Victoria.— Un verdadero desastre ecológico ocurre desde hace unos meses en
algunas zonas de las islas, a pocos kilómetros de Rosario, donde decenas de cabezas de ganado
mueren empantanadas a la vera de cursos de agua y en el lecho seco de lagunas internas. LaCapital
recorrió un predio delimitado por los arroyos San Lorenzo y Los Confines, y atravesado por el
enlace vial Rosario-Victoria desde donde se divisan algunos cadáveres.
Los terrenos y la hacienda pertenecen al entrerriano Aníbal Baggio, miembro de
la familia fundadora de la reconocida marca fabricante de jugos, entre otros productos y
explotaciones, quien según sospechan los lugareños ignoraría el panorama desolador de su
emprendimiento. En un tramo de no más de tres kilómetros este diario pudo contabilizar en las
orillas de los arroyos más de cincuenta animales muertos y otros moribundos, con el terror en las
miradas y el agotamiento extremo tras luchar varios días contra el barro, que lentamente los devora
a cada movimiento.
Los caranchos sobrevuelan el lugar devenido en un cementerio vacuno y hacen
guardia a la espera que expiren las vacas moribundas. Curiosamente, sólo les comen los ojos y dejan
intacto el resto del cuerpo.
Contaminación. El olor en el ambiente es nauseabundo a raíz de la putrefacción
de los cadáveres, que lógicamente también contaminan el agua y ésta es justamente la mayor
preocupación de los isleños de la zona.
Ese mismo agua que estuvo en contacto con los restos en descomposición es la que
los lugareños extraen en baldes y la dejan reposar de la noche a la mañana, para que los sedimentos
se asienten y se limpie.
Así, sin otro tratamiento previo, el líquido va a parar a la pava para tomar
mate o lo utilizan para cocinar, lavar los trastos, el aseo personal y de la ropa y para dar de
beber a sus mascotas y animales que crían para el consumo propio.
Sequía. La ausencia de lluvias azota las islas desde marzo, por lo que bajó el
caudal de agua y en las orillas se formó una superficie arcillosa. Lo mismo pasó en el lecho de las
lagunas internas del campo, que otrora fueran bocas abiertas donde solían ingresar los pescadores,
como las llamadas Coatí Grande (sobre el arroyo San Lorenzo) y Coatí Chico (sobre Los
Confines).
Según recordaron algunos vecinos, a poco de habilitado el viaducto el antiguo
propietario de los terrenos, Hugo Bianchi, vendió al menos doce mil hectáreas a Rufino Baggio,
quien falleció en 2006. Después, su hijo Aníbal ordenó levantar terraplenes para cerrar las lagunas
y construir accesos internos para circular con vehículos desde el viaducto y dentro del predio.
Algunos sostienen que de ese modo el empresario se aseguró de que ningún extraño
pudiera ingresar a pescar, pero "le salió todo mal, porque ahora los animales no tienen agua en las
lagunas y salen a buscarla a las orillas donde quedan empantanados o se caen en las partes
barrancosas y se los lleva el agua".
"Es una lástima que dejen morir semejante cantidad de animales, siendo que en
ese campo tienen todos los elementos y herramientas como para rescatarlos. No me explico por qué
pasa esto, si es por culpa de los puesteros o porque el dueño no sabe nada. Está perdiendo mucha
plata", se lamentó un productor de la zona.
"Dan ganas de llorar al ver cómo sufren esos bichos durante días y uno no puede
hacer nada, porque uno podría degollarlo para hacerle un favor, para que no sufra más, pero seguro
que alguien denuncia y termina preso", expresó un puestero de un campo lindero.
Todos los testigos del fenómeno coinciden en esta sensación de impotencia e
incertidumbre, ya que nadie se explica con certeza por qué mientras muchos padecen hambre y
necesidades, en el humedal ocurre este injusto derroche que a su vez perjudica a los lugareños por
la contaminación ambiental que genera.