¿Los movimientos de refugiados y migratorios mundiales actuales le dan contexto a la película?
Son conflictos internacionales y hay países que tienen mucha más piedad frente a esos problemas; hay otros que se resisten por sus problemas económicos o por cosas que no tienen nada que ver con un gesto humano. En mi casa es así: los padres de mi marido salieron corriendo de Rusia cuando la caída del zar y se quedaron aquí que es donde les dieron lugar porque no les daban entrada en distintos lugares del mundo y por mi lado, mi padre llegó de España y mi madre de Italia, de Calabria. Es gente que se vino a refugiar porque no tenía trabajo, por la guerra, porque los perseguían políticamente, por lo que fuera, pero fuimos auténticos habitantes de estas tierras, por suerte nos han recibido en su momento y así tenemos que recibir.
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Lidia Catalano, Analía Malvido y Norma Aleandro forman el trío que da batalla entre peleas y reconciliaciones.
¿Tiene esperanza en que esos movimientos migratorios y de refugiados en algún momento no sean necesarios?
Yo siempre tengo esperanza. Creo que sí porque así como hay gente mala, hay gente buena. Hay personas que dice la gente es mala. Eso me hace gracia porque es como si el mundo estuviese compuesto nada más que por gente mala. Hay mucha gente buena y hay algunos malos que sobresalen y son muy visibles.
Hoy existe un grupo grande de jóvenes que están haciendo el camino inverso al de sus abuelos, que se van de Argentina a Europa. ¿Qué piensa de eso?
Esas son épocas. Te puedo decir que hace algunos años también pasaba. De pronto algunas caídas económicas, políticas o lo que fuere hacía que muchos trataran de irse. Algunos se iban y volvían y otros no, pero es bastante común. Sabemos que nos pasa eso. Así como hay mucha gente que ingresa hay otra que se quiere ir ¡ya!. Y bueno, quedaremos los que quedemos (risas).
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Los personajes Aleandro y Héctor Bidonde, en un romance conmovedor y misterioso.
Generalmente el gran disparador de las migraciones es la economía...
Exactamente y ese es uno de los temas que presenta la película con mucha delicadeza, los problemas económicos que hacen que algo muy querido se derrumbe, como es ese club, ese restaurante dentro del club, algo que significa también mantener las costumbres del país de origen y no dejar que los jóvenes se olviden de lo que pasa, de lo bueno y de lo malo de Armenia. Y eso está muy bien definido con esa cocinita, esas tres mujeres y esa lucha para que todo eso no se derrumbe. He tenido mucha suerte porque nunca había sido dirigida por Alejandro Magnone. Es estupendo como director, como guionista y por su forma de producir. Nos hicimos todos muy compañeros en lugares pequeñitos de filmación que nos dieron la posibilidad de conocernos más. Yo había trabajado con Héctor Bidonde o Lidia Catalano, pero con Analía Malvido nunca habíamos trabajado. Toda la filmación fue una gran alegría.
¿Qué le gustó de su personaje?
Me interesó todo. Hay películas que me mandan en las que el personaje es muy bello pero el resto no. En ese caso me gustó el libro y cómo estaba planteada una idea tan interesante sobre algo tan complejo donde en vez de entrar por el horror entró por las buenas relaciones y tratar de amigar a personas que les cuesta muchísimo pensar igual sobre algo. Y ese personaje además tenía algo muy gracioso que me encantó de entrada. Había prometido a su madre algo muy triste, que era no llorar. Mantener eso en una persona que está padeciendo algo tan fuerte como es la pérdida de toda su familia o no saber qué pasó con ellos. Era el peor pensamiento que se podía tener, pero con la prohibición de llorar y que lo cuente sin llorar. Eso además de que finalmente es captada por un recuerdo amoroso y eso hace que se abra esa puerta que tuvo cerrada toda su vida y es la risa la que gana finalmente, gana lo mejor de cada uno.
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El director Alejandro Magnone junto a Norma Aleandro. "Es estupendo como director, como guionista y por su forma de producir", dijo la actriz.
La comida es central, como en otras películas como “La fiesta de Babette”, “Como agua para chocolate” o “El sabor de la papaya verde”. ¿La memoria, los afectos, sobreviven en los sentidos?
No había familia italiana que no comiera los domingos los ravioles. Cada familia mantenía de su patria lo que podía mantener. No tanto el recuerdo como esa comida. Eso nos trae todo el tiempo el recuerdo de algo, un olor, un sabor, o el olor de una flor o un lugar. Es ese tipo de memoria.
Cuando quieren cambiar el menú del club, la película propone la metáfora de que son las mujeres las que luchan por conservar la identidad de su cultura desde la cocina, un lugar al cual suele relegarla cierta mirada machista. ¿Qué piensa de eso?
Que estas mujeres desde la cocina luchen me pareció tan lindo y también que fuera desde ahí, un lugar tan cotidiano. Además de una manera tan sencillamente hecha, con una reunión que tiene mi personaje con los otros directivos del club y ella directamente decreta que va a ser como ella dice. Con la misma firmeza, ella se enfrenta a eso de la forma más simple, preguntándoles cómo murieron sus padres, abuelos y hermanos armenios. Le dice “no te olvides de eso” y no para vengarse, y eso también es muy lindo. Lo hacen para no olvidar quiénes son.
