Magdalena Cuminetti, más conocida como Maelda, superó la internación por coronavirus cuando el martes volvió a casa. Ahora le resta recuperar fuerzas para que le den el alta definitiva. Pero, ella se siente curada, y espera que termine la pandemia para volver a sus viajes a Victoria, donde le fascina jugar en las “maquinitas” tragamonedas y tomar el té con sus amigas. “Salí del pantano”, afirma feliz.
Sentada en el living de la casa de María José Bertotto, una de sus nietas, Maelda atiende el teléfono para hablar con La Capital y relatar su hazaña.
Cuando arrancó el aislamiento obligatorio, sus nietos decidieron que podrían acompañarla más si la trasladaban a la casa de uno de ellos, y la abuela estuvo de acuerdo. Hasta entonces vivía sola en un departamento de pleno centro. Salía para hacer las compras, mirar vidrieras o pagar los impuestos.
En marzo se instaló en Fisherton, en la casa de su nieta. “Los primeros meses subía y bajaba a los dormitorios de planta alta, hasta que le pudimos armar una habitación para ella abajo”, contó María José feliz de ver otra vez de nuevo a su abuela en casa. “El único accidente que tuvo fue que hace poco se quebró la muñeca”, agregó.
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Maelda se traslada sola, y no necesita asistencia para nada.
La semana pasada el virus irrumpió en la familia. La primera en contagiarse fue María José por su pareja, quien a su vez contrajo coronavirus por una empleada. “Yo salí muy poco al supermercado, nos cuidamos mucho sobre todo por ella...”, confesó la nieta, quien el miércoles pasado empezó a sentir dolor de cuerpo. “Me aislé inmediatamente, pero no fue suficiente”, se lamentó.
El sábado pasado, Maelda se descompuso y tuvo que ser trasladada al sanatorio Parque, donde la estabilizaron y le realizaron el hisopado. El estudio dio positivo y debieron aislarla inmediatamente, y la asistieron con oxígeno.
“Todos nos queríamos ir de ahí, aunque nos atendieron muy bien”, contó Maela refiriéndose a la internación.
La hospitalización duró solo tres días y los médicos decidieron que podría seguir la recuperación en el domicilio. “El celular me explotó porque muchísima gente de todo Rosario estaba rezando por mí y me mandaba mensajes”, agregó la mujer emocionada. Y su nieta lo confirmó. “Se armaron cadenas de oración; es que a Maelda todo el mundo la quiere. Le pedimos a Dios que si podía dejarla un poquito más estaría buenísimo”, reconoció la mujer.
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Maelda aseguró que ya se siente bien, y sumó: “Solo estoy un poco débil y por eso no puedo responder todos los llamados que recibo”.
Maelda tiene dos hijas, vivió en Serodino unos años y luego siempre en Rosario. Tiene nueve nietos y 18 bisnietos que no pasan un día sin saludarla. “Lo más lindo es lo bien que la pasé en la vida, tengo unos nietos fabulosos. Más no puedo pedir”, concluyó.