Multiplicar y dividir es la tarea que debe llevar adelante Mauricio Macri para ganar las elecciones de 2017. En la economía, multiplicar panes; en la política, dividir a opositores.
Por Mauricio Maronna
Multiplicar y dividir es la tarea que debe llevar adelante Mauricio Macri para ganar las elecciones de 2017. En la economía, multiplicar panes; en la política, dividir a opositores.
En el gobierno dicen por lo bajo "juguemos en el bosque mientras el peronismo no está". ¿El peronismo está? En verdad, el otrora movimiento nacional organizado atraviesa hoy los efectos postraumáticos de la salida del poder, algo así como un pez afuera del agua intentando volver al redil, pero con demasiados frentes internos que el macrismo utiliza a su manera.
Primer dato: en el peronismo conduce el que gana y, por eso, no habrá un liderazgo unívoco hasta después del 2017. Con suerte y dependiendo de las circunstancias.
Hoy, el peronista con mayor permeabilidad en la sociedad es Sergio Massa. Sin embargo, el líder del Frente Renovador cosecha buena parte de su imagen positiva en quienes sufragaron por Macri en el ballottage y le reconocen apoyo crítico al gobierno en su desembarco en el poder.
La vereda de Massa. En el macrismo ya internalizaron que el tigrense es el enemigo a vencer, algo que se comprueba cada vez que ensaya juego propio y se diferencia dialécticamente del Ejecutivo nacional. "Ahora somos la nueva lacra de los trolls macristas en las redes sociales", maximiza una referencia clave del massismo bonaerense en relación a una presunta frase de Cristina Fernández de Kirchner que se viralizó en las redes sociales: "Massa no es el enemigo".
Pero, al menos por estos tiempos, Massa no aspira a conducir al peronismo y busca caricias en un personaje inesperado: Margarita Stolbizer. Algo que, a la vez, demuestra que la política argentina no tiene patria ni bandera.
El caso de Stolbizer es una demostración empírica de las rarezas nativas. En 2015 hizo una pésima elección presidencial con Progresistas (2,5 por ciento de los votos), performance que hizo pensar a muchos que se había terminado su etapa de candidata permanente. Pero la mala imagen de Cristina le dio una nueva oportunidad a la dirigente del GEN que, luego de la saga de denuncias contra la ex presidenta pasó a estar en todos los programas de televisión.
Hasta logró que en la presentación de su libro "Yo acuso" se diera cita todo el espectro ideológico de la política argentina, de izquierda a derecha. Cristina lo hizo.
Ahora bien, ¿cómo hará Massa para lograr que los votantes justicialistas bonaerenses inclinen su preferencia a la hora del voto legislativo por la progresista Stolbizer, quien acorraló judicialmente a la peronista Fernández de Kirchner? Bob Dylan diría: la respuesta está en el viento.
El romance de Margarita y Sergio complica a la centroizquierda, puntualmente al socialismo. El escenario político actual, atalonado entre Cambiemos y el peronismo, muestra condiciones ideales para la aparición de un frente de centroizquierda que, además, le resultaría muy funcional a Macri para dividir aún más la paleta opositora.
"Margarita está cansada y quiere ser senadora, cómo sea. Es una lástima. Yo ya me di cuenta de que había cambiado su forma de hacer política cuando se mencionaba su nombre para integrar la Corte Suprema y dijo: "«Sí, quiero»", narró a LaCapital una primerísima e histórica referencia del Partido Socialista.
El problema que tiene la oposición en la provincia de Buenos Aires —al fin la madre de todas las batallas— es el grado de adhesión de la gobernadora María Eugenia Vidal, quien está angelada en la consideración pública bonaerense. El caso de Vidal es parecido al que tenía el socialismo al asumir la Gobernación santafesina, en 2007: bastaba con echarle culpas de todo al peronismo, que gobernó durante 24 años.
Hoy, la provincia de Buenos Aires empieza a visibilizar un gravísimo problema de seguridad que, durante 12 años, se escondió en los escritorios. Buena parte de la gente le arroja todas las culpas al kirchnerismo y a Daniel Scioli, pero el macrismo hizo ahora un acuerdo con (Mario) Ishii y (Alejandro) Granados, que no lucen precisamente por su apego al cambio.
En el esquema de dividir a la oposición, la Casa Rosada necesita a Cristina libre y candidata. Pese a la caída en imagen en términos nacionales, la ex presidenta talla en el conurbano bonaerense. Según un sondeo de Poliarquía, registra sus mejores marcas en los distritos que comanda el peronismo, donde su imagen positiva alcanza el 43 por ciento. En La Matanza trepa al 54 por ciento.
Habrá que esperar para saber si el escenario peronista se completa con la reaparición de Florencio Randazzo, el gran enigma, que podría haber modificado el tablero si era candidato a gobernador en 2015 en lugar del collar de sandías que significó Aníbal Fernández.
Los resultados de las elecciones que importarán y resultarán claves para bosquejar el futuro de la oposición se jugarán en provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
El macrismo da como perdida la provincia gobernada por el peronismo cordobecista, donde tallará como candidato José Manuel De la Sota y, por eso, deberá evitar a toda costa una victoria de Massa en Buenos Aires. De la Sota y el líder del Frente Renovador son aliados y un triunfo de ambos sería leído como un primer impulso de ese espacio hacia la Presidencia.
Pensando en Santa Fe. En Santa Fe, las cartas están a la vista: el Frente Progresista EM_DASHque deberá tener otra denominación, porque la UCR jugará en CambiemosEM_DASH tendrá que evitar una derrota que le deje las puertas abiertas a Cambiemos para alzarse con la Gobernación en 2019. Creen en el socialismo que la durísima estocada mediática del programa de Jorge Lanata contra Antonio Bonfatti es parte de la ofensiva para limarlo como candidato a diputado nacional.
En Cambiemos, José Corral y Luciano Laspina son los dos principales postulantes en ciernes que tiene el macrismo. Una candidatura de Corral en 2017 resquebrajará, en ese mismo momento, al Frente Progresista.
Aunque falte casi un año para el proceso electoral, casi una eternidad en términos políticos, todos los protagonistas empiezan a sacar cuentas y a admitir que el 2017 es un trampolín hacia el poder o un pasaporte hacia la nada.
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