Con Diego en la cancha y ahora en las alturas, Napoli es campeón. Maradona siempre está presente. Es el ángel protector de la squadra italiana. Su imagen continúa sobrevolando por estas horas en una ciudad de Nápoles que prolonga el festejo, sin ganas de que se acabe. Diego también sobrevoló este jueves en la ciudad de Udine, en ese norte italiano donde tanto se despreció al rebelde Diez. Su figura omnipresente fue el estímulo en la cancha de Udinese para que el equipo del temible goleador nigeriano Victor Osimhen iguale 1 a 1 frente al local y obtenga. a cinco fechas del final, el tercer scudetto. Los anteriores, con la magia del astro argentino. El último, con él siendo estandarte y leyenda.
Diego Maradona abrazó y cobijó a los hinchas napolitanos en el estadio que desde que falleció lleva su nombre, para que la espera del partido y su desarrollo, seguido por pantallas gigantes, sea todo lo placentera que se pueda en medio de tanta ansiedad. Es que el título estaba al alcance. La diferencia numérica era muy amplia con sus principales perseguidores para imaginar lo peor. La igualdad con Salernitana 1 a 1 en casa los había privado de la celebración. Ahora se tenía que dar.
Y cuántos se encomendaron al Dios más terrenal, como lo supo definir el escritor uruguayo Eduardo Galeano, para que la vuelta olímpica se hiciera realidad. Lejos había quedado el último scudetto, en la temporada 89/90, precedido por el primero, el del 86/87. Ambos con el Diez desparramando talento y goles, para llevar a un club de relevancia menor en Italia a irrumpir con prepotencia entre los grandes.
El eterno astro, idolatrado en distintos rincones del planeta y, con el mismo fervor que en Argentina, en ese sur italiano postergado, fue el símbolo de orgullo y rebeldía en cada bandera con su imagen que flameó durante todo el día de ayer en Nápoles. Y cada mural con su figura fue testigo de una celebración desbordante. En cada canción festiva se coreó su nombre. Diego estaba allí, como líder, como mito.
Este es otro Napoli al que tenía a Diego con la cinta de capitán, plagado de extranjeros, a tal punto que apenas dos de los que fueron titulares este jueves son italianos. El nigeriano Osimhen, autor del empate ante Udinese, es el capocannoniere, con 22 conquistas. El atacante georgiano Khvicha Kvaratskhelia, otra de las figuras, es el máximo asistidor del calcio. Hay un representante argentino en el plantel, el delantero Giovanni Simeone, que en este partido consagratorio permaneció en el banco. Desde allí gozó la conquista de un empate que sirvió para que Napoli le saque 16 puntos de ventaja a Lazio y 17 a Juventus, con 5 partidos por jugarse, consecuencia de una enorme campaña de 25 triunfos, 5 empates y 3 derrotas.
Diego era el único extranjero del primer plantel campeón. Y fueron tres en el siguiente scudetto. Aparte del astro argentino, estaban los brasileños Careca y Alemao. Otros tiempos, en los que además se celebró una Copa de Italia (1987), la Supercopa de Italia (1990) y el único título internacional, la Copa Uefa 1988-1989. Todas copas levantadas por Pelusa.
Los terrone, término despectivo utilizado por el norte italiano contra los el sur, algo así como si dijese que son tierra, emitieron otra vez un grito guerrero. Con la excusa del fútbol, se hicieron oír. Con el mismo orgullo con el que Diego defendía la camiseta y les hizo entender que el destino, al menos adentro de una cancha, podía ser distinto. Por esa razón, el nuevo scudetto también es suyo.
"Debe ser una locura"
Jorge Díaz vivió lo que fue para los napolitanos la conquista de aquel primer scudetto de Napoli. Lo enfrentó con Central en un amistoso celebratorio entre los campeones de Argentina e Italia, el 19 de agosto de 1987. Conociendo cómo sienten el fútbol, el exvolante creativo imagina que Nápoles por esas horas “debe ser una locura tras tantos años” sin coronarse.
”Los napolitanos son terribles. Viven el fútbol como nosotros, con la misma pasión. Cuando estuvimos nosotros allá se notó”, recordó Díaz, titular en ese amistoso que Central ganó por 1 a 0 con gol de Jorge Balbis y en el que Alejandro Lanari le atajó un penal a Diego.
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Jorge Díaz, Maradona y Galloni, en el amistoso entre Napoli y Central de 1987.
“Nápoles debe ser una locura tras tantos años de estar esperando ser campeón. Por lo menos habrá dos días de joda”, añadió el exfutbolista, antes de recordar la experiencia de enfrentar al primer Napoli campeón.
“Estaba todo armado para que gane Napoli. Veías el estadio, el entorno, la gente, era infernal. Hasta le dieron un penal al final para que no perdiera y Lanari se lo atajó a Diego. En la cancha no fue tan amistoso”, dijo.
La idolatría hacia el Diez fue otra experiencia. “A Diego lo aman. Su imagen estaba en banderas, en vinchas. Hacías 20 metros y había una figura de él”, dijo Díaz, quien recordó que el astro pasó por el hotel donde estaba Central para saludar al plantel.