética sino un intermediario que se acumula, se transporta y se utiliza como un combustible básicamente de dos maneras: o en motores de combustión interna o en calderas, ya sea quemándolo o en pilas de combustibles, que son como baterías. O sea que en definitiva el hidrógeno es un intermediario que se utiliza para y como combustible energético”, explicó.
Bertinat comentó que de acuerdo al origen del hidrógeno o de la forma cómo se produce, puede clasificarse también en azul o gris, que es el que hoy se produce en Argentina a partir de combustibles fósiles y que se utilizan con fines industriales. El verde, “que es la vedette en los negocios a nivel global”, se produciría con energías renovables, por ejemplo a través de electrólisis separando el hidrógeno del oxígeno del agua. Para que sea verde, también sería necesario utilizar energía renovable, en este caso, eléctrica eólica.
“Se ha desatado una demanda potencial bastante importante por parte de los países desarrollados de utilizar hidrógeno como un combustible ‘limpio” si fuese verde, para suplantar combustibles fósiles. Básicamente hablamos de un negocio ligado a la exportación y allí entran en particular algunas empresas que están atando oferta y demanda de hidrógeno, y viendo dónde producirlo con condiciones favorables para su producción en cuanto a lo económico. Están buscando algún diferencial y en particular en el sur argentino, con su muy buen rendimiento para la producción de energía eléctrica eólica es tentador”. Pero “no está bien en claro todavía la letra chica”, advirtió Bertinat, que también es coordinador de un grupo de investigación del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Nacional y miembro del Taller Ecologista.
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Estructura de costos
Respecto de la estructura de costos en la producción de hidrógeno verde es incierta o difícil de calcular, “porque en realidad hay que ver cómo va a ser toda la cadena. Aparte depende de cómo se piensa el negocio: como una economía de la empresa que está haciendo la inversión en la economía del país, o en la economía global. Depende entonces de dónde tienen que cerrar los números”, reflexionó.
“La inversión de una empresa puede ser rentable o no dependiendo de otras condiciones y ahí también entra en juego cuál es el rol de la economía del país. Si nosotros como país tenemos algún rédito de esto o es una mera lógica exportadora de un commodity más, como tiende a ser el hidrógeno”, añadió.
La experiencia de la explotación de hidrógeno en combustibles aún está en desarrollo en escalas inferiores en varios países. “En realidad el nicho básico aparentemente por el cual se estaría avanzando es para utilizar este hidrógeno en celdas de combustibles como baterías básicamente para el transporte. Es un nicho grande a nivel global pero no es el mayor nicho energético porque además estamos hablando de un intermediario, y tienen que cerrar todas las cadenas”, indicó Bertinat.
Desde el punto de vista de las lógicas energéticas “esto es muy difícil de analizar porque por ejemplo, en el caso de Argentina, no tenemos tecnología de aprovechamiento de celdas de combustible energético. No podríamos aprovechar el hidrógeno como tal. Si pusiéramos centrales eólicas en el sur, muy probablemente nos convenga volcar esa energía eléctrica directamente y no convertirla a través de electrólisis en hidrógeno, porque ahí ya tengo una pérdida energética y toda la eficiencia cuenta”, analizó.
Otro punto a tener en cuenta en el proyecto argentino es si los sectores tecnológicos nacionales van a ser incluidos y qué rol van a jugar. Otras cuestiones por conocer son, por ejemplo, el lugar de fabricación de los molinos eólicos.
Ronda del clima, ronda de negocios
Para Pablo Bertinat, la cumbre mundial del clima “y sobre todo las de la última etapa se han tornado más en rondas de negocios de empresas que en reuniones de acuerdo entre los países. Para nosotros fue un quiebre fuerte que París anulara la obligatoriedad de las grandes economías a reducir emisiones y llevara todos los acuerdos a compromisos voluntarios, por lo que si se suman, el resultado es insatisfactorio. Creo que fue una derrota en particular de los movimientos populares sociales que trabajamos en la cumbre, que no está a la altura de las necesidades”