Cientos de fieles participaron este lunes de la tradicional peregrinación y misa por San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo, quienes durante todo el día visitaron la iglesia rosarina que lleva su nombre, en Buenos Aires al 2100, y luego participaron de la celebración religiosa en la plaza Libertad.
La peregrinación partió a las 15 desde la Iglesia de San Cayetano, desde donde los fieles caminaron por calle Buenos Aires hasta Ituzaingó, y desde allí, hacia la plaza Libertad.
Allí, el arzobispo de Rosario, Eduardo Martín, volvió a poner en evidencia la profunda crisis social que atraviesa el país, donde cada vez son más quienes viven en situaciones de pobreza e indigencia, y pidió ser empático con quienes sufren.
Tampoco se olvidó de la violencia que castiga a la ciudad y del avance del narcotráfico, que tiene a muchos jóvenes atravesando graves situaciones de consumos problemáticos.
En las inmediaciones de la iglesia, en tanto, como todos los años, los vendedores instalaron sus puestos donde se vendieron desde estampitas hasta velas y Rosarios.
Este año, la crisis económica generó una mayor concurrencia que en ediciones anteriores, pero esa masividad no se tradujo en buenas ventas: otra señal de la crisis y los bolsillos flacos de los rosarinos.
Cada 7 de agosto, fecha de su muerte, se conmemora el Día de San Cayetano. En su figura representativa de la Iglesia, el sagrado se encuentra sosteniendo al niño Dios en sus brazos, imagen que quedó inmortalizada luego de que en sus escritos, San Cayetano dejara plasmado el relato del día en el que la Virgen María lo "invitó a alzar al niño".
Nació el 1º de octubre de 1480 como hijo de los Condes de Thiene, pero poco le importó el alto nivel social de su familia, puesto que su vida tomó un rumbo completamente distinto después de graduarse con un doble doctorado en derecho civil y canónico de la Universidad de Thiene, hoy conocida como Universidad de Padua. Su padre era militar y falleció cuando él tenía apenas 12 años, mientras su madre, María da Porto, se hizo cargo de Cayetano y sus hermanos.
Al finalizar sus estudios, su vida giró hacia el catolicismo y lo nombraron protonotario apostólico del Papa Julio II en Roma, servicio que brindó hasta 1513 cuando el Sumo Pontífice falleció. No obstante, no dejó de lado aquello que tanto pregonaba. Se esforzó para llegar a ser sacerdote, lo que finalmente logró a los 35 años y conformó el Oratorio del Amor Divino junto a otros colegas.
Al volver a su ciudad natal creó "hospitales para enfermos incurables" y consagró mucho tiempo a apoyar y dar buenos augurios a las personas que se encontraban internadas en dichos nosocomios, lo cuales también impartió en Verona y Venecia. Fue en dichos sanatorios que, según cuentan las historias religiosas, el santo logró realizar milagros, como por ejemplo la limpieza de la pierna de una joven que, comprometida por la gangrena, estaba a punto de ser amputada. Al otro día, la extremidad no tenia signos de enfermedad.
Fiel luchador contra la Reforma Protestante que sostenía la división de la Iglesia, gran parte de su vida fue dedicada a impedir que esto continúe expandiéndose, por lo que dio inicio en Roma a la Orden de los Teatinos, mayormente conocida como la Orden de los Clérigos Regulares, en compañía del obispo que luego se convirtió en el Papa Pablo IV, Juan Pedro Caraffa. El objetivo de esta organización era "renovar el clero, predicar la doctrina, cuidar a los enfermos y restaurar el uso frecuente de los sacramentos", y viajó por toda Italia predicando esos valores.
Uno de dichos lugares fue Venecia, donde encontró un compañero como Jerónimo Emiliani, quien desde el laicado desarrollaba labores similares a la de Cayetano ayudando a quienes más lo necesitaban. El oriundo de Vicenza le brindó su ayuda para crear una rama de los Clérigos Regulares, la Orden de los Padres Somascos.
El último sitio al que concurrió fue Nápoles, donde con su trabajo y amabilidad supo conquistar las almas de los napolitanos, quienes se volvieron devotos de toda su labor y creencia. Allí pasó sus últimos días, creyendo y defendiendo la misericordia de Dios, hasta que falleció a los 67 años por una enfermedad.