Pocas intervenciones pero acertadas las de Lucas Hoyos. En la mala noche de Newell’s en La Fortaleza, el arquero mantuvo en partido a su equipo, con una diferencia mínima en contra. Y si al menos hasta el pitazo final hubo algo de esperanza en la visita para empatarlo obedeció al ímpetu de Ramiro Sordo cuando ingresó en el segundo tiempo. El atacante, que venía de ser la figura contra Arsenal anotando dos goles, llevó más juego al campo granate y mantuvo la ilusión con sus corridas y diagonales.
Hoyos nada pudo hacer en esa pelota que Leandro Díaz se le anticipó a Ditta y la metió arriba para anotar el único gol del encuentro. Pero el uno estaría siempre muy atento, ante una defensa permeable. Así fue que apenas un rato después de la conquista granate, salió a achicarle un mano a mano a De la Vega y se la punteó en el mismo momento que el atacante lo quiso superar con la gambeta.
Y apenas comenzó el segundo tiempo, el arquero rojinegro salió a interceptar a Boggio y le cerró el arco desde corta distancia.
Si bien no fueron tantas las ocasiones, sí implicaron riesgo y el arquero respondió.
A donde le faltó más pujanza a Newell’s fue en el arco contrario. Tuvo muy pocas llegadas, consecuencia de una escasísima generación. Para resolverlo, Gabriel Heinze mandó a la cancha en la segunda etapa a Sordo, gran responsable del triunfo contra Arsenal.
Sordo ingresó por Ángelo Martino y se movió de extremo izquierdo. Con decisión y actitud, pidió siempre la pelota, la recibió y encaró hacia adelante, sobre la raya a veces aunque, generalmente, con diagonales veloces desde el costado hacia el medio. A partir de sus desplazamientos, el conjunto rojinegro se fue acercando con mayor frecuencia al área local.
Sordo metió algunos cambios de frente hacia la derecha con precisión. Tan es así que uno de esos envíos hacia la proyección de Mosquera, culminó con un centro que Pérez Tica desperdició de cabeza.
Tuvo también otra jugada en la que se apresuró y la metió al área sin destino, y que le valió el llamado de atención de Heinze. Pero a partir de sus ganas y empuje, hubo un atisbo de reacción. No suficiente porque el resto hizo muy poco para evitar el traspié.