Hay películas que me mandan en las que el personaje es muy bello pero el resto no. En este caso me gustó el libro y cómo estaba planteada una idea tan interesante sobre algo tan complejo donde en vez de entrar por el horror entró por las buenas relaciones y tratar de amigar a personas que les cuesta muchísimo pensar igual sobre algo Hay películas que me mandan en las que el personaje es muy bello pero el resto no. En este caso me gustó el libro y cómo estaba planteada una idea tan interesante sobre algo tan complejo donde en vez de entrar por el horror entró por las buenas relaciones y tratar de amigar a personas que les cuesta muchísimo pensar igual sobre algo
En la película su personaje también se interesa por que los más jóvenes se integren a las actividades del club, algo se propone como un diálogo, un encuentro entre dos generaciones. ¿Esos acuerdos son posibles en la Argentina de la grieta?
Maró quiere eso, que no pasen de largo, que jueguen a los jueguitos y nada más, sino que también se enteren de quiénes son, o como cuando se menciona el origen indio del portero. La película tiene muchas de esas cosas que son leves, pequeñas, son frasesitas que están puestas con mucha inteligencia por el director. Esas reflexiones que darían para cuatro libros, el director las resuelve con cuatro palabras y hace un resumen de una situación compleja y difícil. En cuanto a la grieta, creo que es posible ese encuentro, pero lo de la grieta dejémoslo de lado porque ya se ha transformado en algo casi imposible de entender. Pero sí está esa cuestión de la relación de la gente grande que quiere ser entendida por los chicos, y los chicos que quieren ser entendidos por los grandes. En eso tiene mucho que ver la educación. Creo que en la educación está la base de todo para comprender a quienes no piensan exactamente como uno. La cuestión está en el buen manejo de la educación, en un país que forme realmente gente con una mentalidad lo suficientemente abierta como para entender a un abuelo, o un abuelo para entender a un nieto. Eso tiene que ver con no hacer de la educación una bandera política, sino una educación abierta en la que nos enseñen de todo y con todos los autores en la biblioteca.
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Lidia Catalano y Norma Aleandro. Sus personajes se enredan en discusiones sobre la temperatura adecuada de un huevo o cantidades exactas de ingredientes y hierbas.
La relación que tiene Maró con Bedros, dos personas mayores, no es frecuente en el cine ni en la televisión. ¿El romance es un privilegio de los jóvenes?
Exactamente, y no es así. Ella se ve que ha sido su mujer, su amante, su novia y se ve que ella está todavía enamorada de alguien. Se ve una manera muy linda, el enterándose de que ella todavía lo ama y ella de alguna manera diciéndoselo.
¿Usted cuántos años hace que está casada?
Cincuenta, con este muchacho que está sentado enfrente mío, que estoy viendo en este momento. Terminó de atender a un paciente, porque es médico, sabía que yo estaba haciendo una nota así que está allí, calladito y leyendo (risas). Eramos amigos de antes, de hace 55 ó 56 años y tenemos 50 de casados. Es un tiempito, pero no nos molesta... por ahora, nunca se sabe... (risas).
La película tiene muchas de esas cosas que son leves, pequeñas, son frasesitas que están puestas con mucha inteligencia por el director. Esas reflexiones que darían para cuatro libros, el director las resuelve con cuatro palabras y hace un resumen de una situación compleja y difícil La película tiene muchas de esas cosas que son leves, pequeñas, son frasesitas que están puestas con mucha inteligencia por el director. Esas reflexiones que darían para cuatro libros, el director las resuelve con cuatro palabras y hace un resumen de una situación compleja y difícil
¿Cuál es el secreto para perseverar tanto tiempo?
Nos divertimos mucho de tonterías que hacemos nosotros mismos, de olvidos y cosas así. Nos reímos el uno del otro y los dos juntos, es decir que nos reímos de y con el otro... (risas).
¿Qué proyectos tiene para el teatro?
Vamos a estrenar en marzo o abril “Mi abuela la loca”, una obra de Quintanilla y Valenzuela. La íbamos a hacer en el Metropolitan Sura con Oscar Martínez, se detuvo por la pandemia, después Oscar tenía mucho trabajo en España así que la haremos con Jorge Marrale y la dirección de Claudio Tolcachir, con quien ya hemos trabajado. Es muy linda. Ahora por suerte se abrieron las puertas y está mejorando bastante. También van a editar dentro de dos meses un libro mío que iba a salir el año pasado, “Confieso que pinto”, sobre todas mis pinturas, mis dibujos que nadie conoce y nadie sabía que lo hacía y se los daba a los muy amigos míos. Pero me encontré con dos chicas muy jóvenes, ansiosas por hacer algo que yo me resistía y ahora estoy contenta porque hicieron un libro hermoso. Y también escribí mucha poesía. He tenido mucha actividad.
¿Usted cocina como Maró?
No, no, no... sé cocinar, si hay que cocinar, cocino, pero no es mi fuerte.
Cocina su marido...
No, tampoco, por Dios... (risas).