“No, no, no, I don’t speak russian (no hablo ruso)”. La frase generó risas en la conferencia de prensa de la rosarina Nadia Podoroska este viernes en Roland Garros, cuando una periodista le preguntó si podía dialogar en ese idioma o escuchar conversaciones. La incógnita venía entremezclada con las dudas sobre el origen de su apellido (ucraniano) y el apodo de “Rusa”. Cuando por estos días Nadia está siendo descubierta por muchos medios a partir de su formidable actuación en París, surgen cosas así, de intriga sobre quién es y de dónde viene. Y una de las cosas que evidentemente llamó la atención fue la de su apodo, que surgió allá por 2012 en las páginas del Diario La Capital, en la que fue la primera nota con ella en este medio.
Dachi Fandiño, diagramador de Ovación, el suplemento de deportes del diario, siempre fue un compañero comprometido con el material de sus redactores. Formado, muy culto, pero también muy despierto a la hora de hacer chistes o proponer búsquedas, estaba armando la página de esa primera nota con Nadia cuando vio el apellido y preguntó si tenía apodo. Ante la negativa de la respuesta, tiró: “Entonces es la Rusa Rosarina”.
Esa tarde estaba a cargo de la sección Alejandro Cachari, un fanático del tenis y conocedor como pocos de este deporte, y con él se planteó que a raíz de que en la nota se hablaba del dominio de las tenistas rusas en el circuito y en el juego con la tonalidad del apellido estaría bueno ir detrás de la idea. Ale la aprobó y a partir de ahí, Nadia fue para Ovación y el diario la Rusa o la Rusita (más apropiado entonces, porque sólo tenía 14 años).
El tiempo, sus logros, sus malos momentos y la innumerable cantidad de notas publicadas en La Capital hicieron que el apodo fuera circulando mucho más allá de una redacción. Y pese a que algunos la empezaron a llamar “Peque”, por lo prematuro de su aparición, el apodo de Rusa se hizo fuerte. Cada vez más fuerte y serio en la medida en la que ella empezó a consolidarse y hacerse más fuerte en el circuito. Por eso ahora, en el momento en el que mundo está intrigado sobre ella, bien vale la pena dejarlo en claro. Que no se diga cómo la sección festejó puertas adentro su medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima 2019.
“No, no, no. I don’t speak Russian”, dice Nadia en París. Pero no explica mucho más, aunque sabe que entre esas risas esconde la satisfacción de lo que está generando. Pícara como adentro de la cancha, se guarda para ella esos datitos de felicidad.
¿Cómo fue aquella primera nota con Nadia en La Capital?
Recién empezaba la tarde en Ovación, de hecho, ni siquiera se habían prendido las luces de la sección cuando sonó el teléfono. Del otro lado, un entrenador, Carlos Rampello, contaba con absoluta timidez si podía llegar a importar el dato de que una jugadora, la suya, tenía posibilidades de ingresar pronto al ránking profesional de la WTA. Porque de conseguirlo, se convertiría en la segunda jugadora más joven en hacerlo después de Gabriela Sabatini. El dato sonaba atronador, se le prometió analizar la cuestión.
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Unos días antes se había publicado una nota sobre una jugadora muy jovencita con aparente futuro en el tenis. Pero esa nota había levantado algunas críticas. ¿Tenía sentido darle tanto lugar en un diario a una deportista tan chica? ¿No podría ser contraproducente y generarle presión por verse en un medio tan grande? Así que cuando llegó el dato de Nadia, primó la mesura. La única manera de saber si se iba por el camino correcto era consultar a gente que estuviera cerca de ese tenis de base. El resultado era contundente y unánime: “Es crack”. Y en el mano a mano con chicas de su edad o incluso más grandes, ya causaba estragos. Entonces sí, había que hacer la nota con Nadia.
Hacía mucho calor esa tarde en Fisherton. En Rosario, enero y su humedad se hacen sentir, pero Charly y Nadia estaban ahí firmes en la academia emplazada sobre la ruta 9, a pocos pasos del Jockey Club. Ese lugar, pequeño, de apenas una cancha de polvo de ladrillo y una piecita y un frontón, era la casa de los sueños de ambos, especialmente de ella.
En la entrevista, Charly explicó la situación: su pupila venía de sacar los primeros cuatro puntos profesionales, pero tenía que revalidarlos tres veces en ese 2012 que recién empezaba y si lo lograba, se metía en el ránking (lo consiguió en mayo). Contó ese día también que pretendían ir de a poco, sin apurar tiempos de maduración. Y pese a que él fue la voz de la entrevista, ella dejó esta frase: “Este es un viaje largo. Trato de aislarme lo más que puedo, no prestarle atención a lo que se dice de mí ni a lo que esperan otros. La idea es ir por el mismo camino. Las cosas van a salir bien o mal, pero siempre haciendo lo que me gusta. No hay que estar pendiente”. Por esos días, ya había dejado el colegio presencial, en una decisión consensuada en familia.
Unos minutos después Francisco Guillén la invitó a hacer las fotos y así salió la primera sesión con ella para La Capital, entre pelotitas que volaban en masa en un intento de superproducción que no era, o armando figuras (como una flechita que la señalaba) para proponer algo lindo. Ella, suelta y segura, no objetó ninguna propuesta. Daba la sensación que sabía que esto, que quizás recién empezaba, se haría frecuente. Era parte de un juego que se venía.
Ya saliendo del complejo, con el material en mano y mientras ella contaba que las hermanas Williams le generaban mucha admiración, aunque no tenía ídolas, llegó la pregunta para Charly, a modo de chiste: “¿A esta nena la anotaron mal en el documento, no?". Su madurez era sorprendente, impropia de la edad. Charly se río, él sabía de esa particularidad de Nadia que llamaba la atención. Pero también se reía porque sabía que era un aspecto que la podía llevar muy lejos. “Nadia es así”.
Y sí. Nadia era así. Una nena diferente, una Rusita con sueños. Ahora es una mujer, la Rusa, que los concreta. Aunque algo no cambia. Podrá estar en los mejores escenarios, en los más lindos paisajes pero extraña las islas, el mate en la plaza con amigos, escuchar a Fito Páez y pasear por la ciudad. Es rosarina. Hasta la médula.