Las últimas presentaciones de Central dejaron bastante que desear. Hasta un no vidente daría fe del pobre desempeño que exhibe el equipo en cada presentación. Sea por Superliga o Copa Argentina, donde pasó a cuartos de final porque estuvo más preciso que Almagro en la definición desde los penales. Los antecedentes inmediatos resaltan que desde que se la pegó feo en Avellaneda ante Racing no pudo más ponerse de pie. La defensa volvió a ser lo que era la pasada temporada: un colador. A esto hay que agregarle que se percibe que hay algunos futbolistas que transitan por la nada mientras están en cancha. Corren y corren, pero no tienen la pelota. La mayoría no marca la diferencia. Menos en ofensiva, porque es notorio que no les llega la bocha limpia. El Patón Bauza sabe que lo hecho, hecho está. Como también que tiene compromisos inmediatos donde no tiene permitido ceder porque podría ser el fusible de un tablero que tiene todos los cables sueltos.
Se cansó de hacer hincapié en los famosos 41 goles que recibió el canalla durante la pasada temporada. Puso toda la energía de entrada en la última línea desde que pisó el country de Arroyo Seco por primera vez. Parecía que los había reacomodado a cada uno de los actores defensivos. Pero la solidez duró como un amor de verano.
Atrás quedaron los esperanzadores triunfos ante Banfield, Talleres y San Martín de Tucumán. Tres jugados, tres ganados. Cuatro goles a favor, ninguno en contra. Estaban todos chochos en Arroyito. Y fuera de la cancha ni hablar. El termómetro popular sólo veía la tabla de posiciones con ilusión, jamás la de los promedios como ahora.
El equipo se dobló como alambre de mala calidad en Avellaneda. Aquella matinal derrota a manos de Racing generó un antes y un después en la vida interna auriazul. Porque desde ahí, Central jamás pudo sostener un resultado o revertir un marcador. Los números así lo reflejan además, pese a la oxigenada victoria ante Almagro por Copa Argentina.
Lo curioso es que la defensa claudicó de lo lindo. Por varios factores, por cierto. La lesión de Oscar Cabezas terminó siendo sensible. Miguel Barbieri reemplazó al colombiano pero al toque también se desgarró. Pensar que hubo dos lesiones musculares en un par de días y ningún dirigente se quejó como hace unos pocos meses. Está claro que la figura del Patón tiene otro peso dentro del club. Por eso los directivos no se animan a hacerle además algún cuestionamiento.
Ante Unión todo salió mal. La defensa fue una gelatina sin sabor recién elaborada. Central se comió cuatro pepas a manos de un tatengue que parecía de otra galaxia. En gran parte por lo que ofrecía el canalla, que era pobre en cada una de sus delgadas líneas. Lo saludable para los hinchas es que el entrenador declaró con los pies sobre la tierra y admitió por primera vez que el equipo jugó mal.
Realidad particular
Esas frases parecieron todo un hallazgo arqueológico para la sociedad, ya que hasta antes de Unión, Bauza venía brindando ante los medios un punto de vista muy particular. "Estamos bien. No hay que cambiar nada", repetía el DT una y otra vez como convencido el ex defensor de la casa.
Pero el pasado domingo no pudo tapar más el sol con las manos. Admitió lo que todos venían observando desde hacía algunas jornadas. La defensa volvió a parecerse a la de la temporada pasada. Lo del arquero también. Jeremías Ledesma hizo recordar a algunas tardes del Ruso Rodríguez. Pensar que el pasado viernes el Patón sostuvo de manera contundente que para él el uno no tenía fallas cuando se lo consultó por el guardameta en rueda de prensa. Ante Unión quedó expuesto quién estaba equivocado.
La zona del mediocampo volvió a quedar expuesta. Ya no se trata solamente de rendimiento individual. Hay un problema de fondo sin poder resolverse. Cada uno de los cuatro volantes hablan un idioma diferente entre sí. Ejercen un gran desgaste físico, pero sin mucho sentido a la hora de hacer caja.
Los hinchas se pueden enojar con Lioi, Arismendi, Ortigoza, Camacho, Carrizo, Lovera o Fernández. Pero si están destartalados es porque algo no funciona. O no entienden el libreto. Pero algo hay. Ni hablar de los puntas. Entre Zampedri, Ruben y Herrera tienen dos goles en siete partidos de Superliga. Y ambos los hizo el delantero entrerriano.
Dato saliente
La sequía de Ruben es notoria. Pero un estudio especializado en estadísticas y seguimiento individual de reconocido nivel internacional (Wyscout.com) muestra que de los últimos 43 partidos que jugó, apenas tuvo dos mano a mano. Sí, sólo dos. Aunque no hace falta ir a la tecnología de punta para ver que al capitán u otros delanteros no les llega una pelota limpia en el área contraria.
Cae de maduro que Bauza debe ordenarlos de una vez y tratar de devolverle el alma al cuerpo cuanto antes a Central, que no disimula los puntos flacos. Encima tendrá en breve dos partidos de alto voltaje: Boca por Superliga y Newell's por cuartos de final de la Copa Argentina. Y el Patón sabe que no serán dos presentaciones más en su rica trayectoria. Tiene tiempo para reagrupar al rebaño. Habrá que ver si puede.
Ferrari y el rol en inferiores
Quienes frecuentan la ciudad deportiva notan la permanente presencia de Paulo Ferrari. El Loncho, según deslizaron desde Central, se sumará oficialmente en breve a la estructura de los juveniles. Mientras tanto, observa y aporta ideas. Sin embargo, la idea madre de la dirigencia es que el ex lateral derecho esté lo más cerca posible del actual coordinador Lucas Maggiolo. Aunque no se descarta que termine siendo el nexo entre inferiores y primera. Mientras tanto, va todos los días.